Yorgos Lanthimos se ha erigido en un autor europeo al que los cinéfilos de todo el mundo tienen siempre en cuenta con cada estreno suyo. Después de la sublime y terrorífica  Canino (2009), con la que el griego triunfó en Cannes y obtuvo una nominación al Oscar, su sucesora Alps sigue la misma vena sectaria y desagradable que su predecesora, y consigue mantener su hipnotizante arco de tensión hasta el final. Tan desgarradora y extrema como Canino, Alps no quiere llegar a serlo, sin embargo de un modo sutil, profundiza en los mismos temas planteados en aquella. La estrafalaria familia se cambia ahora por una organización que se encarga de sustituir a personas fallecidas. Estrenada en salas de cine españolas el 13 de abril de 2021.



Alps película

Crítica de 'Alps'

Ficha Técnica

Título: Alps
Título original: Alpeis (Alps)

Reparto:
Aris Servetalis (Camillero)
Johnny Vekris (Entrenador)
Angeliki Papoulia (Enfermera)
Erifili Stefanidou (Dama ciega)
Ariane Labed (Gimnasta)
Stavros Psyllakis (El padre de la enfermera)

Año: 2011
Duración: 89 min.
País: Grecia
Director: Yorgos Lanthimos
Guion: Yorgos Lanthimos, Efthymis Filippou
Fotografía: Christos Voudouris
Música:
Género: Drama Psicológico
Distribuidor: Avalon Distribución Audiovisual

Filmaffinity

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Tráiler de 'Alps'

Sinopsis

Una enfermera que trabaja por las noches en un hospital se ocupa de atender las necesidades de las familias que han perdido a sus seres queridos. Forma parte de un grupo llamado "Alps", cuyos miembros ofrecen, a cambio de dinero, reemplazar a los muertos en la vida diaria de esas familias.

Dónde se puede ver la película en streaming



El teatro del duelo

Imagina pagar a un extraño para que imite a tu madre muerta, que prepare su café exactamente como lo hacía ella, que critique tu ropa con sus mismas palabras, que se siente en su sillón favorito, eso es Alps, un servicio clandestino donde el cariño se contrata por horas. El grupo, actúa con la disciplina de una secta, su líder, un enfermero obsesivo, asigna roles como un director de casting sádico.

La trama de Alps gira en torno a una enfermera que, ávida de conexión humana, se obsesiona con sus personajes hasta perder su identidad, pero aquí no hay giros dramáticos ni revelaciones épicas, el guión avanza como un sueño febril, con escenas repetitivas de actuaciones absurdas. Yorgos Lanthimos no juzga, expone, y en ese espejo deforme, vemos reflejada una sociedad que prefiere el simulacro al vacío.

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La frialdad calculada

Yorgos Lanthimos dirige como un científico observando ratas en un laberinto, la cámara, siempre fija, encuadra a los personajes en planos frontales que parecen fotos policiales, no hay música, solo sonidos ambientales amplificados, el crujir de una silla, el tintineo de una cuchara, los diálogos, entregados con tono monótono, suenan como si fueran leídos de un manual de instrucciones.

El ritmo de Alps es deliberadamente lento, casi hipnótico, en una escena, la enfermera practica su papel de tenista muerta frente a un espejo, repitiendo movimientos hasta que se vuelven mecánicos, la cámara no se mueve durante tres minutos, es insoportable y ese es el punto.

Lanthimos nos fuerza a confrontar la incomodidad de un duelo convertido en rutina, pero cuando la idea ya está clara, la repetición cansa. Hay genialidad en su minimalismo, pero también arrogancia, como si despreciara a quien pide algo más que conceptos.

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Robots de carne y hueso

Aggeliki Papoulia, musa habitual de Yorgos Lanthimos, brilla en su papel de mujer desintegrada, sus ojos vidriosos, su sonrisa tensa y sus gestos calculados transmiten una angustia que nunca termina de estallar. Papoulia logra lo imposible, hacer creíble a alguien que olvidó cómo ser humana.

El resto del elenco actúa con la misma frialdad programada, el líder de Alps, habla como un robot dictando normas, y la familia doliente parece más aburrida que triste.

Es un riesgo, si todos son planos, ¿importa algo? Lanthimos apuesta por la alienación total, pero sin un contrapunto de humanidad, el ejercicio se siente académico, no visceral.

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Un mundo de grises

La fotografía convierte cada escena en un cuadro de Edward Hopper vaciado de color, los interiores son clínicos, hospitales con paredes blancas, salas de estar impersonales, gimnasios iluminados con luces fluorescentes, hasta el exterior parece un decorado. El sonido, o más bien su ausencia, es clave, no hay música que manipule emociones; el vacío es la verdadera banda sonora, pero esta elección, aunque audaz, termina aislando al espectador en vez de involucrarlo.

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Conclusión de 'Alps'

Alps no es para todos, es una película que te observa desde la distancia, desafiándote a abandonarla o a sumergirte en su frialdad. Yorgos Lanthimos no quiere que te identifiques con los personajes, quiere que analices su patología como un entomólogo, y en eso triunfa, pero también falla, su desapego emocional, tan deliberado, puede resultar tan estéril como el duelo que critica.

¿Vale la pena? Sí, como experiencia intelectual, ¿Quedará su mensaje en tu memoria? Depende, hay momentos de genio, pero también largos tramos que prueban la paciencia de hasta el más cinéfilo.

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