La compañía ThreeR Teatro mantiene su gira de Aire por distintas ciudades de España. Esta versión del mito de Semíramis bebe de "La hija del aire", de Calderón de la Barca con una dramaturgia renovada y actualizada. Además, goza de una poesía sobre el abuso, la violencia sobre la mujer y el machismo. José María Esbec realiza la dirección de la pieza teatral, que cuenta con Felipe García, Venus López, Zaida Alonso, Fernando Mercè y Daniel Orgaz en el reparto.
Reparto: Felipe García Vélez (Tiresías / Nino) Venus López (Semíramis) Zaida Alonso (Semíramis) Fernando Mercè (Subinspector Menon / Licas) Daniel Orgaz (Agente Chato / Friso)
Duración: 70 min. apróx. Dirección: José María Esbec Dramaturgia: José María Esbec Apoyo a la dramaturgia: Zaida Alonso y Fernando Mercè Escenografía: Rosalía Pérez Iluminación: Tomás Ezquerra Video escena y espacio sonoro: Miguel Álvarez Diseño gráfico: Fernando Mercè Comunicación: Zaida Alonso Producción: ThreeR Teatro
Tráiler de 'Aire'
Sinopsis de 'Aire'
Aire nos presenta a Semíramis, que vive enjaulada desde su nacimiento al cuidado de Tiresias, un anciano ciego que le cuenta historias de dudosa credibilidad sobre sus padres y su origen. Alertados por los vecinos, dos agentes de policía ponen fin a este encierro de 12 años que se convierte en un caso mediático y que marcará la vida de la protagonista, que a partir de entonces pasa su adolescencia, marcada por la violencia y los abusos, en varios centros de acogida. Ya adulta, Semíramis deja atrás su pasado y se incorpora al mundo laboral como becaria de la compañía energética Nínive SA, donde desarrollará una meteórica carrera empresarial pese a las numerosas trabas que, por ser mujer, encontrará en su camino. Un ascenso y una caída que siempre estuvo en sus manos, o en las estrellas. (CORRAL DE LA COMEDIA).
Una mujer juzgada
El mito de Semíramis ha inspirado multitud de obras culturales a lo largo de la historia, teniendo diferentes acepciones según el prisma que se contaba. En esta ocasión, la compañía ThreeR Teatro extrae una versión arriesgada y experimental, donde pone el foco en la construcción de la figura de la mujer. De esta manera, Semíramis se aleja de una visión que la posicionaba como una villana sedienta de poder y lujuria, para abrazarla en una sensibilidad más acorde al abuso y la violencia de género que se expone en Aire. Así se va profundizando con una poética muy sutil sobre la evolución de una persona, nacida del trauma y criada en el dolor. Por lo cual, la sensación de encierro, de desesperanza, de sin sentimientos se aderezan con la resilencia de la supervivencia vital de su protagonista.
Además, el resto de personajes fundamentales de la obra, marcadas por el género masculino, dejan patente el poder de antaño. Sin embargo, la dramaturgia apuesta por extrapolarlo a la actualidad. Gracias a ello, se hace un paralelismo entre los grandes imperios de la Historia, con los creados ahora en los despachos y mercaderes del poder, llamados empresarios. Después de ver la obra, deja una sensación de pensamiento, que se traduce a los días siguientes donde sigue el poso reflexivo. Por lo cual, esta pieza teatral remueve de una forma totalmente contemplativo los saberes y los aprendizajes que se extraen de ella. Dicho de otra forma, no es una obra que se disfrute en dicho momento y ya, sino que va más allá y se queda clavada en la mente de los espectadores.
La venganza del dolor
Son un total de cinco intérpretes los que se ponen sobre el escenario para dar vida a Aire. En primer lugar, destacar la gran conjunción que se forma entre ellos, donde las actrices brillan con una potencia espectacular. Asimismo, los actores acompañan en una sintonía pertinente, dando valor al mensaje que se quiere plantear. Venus López realiza una labor interpretativa en la que hay un contraste sustancial, muy llamativo. Por ello, aprovecha para exportar todo ese sentir en su primera parte, y, luego, una banalidad correspondiente a la personalidad de su personaje. Sabe conjugar ambas facciones, lo que hace que se un portento escénico. Después, Felipe García Vélez llega con una contundencia escénica, que intensifica su labor sobre las tablas. Se mueve con seguridad, proyecta la voz con una firmeza, que redondea su trabajo.
Por otro lado, la némesis y compañera de López, Zaida Alonso, demuestra una vez esa magia interpretativa que nace en ella. En las primeras escenas, en un perfil menor, después explota todo su buen hacer en las últimas partes. Una majestuosidad elegante, que no necesita de histrionismos ni de elementos innecesarios sobre la escena. Asimismo, aplaudir la emoción contenida que tiene en todo momento. A ello se suma una fragilidad corrompida, con una tenacidad que expresa con verosimilitud todo el remolino interior de su personaje. Luego, Daniel Orgaz aporta frescura a la obra, con una expresividad que equilibra la intensidad del relato. De esta forma, se agradece que haya una liberación más ligera. Por último, Fernando Mercé encuentra puntos en los que luce, aunque podría tener más determinación en el momento de proceder en su ejecución.
El pasado tan presente
Uno de los puntos que más llama la atención de Aire es el minimalismo y audiovisual que presentan en escena, pero escogiendo acertadamente los símbolos que se necesitan. Para comenzar, la jaula y la sangre se transforman en el principal leitmotiv de la obra, que se mezcla con recursos más actuales. Mediante estos iconos, se puede ver como la compañía mezcla aquellos tributos más clásicos, de la obra original, con esta versión moderna. El espectador queda asombrado ante una poesía más sencilla, pero igual de efectiva. Lo mismo sucede con la pistola, y la repetición que conlleva a ello. Al principio, puede desconcertar, pero según avanza la obra, se comprende a la perfección la metáfora de lo que significa. Después, la coreografía de los actores sobre el escenario lleva una ejecución muy cuidada, donde el espacio escénico cobra una vitalidad muy plausible.
El espacio sonoro aprovecha las voces para crear un influjo más cercano, que se entremezcla con unos silencios y efectos de sonido en su justa medida. También sería importante subrayar el símbolo de la paloma y del aire, algo heredado de la propia obra de Calderón de la Barca, además de la propia mitología de Semíramis. No obstante, hay algunos objetos, como las coronas, que no terminan de casar con la personalidad de la obra. El ritmo de la obra podría ser más fluido, a pesar de entender el estar dividido en diferentes capítulos. Las transiciones se dilatan ligeramente en el tiempo, lo que hace que la concentración del espectador, en toda esa vorágine de acción, se desapegue un poco. Aun así, el resultado es fructífero, dada la sensación de reflexión que deja sobre el público una vez terminada.
Conclusión
Aire es una reinterpretación del mito de Semíramis con una acepción moderna, fresca y potente. A pesar de una dramaturgia que puede causar extrañeza en su principio, pronto se puede ver ese influjo profundo, visceral y feminista que dan firmeza y contundencia a la obra. Después, el elenco actoral está inmenso, en especial, Venus López y Zaida Alonso, que transmiten la complejidad de sus personajes. La propuesta escénica es minimalista, pero con unas metáforas visuales muy elaboradas. La poética del dolor, de la violencia, que se consuman en un alegato por la libertad poética contemplativa.
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