Patricia Ortega regresa con su segundo largometraje, bajo el título de Yo, imposible. La realizadora venezolana se ha convertido en una de las promesas emergentes de la industria del cine LGBT en el país sudamericano. Se alzó con el premio Silver Precolumbian Circle por "El regreso", su ópera prima, en el Festival de Cine de Bogotá, además de estar nominada a la mejor película. Con este film obtuvo una nominación en el Festival de Cine Taipei en la categoría de Mejor Nuevo Talento Internacional - Gran Premio. Ha sido una de las apuestas más personales del 24º Festival LesGaiCineMad 2019.
Crítica de 'Yo, imposible'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Yo, imposible
Título original: Yo, imposible
Reparto:
Lucía Bedoya (Ariel)
Belkis Avilladares (Ana)
María Elena Duque (Madre de Ariel)
Adyane González (Doctora Clemencia)
Santiago Osuna (Carlos)
Año: 2018
Duración: 85 min
País: Venezuela
Director: Patricia Ortega
Guion: Patricia Ortega & Enmanuel Chávez
Fotografía: Mateo Guzmán
Música: Álvaro Morales
Género: Drama
Productora: Antorcha Films & Mandragora Films
Tráiler de 'Yo, imposible'
Sinopsis de 'Yo, imposible'
Yo, imposible presenta a Ariel, una joven modista religiosa que, tras un encuentro sexual fallido, descubre el secreto que su familia lleva desde siempre intentando ocultarle: cuando nació era intersexual, pero, tras una cirugía correctiva, la criaron como una niña. Ahora se encuentra con que debe tomar una decisión: continuar con su vida como mujer, aceptada socialmente pero reprimida, o vivir como intersexual y soportar que la sociedad la juzgue por ello. (FESTIVAL LESGAICINEMAD 2019).
Biografía personal
Patricia Ortega es la persona detrás de Yo, imposible, una historia visceral que cocina a fuego lento las vivencias de Ariel. El guion lleva los sucesos desde dos vías en paralelo, que permite al espectador ir conociendo el misterio que hay alrededor de la joven. Hay ese suspense íntimo, que se muestra desnudo y sin ningún tipo de adorno. La realizadora ha sabido cuidar una obra que necesitaba ese factor personal, pero también desgarrador en el que las palabras no son lo más importante. Por lo cual, envuelve al público en un ambiente que surge desde el interior, desde las entrañas del dolor y el desconcierto. Es increíble la capacidad de plantear esa reflexión sobre la audiencia sin tratar de caer en un efecto lacrimógeno, aunque, sí es una nube de emociones que acompañan al relato principal. Una realidad poco mostrada en sociedad.
Luego, las relaciones que surgen entre los personajes son un microcosmos personal que sucede en un escenario social. Por lo tanto, hay un impacto por la representación de la hipocresía del bienestar y esa necesidad de reprimir ciertas actitudes, en este caso, en Venezuela. La manera de reivindicar y denunciar las desigualdades en torno a la intersexualidad se hace desde una elegancia sentimental, pero además, hay que incidir en que aprovecha para dar conocimiento al público sobre la situación personal y emocional que la envuelve, todo un acierto. Únicamente no termina de redondear su resultado en algunas partes de su guion al quedarse estancado y no terminar de resolverlo de una manera orgánica. Esto deja una sensación de falta de fluidez en algunas partes, pero, por suerte, sabe sobreponerse a ello y deja una historia con mucha alma.
El minimalismo emocional
El peso emocional de Yo, imposible recae sobre todo en Lucía Bedoya. Tiene la dificultad de tener que abordarlo desde una perspectiva más expresiva, no verbalmente, pese a ello, consigue que el espectador comprenda el mensaje. Por lo cual, Bedoya lo resuelve de una manera excelente y entra hasta lo más profundo de su personaje para mostrar una interpretación tan cruda como la vida misma. Es impresionante la manera en la que transporta al espectador a una realidad tan viva. El trabajo de contención de la actriz se debe destacar, dado que suma a esa explosión sensitiva que hay durante su arco evolutivo como personaje. Sin duda, ha dejado toda el sentimiento en el film y es uno de los ingredientes que eleva su nivel. Está enorme y recuerda mucho a la brillantez que tuvo Catalina Sandino con “María llena eres de gracia”.
Por otro lado, Belkis Avilladares parte desde un espacio que se mantiene en segundo plano durante el relato, pero sabe pisar fuerte en sus secuencias. Transmite al espectador toda esa energía en la que se mezcla la seducción, el deseo y la liberación. Sabe crear, junto a Bedoya, un combo opuesto que confluyen de una manera soberbia. De esta manera, da más complejidad a Ariel, por lo que hay un factor de altruismo actoral que es de apreciar. Luego, otra de las interpretaciones que más impactan al espectador es la de María Elena Duque. Es uno de los retos más complicados y lo hace satisfactoriamente. No entra a que se juzgue a su personaje en ningún momento, sino que a través de su actuación muestra esa ignorancia intrínseca en lo desconocido y esa fobia por lo diferente. Es impresionante la mezcla de sentimientos que aflora en el espectador.
Rompiendo fronteras
El estilo de Yo, imposible se revela desde su primera secuencia. Se trata de un film creado desde una vertiente más independiente. Por lo cual, utiliza recursos estilísticos alejados del espectáculo visual, para dar forma a una historia visualmente realista y sin adornos innecesarios. La fotografía realiza una gran labor, manteniendo esa identidad artística en la que prolifera una tensión constante, transmite el malestar que hay en el propio film. Después, la dirección artística es exquisita. Han sabido transportar al público una historia cotidiana, con una verosimilitud en escena que permite que se conozcan más los distintos estilos de vida que puede haber en el país sudamericano. Uno de los elementos más brillantes es mostrar ciertas escenas con total naturalidad, sin edulcorantes. Sobrecogedor pero necesario, el espectador agradece ese aspecto directo del film.
Otro de los elementos plásticos más notorios es la utilización de historias de vida y el metacine. De esta forma, expone que no se trata de un tema aislado, sino escondido. Por lo cual, realiza un montaje desde una verdad que lleva a una sensación de ir paulatinamente, logrando ese aspecto cautivador. Sin embargo, hay que destacar que a veces se ralentiza en exceso la acción, lo que podría provocar en el espectador cierta sensación de irregularidad con un ritmo que presenta momentos de detención, aún así, sabe remediarlo y su resultado global es efectivo. Sin embargo, no se puede negar que, por su duración, influya y la audiencia se percate de ello. La ausencia de música no juega en su contra, sino que potencia ese dramatismo visual. Por lo tanto, ofrece una película muy interna y sobre todo, humana.
Conclusión
Yo, imposible es una película necesaria que da una visión muy íntima sobre la intersexualidad. Hay un factor humano que transmite y conecta con el espectador y deja un resultado muy visceral e íntimo. Lucía Bedoya está soberbia y eleva la calidad del film. Técnicamente obtiene un carácter muy personal con una realización artística muy interesante. El ritmo, en ocasiones, se estanca y por ello, provoca que el resultado se ralentice. Aun así, hay una verdad tan cruda, que el efecto en el espectador es cautivador. Un retrato desde las entrañas que no deja indiferente a nadie e invita a una reflexión muy profunda de los esquemas sociales que todavía siguen vigentes.