Anto Rodríguez estrenó el pasado 14 de octubre Al altu la lleva. Esta creación teatral se enmarca dentro de la VIII Muestra de Creación Escénica Surge Madrid, uno de los certamenes culturales más importantes de España. Esta mezcla de canto, baile, danza y cuerpo se resumen en la expresión asturiana que le da nombre, que significa "a grito pelado". Además del trabajo de Rodríguez, también contó con la labor musical de Óscar Bueno. Se pudo disfrutar hasta el 15 de octubre en DT Espacio Escénico, ubicado en pleno centro de Madrid.
Título: Al altu la lleva Título original: Al altu la lleva
Reparto: Anto Rodríguez
Duración: 65 min. apróx. Dirección: Anto Rodríguez Creación: Anto Rodríguez
Asistencia, espacio sonoro y música original: Óscar Bueno Producción: Anto Rodríguez
Sinopsis de 'Al altu la lleva'
Canto y el cantar es otro hacer, otra teatralidad, otra coreografía.
El aire baila con las cuerdas para que nos encontremos.
Este es un concierto performativo o/y una pieza de danza en la que baila la voz. Es la continuidad eterna del bucle del «Baila Casanova» de Paulina Rubio, diosa del tiempo. Es Mónica manteniéndose arriba incluso cuando está abajo. Son las clases de canto de OT en las que aprendí a cantar y los discos de «Popstars» con las versiones karaoke de las canciones del concurso.
Al altu la lleva es una expresión asturiana similar al castellano “a grito pelado”. (SURGE MADRID 2021).
El amor en sus distintas vertientes
Anto Rodríguez lleva al público ante un concierto experimental, en el que mezcla karaoke, voz y Asturias para hablar de las relaciones personales, de las anécdotas y, en resumen, del amor. Con Al altu la lleva, el creador teatral explora la cotidianidad de las vivencias que surge en la naturalidad del día a día y de los diferentes procesos que pueden componer las experiencias sentimentales de una persona. El artista asturiano no solo indaga en los vínculos románticos, sino también en la interacción interpersonal con otros tipos de relación como la amistad, la familiar, e incluso con el profesorado. En consonancia con la identidad del espectáculo, se presenta más como una conversación retórica entre Rodríguez y los espectadores. De esta manera, fabrica un vínculo personal muy bien formulado, permitiendo que el público se sienta como en casa.
Aunque aparentemente pueda parecer fácil en lo que cuenta Rodríguez sobre la escena, se ve un planteamiento realizado antes del espectáculo. Dicho de otra forma, no se deja todo a la improvisación, sino que hay una estructura que permite que haya una coherencia narrativa en lo que se está contando. Por otro lado, las excentricidades que adornan los distintos relatos de los que hace partícipes a los asistentes son un auténtico soplo de aire fresco. Asimismo, también encajan de una forma fluida esos pequeños gags en forma de improvisación, dando ese toque de ser una función única, al no repetirse lo mismo en otros pases. Esta obra hace que no se tenga muy claro que es lo que se ha experimentado, pero tampoco se necesita saberlo. Por lo tanto, deja una sensación agradable y se agradecen propuestas que rompan con lo establecido.
Una relación efímera
Como se menciona en Al altu la lleva, la relación que establece el espectador con Anto Rodríguez es efímera, esporádica, como una cita de Tinder que se acaba en la primera. El artista multidisciplinar conoce a la perfección el espacio, lo que quiere transmitir en él, así como a las energías que fluctúan sobre el escenario. Por esa razón, su lenguaje no verbal se acomoda, se muestra sin florituras, sin imposiciones, sino dejando salir lo que es él. Sin conocerle personalmente, el efecto que provoca sobre los asistentes es una cercanía absoluta, lo que se encamina hacia la intención que tiene con su forma de proceder. Por tanto, se transmite una humanidad más descarnada, permitiéndole la posibilidad de tomarse diversas licencias creativas que funcionan sobre la escena.
Sin ese compadreo entre espectadores y Rodríguez, toda esa ejecución artística no obtendría el mismo efecto. Por otro lado, hay que aplaudir los distintos estadios por los que va pasando durante toda la duración de la obra. En primer lugar, el baile es una de las partes en las que hay ese punto de comedia, pero al mismo tiempo una concentración de energía agradable. Después, se combina con cánticos que rememoran a su Asturias natal, así como a la combinación de estilos musicales desde Paulina Rubio, pasando por Bertín Osborne hasta la ópera. Para terminar, queda mencionar que utiliza la expresividad de su cuerpo al máximo y en consonancia con la obra. Únicamente, hay algunos espacios y risas que pueden dar la sensación de ser producto del nerviosismo escénico y no tanto del planteamiento artístico.
Los retales del sentir
Una vez se entra en la sala para disfrutar de Al altu la lleva, el primer encuentro es una consecución de cuerdas que descienden desde el techo. Además, también está Anto Rodríguez recepcionando a los espectadores, estableciendo algunas conversaciones que preparan la experiencia que viene a continuación. Ese periplo de cuerdas no son un mero escaparate visual, sino que van tomando forma añadiendo más elementos a la propuesta escénica. De esta forma, se produce cierta metáfora nostálgica, del significado de los retales, de los manteles, esos elementos de cada casa que toman más importancia fuera de los hogares, incluso más que cuando están en ellos. Así lleva al público a unirse a ese campo personal, a esa vertiente más íntima, lo que casa a la perfección con la esencia de este espectáculo.
A pesar de una construcción minimalista durante el principio, la puesta en escena va completándose con varios elementos, que demuestra una ejecución mucho menos sencilla de lo que pudiera parecer en un primer momento. Gracias a esta evolución sobre las tablas, se va sacando partido según va transcurriendo la obra, por lo que no se mantiene estática. De esta manera, va pasando por distintas fases y eso le da más amplitud artística. También sucede lo mismo con la selección musical, canciones que pueden parecer que no encajan, terminan por hacerlo por la inteligente forma de unirlas. Para terminar, mencionar que el final navega en un ambiente existencial, a la par que mantiene esa simbología única y singular que hay en Anto Rodríguez. Sin desvelar nada, los espectadores pueden esperar un desenlace que no sigue las normas habituales de lo que se suele ver sobre los escenarios.
Conclusión de 'Al altu la lleva'
Al altu la lleva es un espectáculo que triunfa por la singularidad, el excentrismo y la cercanía que emergen desde la creación de Anto Rodríguez. De principio a fin, hay una mezcla de estilos que convergen en esta conversación directa entre artista y público. La historia se combina con una puesta en escena gratificante y atractiva, donde se unen la familiaridad y lo cotidiano con lo experimental y lo performático. Además, hay ese toque anecdótico y nostálgico, sin perder de vista la sinceridad con la que se plantea. Un cántico a las relaciones interpersonales envuelto en una catarsis artística llamativa y personal.
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