El pasado 13 de enero se estrenó Yerma, obra dirigida por Carlos Martel Bayod. Después de triunfar en Barcelona, siendo alabada por la crítica y el público, llega al Centro Dramático Nacional hasta el 22 de enero. Protagonizada por María Hervás, se retoma uno de los clásicos más recordados de Federico García Lorca, perteneciente a su famosa trilogía rural. Además, cuenta con música de Raül Refree y espacio escénico de Frederic Amat.



Yerma en el Centro Dramático Nacional

Crítica de 'Yerma'

Ficha Técnica

Título: Yerma
Título original: Yerma

Reparto:
Joan Amargós (Juan)
María Hervás (Yerma)
David Menéndez (Víctor, Macho)
Bàrbara Mestanza (Hembra)
Marta Ossó (María)
Isabel Rocatti (Vieja)
Yolanda Sey (Muchacha)

Duración: 90 min. apróx.
Dirección: Juan Carlos Martel Bayod
Dramaturgia: Federico García Lorca
Espacio escénico: Frederic Amat
Música original:
Raül Refree
Iluminación:
Maria Domènech
Vestuario:
Frederic Amat y Rosa Esteva
Sonido:
Roc Mateu y Raül Refree
Asesora de movimiento:
Lali Ayguadé
Caracterización: Ignasi Ruiz
Ayudante de dirección:
Júlia Valdivielso
Ayudante de escenografía:
Roger Orra
Ayte. de vestuario:
Maria Albadalejo
Alumna en prácticas:
Clara Cabutí (EDIP -UPC)
Fotografía:
Silvia Poch
Producción: Teatre Lliure

Tráiler de 'Yerma'

Sinopsis de 'Yerma'

Yerma es la obra y protagonista que da título a una de las piezas más aplaudidas de Federico García Lorca. Un poema trágico en tres actos que muestra el conflicto interno de una mujer que no consigue ser madre. Ella vive esa frustración en un entorno que hace indispensable la maternidad en una mujer casada, cuyas principales funciones son su casa y sus hijos. Y por dentro, el instinto maternal lucha contra la represión y obligación impuestas.

La presión social sobre la mujer es un tema recurrente del autor, especialmente en la maternidad, las apariencias o la fatalidad del destino. Y está presente en las tres piezas que conforman la trilogía rural: Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936). Tres tragedias rurales que aúnan mito, poesía y realidad en tres retratos de la mujer a la vez oprimida y liberada. (CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL). 



Yerma obra
Foto de Silvia Poch

Una flor por abrir

Federico García Lorca es uno de los referentes por excelencia del teatro español, uno de sus clásicos más famosos es la obra Yerma, la cual pertenece a su famosa trilogía rural. En esta ocasión, es Juan Carlos Martel Bayod quien resucita esta tragedia de la tierra, respetando al máximo el libreto original, siendo un homenaje directo de lo escrito por el poeta granadino. Por lo cual, es punto a favor que mantenga la musicalidad de su poesía, el contraste entre esa lengua más cotidiana frente a la sublimación de la emoción por la poesía. Las palabras de Lorca siguen resonando, la calidad de su texto es atemporal, por lo que es innegable que la base es muy potente, un auténtico torrente de pasión y emoción.

Lógicamente, a expensas de la reducción de personajes y la introducción de la parte musical del montaje, se han tenido que reformar algunos pasajes. Por tanto, a pesar de las expectativas, se produce un cambio de sentido en el que se demanda una mayor cohesión estética narrativamente. En consecuencia, se diferencian de una forma algo notoria, lo que hace que no logre un trabajo en conjunto más sostenible. Asimismo, se echa en falta una mayor fragilidad en esta Yerma, la cual se envuelve más en una pose de amargura. Aún así, hay que aceptar este punto de vista y, pese a aquello que podría mejorar, sigue siendo una versión más que notable. Así, contiene partes que mantienen una fuerza apabullante y ello le da más solidez al resultado.

Centro Dramático Nacional
Foto de Silvia Poch

La desesperación del deseo

Esta Yerma es una obra que goza de un reparto solvente, encabezado por una potente María Hervás. Comienza de una manera más sutil para lograr ese culmen lleno de rabia y sentimiento. Por ende, Hervás es un auténtico maremoto de emociones, que sabe conducirlo mediante su expresión, su movimiento y el uso de las manos, que le permiten llevarlo hacia un trabajo completo. La palabra se halla en un manejo de la voz, muchas veces gutural, que da una Yerma sumergida en lo tosco, pero perfecta en su decisión artística. Después, Isabel Rocatti es una maravilla en escena, llena de verdad, cercanía y dándole pura cotidianidad sin perder la poética de la palabra. De esta forma, se convierte en una de las mejores interpretaciones de la obra. Por otra parte, Bàrbara Mestanza fascina con su lenguaje corporal.

Yolanda Sey logra también una actuación de alto nivel, donde se mezcla una frescura muy bien traída combinado con carácter y seguridad. Por ello, llama la atención de los espectadores, pese a no tener un personaje fijo durante la pieza. Por su lado, Joan Amargós, consigue un resultado plausible, que acompaña sin problema. Lo mismo sucede con David Menéndez, en ambos casos, resulta más efectiva su presencia como vehículos de expresión musical. Por lo que, de alguna forma, podrían darle un poco más de presencia a su labor en la parte más textual. Marta Ossó completa el elenco, encontrándose en una dicotomía que causa interés en su trabajo. Desde una facción, se encuentra frágil, tierna, mientras que por otra está más desenfadada. Así, donde más llama la atención, es en la primera.

Centro Dramático Nacional
Foto de Silvia Poch

La cárcel de la raíz

El primer contacto con Yerma es una escenografía impetuosa, con un estilo visual muy atractivo, que se identifica fácilmente con el cartel que ya llama la atención de por sí. Como si se tratara de una cárcel de oro, las tonalidades blancas le permiten a la obra adquirir ese cariz de paz rota con brusquedad. Gracias a ello, el espectador formula unas expectativas que buscan ser cumplidas. Sin embargo, no logra sacarse partido todo lo que se pudiera a esa estructura, dado que se mantiene excesivamente estática. Además, no se lo facilita una iluminación que durante más de la mitad de la pieza, se mantiene en un mismo tono. Aun así, se ven sus posibilidades en la escena de la romería o de la visita a Dolores, donde se produce un éxtasis artístico y visual de alto nivel, ahí es donde se ve que el espectáculo puede ir más lejos.

El espacio sonoro es otro de los grandes alicientes para acudir a ver Yerma, presentado por Raül Refree. Una melodía desnuda, haciendo de caja de percusión los propios cuerpos, creando el ritmo musical en directo, demuestra un estupendo gusto en el compositor. Únicamente, se echa en falta algo más de solemnidad en algunas partes, aunque se valora positivamente el matiz que sabe a pueblo y que homenajea el carácter original de la obra. El vestuario es una auténtica maravilla, se ve un diseño muy lúcido y que consigue dar personalidad a los personajes, lo que indica un buen acabado desde este departamento. Por último, el ritmo es constante, no hay grandes aspavientos hasta el último acto, y podría haberse dado más intensidad. En consecuencia, puede sentirse que sea un montaje demasiado llano.

Yerma obra
Foto de Silvia Poch

Conclusión

Yerma es una obra que logra despertar en una versión que respeta el libreto original de Federico García Lorca, poniendo especial foco en la poesía de la palabra y en la desesperación de la protagonista. Sin embargo, aquellas partes que buscan renovar el famoso clásico, no logran la misma fluidez y cohesión que el material original. Por otro lado, el reparto consigue buen resultado, destacando el excelente trabajo de María Hervás, Isabel Rocatti y Yolanda Sey. A nivel técnico y artístico, comienza desde un nivel de calidad, atractivo estéticamente, una idea bien ejecutada, que podría aprovecharse todavía más como se demuestra en la escena de la romería. La pasión de la maternidad deshecha se torna en obsesión que se viste en las carnes de María Hervás en una versión notable.

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