Amy Adams es madre en Canina (Nightbitch), la nueva película de Marielle Heller. En varias ocasiones la directora ha afirmado sentirse atraída por historias que tratan temas incómodos para el público general. No es casualidad, entonces, que haya escogido adaptar el libro Nightbitch, de Rachel Yoder. Mucho menos después de que ella misma se convirtiese en madre. La película se estrenará en Disney+ el próximo 24 de enero de 2025.



Canina (Nightbitch)

Crítica de Canina (Nightbitch)

Ficha Técnica

Título: Canina
Título original: Nightbitch

Reparto:
Amy Adams (Madre)
Scoot McNairy (Marido)
Mary Holland (Miriam)
Ella Thomas (Naya)
Kerry O'Malley (Madre de la madre)
Jessica Harper (Norma)
Michaela Baham (Madre de joven)
Stacey Swift (Freida)
Garrett C Phillips (Servidor)
Zoe Chao (Jen)
Michael Andrew Baker (Hombre en el mercado)
Laura Meadows (Patrocinadora de la galería)
Preston Galli (Niño en el tren)

Año: 2024
Duración: 98 min.
País: Estados Unidos
Director: Marielle Heller
Guion: Marielle Heller. Novela: Rachel Yoder
Fotografía: Brandon Trost
Música: Nate Heller
Género: Comedia. Drama
Distribuidor: Twentieth Century Studios España

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Canina (SIN COLECCION)
  • Yoder, Rachel(Autor)

Sinopsis

Una mujer hace una pausa en su carrera profesional para convertirse en madre y ama de casa, pero pronto su vida doméstica toma un giro surrealista. A medida que acepta el poder salvaje profundamente arraigado en la maternidad, se vuelve cada vez más consciente de las extrañas e innegables señales de que se puede estar convirtiendo en un perro.

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Masticando la maternidad porque se me hace bola

Permitidme que me desvíe un poco de Canina (Nightbitch) para hablar de algunas nociones que me parecen interesantes en relación al filme. No son muchas las películas que tratan la maternidad desde un punto de vista amplio, atendiendo a todas las aristas de esta nueva etapa vital. A bote pronto se me ocurren The Babadook (Jennifer Kent, 2014) y Huesera (Michelle Garza Cervera, 2022), aunque hay bastantes más.

El tema es que, históricamente, ser madre ha sido siempre una categoría superior a la de ser mujer. Como si una mujer fuese más mujer por ser madre, pero también como si serlo implicase dejar de ser mujer. Pasar a portar un rol de cuidadora diametralmente opuesto al hecho de ser persona. No importa la mujer. Y, en realidad, tampoco importa la madre. Lo que tiene valía es la labor que ejerce la madre. Ella, como humana, a nadie le importa un pimiento.

Históricamente, también, han existido multitud de mujeres que se han opuesto a esta narrativa. Esto me da pie a hablar de Jenny Offill y su monstruo del arte. La autora, en su libro Departamento de Especulaciones, afirma que no quería casarse nunca, que su plan siempre había sido ser un monstruo del arte. Porque bajo un sistema patriarcal no se puede ser mujer, madre y artista de la misma manera que sí se puede ser hombre, padre y artista. Una de esas categorías deberá prevalecer sobre las otras y, además, eso hace que seas mala en lo que dejas de lado. Todo esto, que muchas teóricas feministas han explicado mejor y más detenidamente que yo, propicia un dolor existencial inherentemente aunado al hecho de ser mujer. Y qué mejor que el arte para canalizar toda esta frustración, toda esta rabia.

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La rabia femenina

La rabia femenina (female rage para los más internacionales) es un término que poco a poco ha ido calando en los discursos actuales. Es muy interesante ver el auge del cuestionamiento de las estructuras sociales contemporáneas y la promoción de nuevas formas de vida más equitativas. Muy a menudo, estas creaciones son vistas como radicales, como si pretendiesen enfrentar a hombres y mujeres, como si cualquier ruptura con la tradición y con lo establecido fuera el mayor de los males. Como si las mujeres no tuvieran derecho a sentirse mal, a enfadarse, a quejarse e incluso a equivocarse. De nuevo, la visión patriarcal de la mujer pura, servicial y eternamente agradable.

Canina (Nightbitch) bebe de estos discursos, de la frustración de querer ser madre sin dejar de ser mujer. Pero también de la mirada de superioridad hacia las madres que parecen ser solo eso, madres. Porque, en el fondo, ninguna lo es. La película aboga por la unión, por la sororidad ante el irreparable proceso que sufre la mujer al tener hijos, tanto mental como físicamente. La comunidad es necesaria para entender las estructuras sociales y, a partir de ahí, poder cambiarlas y moldearlas.

Aunque Heller no indaga en estas teorías de forma profunda, sí pone sobre la mesa todos estos temas. Quizá, en algunos momentos de la película, se hubiese agradecido un mayor énfasis en esta rabia del mismo modo que se le pidió a Barbie de Greta Gerwig una reflexión más incisiva sobre el feminismo. Personalmente, no creo que sea errónea la existencia de películas que asientan problemas actuales aunque no se embarquen en profundas disertaciones. Este tipo de discursos deben calar todos los aspectos del cine, del arte, desde los más filosóficos hasta los más triviales.

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Mutaciones físicas y mentales

Heller escribe un irónico guion en el que se exponen situaciones de lo más cotidianas observadas desde un prisma crítico. Las escenas de la Madre (en mayúsculas, porque no tiene nombre, evidenciando la pérdida de identidad) con su marido —que tantas ampollas han levantado y levantarán entre los sectores menos progresistas— son tan reales que generaron rondas de aplausos y vítores en la sala de cine. Canina expone de forma directa, sin florituras ni correcciones, los comportamientos masculinos vergonzantes que muchas mujeres llevan siglos denunciando públicamente. Amy Adams reacciona a muchas de estas situaciones a través del monólogo con una mezcla de reflexión y humor, pero también de rabia. Este toque de atención es un interesante acercamiento al hombre moderno que se piensa libre de patrones de comportamiento patriarcales. Nadie está libre de machismo y es necesario revisar los comportamientos asimilados como normales a nivel social para poder avanzar.

Por otra parte, si bien es cierto que la premisa de la película parece prometer una visceralidad que en la práctica no está muy explorada, la metáfora de la transformación es muy acertada. No solo habla de los evidentes cambios físicos que conlleva el embarazo y el parto para las mujeres, cambios que además se vislumbran en el personaje de Adams. Sino que también trae a colación la sensación de descontrol, de que esas mutaciones corporales y mentales son imposibles de dominar. Heller explica que no hay una manera óptima de ser madre, cada una debe explorar sus opciones y ver cuál es el camino adecuado para encontrar el balance.

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Conclusión de 'Canina (Nightbitch)'

Canina (Nightbitch) es una comedia dramática ligera y divertida que pone sobre la mesa los problemas que conlleva la maternidad para las mujeres. Esta reflexión de carácter reparador insiste en la estructuralidad de la insatisfacción femenina y en la necesidad del cambio. Heller dirige una película que ladra más de lo que muerde, pero que no por ello deja de tener colmillos

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