José Andrés López es la cabeza pensante detrás de Alexandra (llévame pronto). También ha contado con Paula Amor en la parte de dirección. Además, el equipo artístico está formado por Elisa Forcano, Patricia Jorge, Felipe Muñoz y Aldán Pino. Esta obra investiga sobre el paso del tiempo, la vejez, las diferencias generacionales y cómo el sexo es una forma de relacionarlas. De esta forma, han realizado un proceso donde han utilizado herramientas de distintos formatos teatrales: inmersivo, textual, performance, o improvisación. Se ha estrenado durante Surge Madrid 2020 los días 16, 17 y 18 de octubre de 2020 en la Sala Cuarta Pared.
Crítica de 'Alexandra (llévame pronto)'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Alexandra (llévame pronto)
Título original: Alexandra (llévame pronto)
Reparto:
Elisa Forcano
Patricia Jorge
Felipe Muñoz
Aldán Pino
Duración: 90 min. apróx.
Dirección: Paula Amor y José Andrés López
Dramaturgia: Paula Amor y José Andrés López
Diseño de iluminación: Antiel Jiménez
Creación audiovisual: Paula Amor
Coreografía y fotografía: Elisa Forcano
Producción: Amor Producciones
Programación de Surge Madrid 2020 con 'Alexandra (llévame pronto)'
Sinopsis de 'Alexandra (llévame pronto)'
Durante el periodo que llevamos investigando, Alexandra (llévame pronto) está siendo una reflexión sobre las distintas edades y sobre el sexo como forma de relacionarlas.
Hemos explorado qué juventud y qué vejez hay en nosotros y también nos hemos relacionado con gente de mayor edad.
Al ser temas tan universales, sólo nos queda rescatar lo más íntimo de nuestra individualidad para hallar algo que nos una.
Durante el proceso han aparecido herramientas del teatro inmersivo, el teatro textual, el teatro performático, la improvisación y, en definitiva, todo lo necesario para poder crear una pieza-dispositivo que incide en el encuentro de los cuerpos, siendo este siempre un suceso vivo e imprevisible. (SURGE MADRID).
Hablemos de sexo
Paula Amor y José Andrés López buscan una reflexión sobre la vejez y la juventud con el sexo como telón de fondo. Por lo cual, Alexandra (llévame pronto) afronta esta temática dentro de todas sus vertientes. Sin embargo, el conflicto surge en una historia en la que hay un hilo conductor difuso, que funciona en ocasiones y falla en tantas otras. Mientras que se entiende bien el concepto de los cuerpos y su significado, se excede en la improvisación irreverente que ocupa gran parte de la pieza teatral. Por lo tanto, el espectador se encuentra ante una conversación que tiene su gracia al principio, pero que termina por volverse reiterativa y no aportar más que la comedia innecesaria. Ahí halla su principal conflicto al no extraerse una expresión detrás. Se comprende que haya una intención de romper con lo establecido, pero su ejecución no llega a plantearlo correctamente.
Por otro lado, en plena crisis de la COVID-19, hay que ser cuidadosos con ciertos detalles, que, por nimios que sean, es importante respetar. Por ende, que en pleno monólogo cómico sexual se pide a un espectador, de forma figurativa, a “bajarse la mascarilla”. Se entiende perfectamente que ni los actores, ni los dramaturgos, lo expresan de forma literal para que lo haga el público, pero no todos los asistentes entiende la sutilidad del lenguaje abstracto. Por otro lado, hay que destacar que se siente la potencia de la idea primigenia y que, sin duda, hay una reflexión interesante. A pesar de ello, no termina de definirse, por lo que da la sensación de estar ante un batiburrillo de estilos que no combinan de una forma orgánica. Sin embargo, se podrían pulir algunos aspectos excesivamente vulgares y dejarlos en un plano políticamente incorrecto, pero con un significado detrás.
La comunicación de los cuerpos
Para dar vida a Alexandra (llévame pronto) se han escogido cuatro actores, dos chicos y dos chicas. En primer lugar, Elisa Forcano se consolida en la escena con una expresividad estupenda. Por un lado, derrocha sensualidad y un uso del cuerpo muy creativo, transmitiendo a través de ella todo ese movimiento, esa sensación de cambio. Y, por otro, la utilización de la voz, la cual funciona en todo momento y se notan sus tablas sobre el escenario. Por lo tanto, se convierte en una de las mejores interpretaciones de la obra teatral. Después, Felipe Muñoz tiene una personalidad singular, que se une con un talante interesante. Asimismo, tiene una presencia natural y maneja la teatralidad con lo coloquial de una forma equilibrada y triunfando en los distintos registros que muestra sobre las tablas.
Sin embargo, no ocurre lo mismo con Aldán Pino, que sabe llevar el ejercicio corporal a un nivel notable y retuerce su expresión al máximo, pero se pierde en la comunicación interpersonal con el público. De esta manera, aunque se comprende la tonalidad que requiere, no lo encamina fluidamente y cae en un plano más externo. Aún así, en las escenas que debe utilizar su propio cuerpo como vehículo artístico, sabe encauzarlo y dar ese efecto. Lo mismo ocurre con Patricia Jorge, aunque, en su caso, se percibe su potencial pero todavía tiene que evolucionar más en el crecimiento teatral. Aún se nota cierta imposición en momentos en los que se pide más socarronería o acidez cotidiana. En conjunto, los cuatro brillan en la formalidad del espacio y en la escucha con su compañero, con una química suficiente.
La confusión de la técnica
Su propia carta de presentación ya daba indicios de lo que el espectador podía encontrar en Alexandra (llévame pronto). Para comenzar, se puede intuir que el estilo teatral quese busca se enmarca dentro del teatro alternativo. Por lo cual, su inicio se convierte en una pieza de teatro inmersivo, donde el público debe responder a las preguntas que se le plantean desde sus butacas. Después, continúa con una performance, que crea ese ambiente sexual, políticamente incorrecto, pero que acierta en la incomodidad que provoca el tratamiento del sexo. A pesar de ese principio tan prometedor, pronto llega el momento de la improvisación y el diálogo con los espectadores durante un período de tiempo prolongado. Además de lo mencionado en la dramaturgia, la imaginación del espectador se diluye cuando se alarga en el tiempo y no obtiene el impacto que buscan.
De esta manera, cae en un divertimento inconsciente, que persigue esa dualidad de la vejez, pero que activa sensaciones tan dispares que se acerca a la comedia, pero se aleja de un fin real. Por esta razón, se mueve más en un dadaísmo que puede gustar a un sesgo del público, pero horrorizar a otra parte. Sin embargo, lo que queda claro es que no empasta con suficiente cohesión y navega en un estilo que empieza y termina abruptamente. A pesar de ese traspiés, en su parte principal, luego hay aspectos muy artísticos y con una metáfora visual interesante. Por ejemplo, el juego de sombras con la desnudez del propio cuerpo, hace que haya una llamada a esa nube de misticismo. Lo mismo sucede, aunque apoyado en la palabra, las recreaciones con las situaciones contadas por el bastón. No obstante, en el colofón final se desinfla, dando un resultado tibio.
Conclusión
Alexandra (llévame pronto) es una obra experimental que busca hablar de la vejez, del sexo y del cuerpo. Por lo cual, la dramaturgia se sumerge en este torbellino de conceptos abstractos, perdiéndose finalmente en un batiburrillo que no encuentra su camino. Con lo cual, deja un resultado que se agrieta por la falta de cohesión. A nivel interpretativo, destacan Elisa Forcano y Felipe Muñoz, con una calidad artística destacable y un uso exquisito de la expresión corporal y su relación con el espacio. Después, el montaje tiene potencial, pero se pierde en el apartado de la improvisación que se alarga en el tiempo. Además, cruza la línea entre lo ácido y lenguaraz con la vulgaridad injustificada. Un análisis del paso del tiempo y el significado del sexo como método de expresión, que se queda en una tormenta de estilos inconexos y deja una sensación fría e irregular.
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