"Demà ho deixem": Responsabilidad emocional

Demà ho deixem nos presenta un nuevo film sobre sentimientos de David Moragas, cuyo cine intimista se está convirtiendo en un habitual del D’A (A Stormy Night o el corto del festival de 2021). Esta vez, dos hombres gais se reencuentran en su casa, una noche, tras el regreso de uno de ellos, que ha pasado el fin de semana en el extranjero. Un tête à tête filmado con la elegancia y la penetración psicológica propias del cine de Moragas. (D'A FILM FESTIVAL).

Más allá de las palabras

David Moragas regresa al cortometraje con Demà ho deixem, donde explora una relación de pareja que, posiblemente, sea abierta. Sin embargo, Moragas se deshace de etiquetas, siendo un acierto, dado que permite que el espectador sea quiEn complete dicha información. Además, el guion se posiciona en la emoción, por lo que no necesita de un diálogo extenso, sino más bien se posa en los silencios. Gracias a ello, se establece un relato elegante, sincero y sin aditivos, donde se puede ver cómo los sentimientos se exponen ante el espectador, quién se puede sentir identificado muy fácilmente. Ese carácter natural transfiere una verdad que consigue que esta relación de pareja no solo sea verosímil, sino también reflexiva. Una muestra de cómo seleccionando los elementos narrativos propicios, se puede completar una historia en poco tiempo, dado que el cortometraje no necesita de más detalles para cumplir con su función.

Lluís Marquès y David Teixidó son los dos encargados de dar vida a esta pareja. En primer lugar, Marquès sabe llevar a su terreno una expresividad muy sencilla y frágil, se puede leer en su rostro el recorrido personal y emocional por el que transita a lo largo del cortometraje. De esta manera, ofrece una empatía directa hacia el público. Asimismo, Teixidó mantiene esa vertiente cotidiana, familiar, con una actuación que no necesita de florituras o dramatismo en exceso. Por ello, el dolor que desean mostrar al espectador se dibuja a la perfección en sus miradas, en su lenguaje corporal, en su expresividad facial. También cabe mencionar que entre los dos se establece una química muy orgánica, que es lo que termina de poner la guinda del pastel a nivel interpretativo.

La cotidianidad del dolor

No es la primera vez que David Moragas utiliza la cotidianidad y las relaciones de pareja como tema principal. No obstante, lejos de sentirse como algo ya visto, se puede ver cómo Moragas se supera y ofrece un relato distinto en Demà ho deixem, sin perder su sello de identidad. En esta ocasión, coloca la cámara de manera que el espectador se adentra en su totalidad en la acción, en la vida de los personajes. Con lo cual, la fotografía lleva a introducirse en ese aspecto de hogar, se compone de dicha humanidad y logra plasmarlo en las imágenes que recoge. Además, se apoya de una manera muy eficiente en la dirección de arte, que aunque parezca fácil, ha sabido dibujar a la perfección ese ambiente rutinario sin resultar ni aburrido ni típico.

La tonalidad del cortometraje navega en unos colores cálidos, que permiten que se fomente la proximidad entre los personajes y la cámara. Aun así, se aprovecha el espacio que hay entre los personajes para mostrar el momento vital por el que pasan los personajes. Por ende, la propia imagen logra hablar sin necesidad de la palabra, siendo una metáfora visual sensitiva. Después, el montaje sigue un ritmo muy liviano, suave, calentándose a fuego lento, sin grande sobresaltos. No es extraño, dado que este tipo de producciones necesitan ese reposo, la tranquilidad de la observación, de la canalización de lo que está sucediendo. Una vez se termina, se completa el círculo personal, explotando de una forma eficiente el poder de la imagen. En resumen, un cortometraje con un carácter personal muy acertado y con una sensibilidad bien confeccionada.

Conclusión

Demà ho deixem es una carta de amor sin caer en los clichés del género romántico, yendo hacia una emocionalidad tierna, sensible combinándola con la crudeza de la rutina, el dolor y la separación en un cóctel que no necesita de dramatismos para cautivar. Por tanto, David Moragas logra crear una energía muy personal y cercana, introduciendo al espectador en un universo muy íntimo, con el que conecta fácilmente sin necesidad de tener una relación abierta como sus protagonistas. Lluís Marquès y David Teixidó forman un tándem que fluye sin problemas. También se valora que la cámara y el sello artístico hayan sacado partido a ese universo cotidiano. El dolor del mañana se envuelve en una verdad llena de aristas y sensibilidad, que logra una empatía directa con el público.

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