El israelí Dror Zahavi vuelve a los cines con Crescendo, una película que reflexiona sobre el conflicto entre Palestina e Israel, que sigue siendo de plena actualidad. Cabe recordar que el director es conocido en Alemania, lugar donde ha sido nominado en varias ocasiones por distintos proyectos cinematográficos. En esta ocasión, ha contado con el actor Peter Simonischek, conocido por películas como "Toni Erdmann" o "Sin olvido". Llega a los cines españoles este 16 de octubre de 2020.
Reparto: Peter Simonischek (Eduard Sporck) Sabrina Amali (Layla) Daniel Donskoy (Ron) Mehdi Meskar (Omar) Eyan Pinkovich (Shira)
Año: 2019 Duración: 102 min País: Alemania Dirección: Dror Zahavi Guion: Dror Zahavi, Johannes Rotter, Stephen Glantz y Markus Rosenmüller Música: Martin Stock Fotografía: Gero Steffen Género: Drama Distribución: Adso Films
Crescendo comienza cuando el famoso director de orquesta Eduard Sporck acepta el trabajo de crear una orquesta juvenil israelí-palestina. Se ve rápidamente sumido en una tempestad de problemas sin solución. Habiendo crecido en un estado de guerra, represión y riesgo constante de ataques terroristas, los jóvenes músicos de ambos lados están lejos de ser capaces de formar un equipo.
Alineados detrás de los dos mejores violinistas, la emancipada Layla (palestina) y el guapo Ron (israelí), forman dos grupos que desconfían profundamente unos de otros, tanto dentro como fuera del escenario.
¿Tendrá éxito Sporck y hará que los jóvenes olviden su odio, al menos durante las tres semanas hasta el concierto? (ADSO FILMS).
Dror Zahavi se adentra en uno de los conflictos bélicos más complejos de la historia contemporánea, que se remonta a un bagaje histórico muy profundo. Sin embargo, con Crescendono se rebusca en las heridas que separan al pueblo israelí y palestino, sino que reflexiona acerca de la unidad y de la posibilidad de dar un paso al frente ante el perdón. Desde el principio se puede ver cómo recrea esas diferencias que separan a ambas sociedades, dejando claro que no hay una edulcoración de las realidades que se esconden detrás de sus personajes. A pesar de ello, el discurso se plantea desde una luminosidad positiva, que consigue utilizar ese dolor como el principio de la necesidad de sentarse, por lo menos, a dialogar. Además, está el influjo de orientar la mirada principal del film ante una visión más juvenil.
Por lo cual, el libreto ha sabido plasmar la diversidad entre los distintos jóvenes que forman parte de esta comunidad. No obstante, sigue poniendo el foco en cuatro personajes principales, de los cuáles realmente se sabe el trasfondo de dos de ellos. Por lo cual, a cierta parte de los espectadores les puede dejar con ganas de profundizar más. Lo que sucede es que el relato cambia el registro pronto, dejando claro que la intención es dar un mensaje de unión y no personalizarlo en un solo personaje. De esta manera, permite crear una conexión especial con el público, dado que otorga una humanidad a su historia que hace que cada espectador coloque las figuras que se desee en cada lugar. También hay que destacar un buen uso del maestro Sporck, quién ejerce de hilo de unión y en su propia historia se halla una emoción interesante.
La orquesta
Hay que aplaudir la gran elección de Peter Simonischek como principal sostén dramático de Crescendo, dado que desde el principio se enfrasca en una energía sutil, elegante, pero también cercana y familiar. Por lo tanto, el actor se sumerge en esas heridas emocionales, lo que le permite hacer un buen uso de la expresividad y de canalizar el efecto de lo visual en cada escena. Gracias a ello, hay un equilibrio sensitivo muy propicio para el film, lo que hace que se vaya gestando esa cotidianidad, pero sin dejar apartado el mundo musical. Además, no se puede negar la personalidad arrolladora del alemán, con un carisma que se hace patente en pantalla. Asimismo, es importante mantener un contraste escénico ante un equipo artístico mayoritariamente juvenil. Recuerda, guardando las distancias, al papel de Francesc Orella en la serie “Merlí”.
Por otro lado, Sabrina Amali tiene ese carisma diferente, que le da un toque especial a su interpretación. Aun así, hay algunas secuencias donde esa firmeza se ve algo más forzada, no fluye con naturalidad. Se puede ver su potencial, pero todavía le quedan ciertas pinceladas por pulir. Después, Daniel Donskoy aborda su personaje desde la socarronería y el orgullo. Sin duda, da esa sensación ante el espectador, aunque su validez actoral se gesta en la transformación que ejerce hacia el final del film. Luego, el dúo formado por Eyan Pinkovich y Mehdi Meskar son la parte más ingenua. Por este motivo, los dos actores se dejan invadir por una química más cercana al descubrimiento, a una visión más blanca y no tan madura. En consecuencia, ambos dan esa pizca de inocencia, que también necesita para no caer en la oscuridad dramática.
La música unifica
La música es uno de los menesteres artísticos con más poder, ya que su influjo en aquellos que lo escuchan es certero. Por lo tanto, en Crescendotoda esa vorágine de búsqueda de la paz, se sublima en una buena ejecución de la composición sonora, que transfiere esa melancolía tranquila. A ello se une la propia realización musical de forma diegética, donde la trama gira en torno a la orquesta y a su formación. De esta manera, el sentido expresivo y creativo se une al narrativo, mostrando cómo la unión de las personas en disciplinas artísticas pueden ser los puentes que permitan, al menos, sentarse a escuchar al otro. Después, hay que apreciar la buena selección de las piezas escogidas, unos clásicos para muchos, pero que siguen siendo un regalo para los oídos. Una vez más, se demuestra que el poder de la música es inconmensurable.
Por otro lado, la dirección de fotografía se mueve en unos colores bastante luminosos a lo largo de la película. A pesar de la situación que se describe, la cámara encuadra un conflicto hacia la paz, más que a seguir construyendo paredes y heridas entre los protagonistas. Con lo cual, el objetivo se coloca de tal forma que sabe captar esa batalla interna. Sin embargo, la dirección artística no obtiene tanta potencia en la iconografía alrededor de los personajes, algo que suple con la grandeza de los espacios exteriores. Por ende, los escenarios naturales permiten compensar aquellos aspectos artísticos menos desarrollados. Por último, el montaje se cierne ante una tranquilidad dinámica, que se encuentra en constante movimiento y deja al espectador pegado a la pantalla. Es conveniente decir que no necesita de grandes sobresaltos, pero que sabe llegar a un clímax emocional y muy humano.
Conclusión
Crescendoes una película que busca el diálogo, la necesidad de ponerse en la piel del otro y construir puentes. De esta manera, aborda el conflicto palestino-israelí pero sin ahondar en las fracturas tan complejas que se encuentran dentro de ambos pueblos, sino que llama a la sociabilización primigenia. Gracias a ello, hay una luminosidad importante de escuchar, donde la música se convierte en el principal nexo de unión. Aun así, hay parte del público que puede sentir que necesita mayor profundidad en su contexto sociohistórico, mientras que para otros no es necesario mayor detalle.
A nivel interpretativo, Peter Simonischek dirige con firmeza un reparto juvenil estupendo, formando un equipo sincero y con mucha verdad en sus interpretaciones. Después, la composición sonora es exquisita, demostrando el gran poder que tiene la música para fundir al espectador dentro de la propia acción. La introspección sobre una situación desgarradora, que busca la luz en una sinfonía tan humana como optimista.
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