El pasado 28 de julio fue el estreno de El abanico de Lady Windermere, de mano de Ramón Paso, quién la dirige y versiona. Este clásico de Oscar Wilde realiza una crítica burlona sobre el puritanismo, la imagen público y la falsa moral. Estrenada hace más de 100 años atrás en España, regresa a las tablas en la piel de Ana Azorín, Inés Kerzan, Ángela Peirat, Eduard Alejandre, Jordi Millán, Guillermo López-Acosta, Mila Villalba y Mireia Zalve. Se representará en la Sala Cándido Lara en el Teatro Lara hasta el 27 de octubre los jueves, viernes y sábados a las 22:30 horas.
Título: El abanico de Lady Windermere Título original: Lady Windermere's Fan
Reparto: Ana Azorín
Inés Kerzan
Ángela Peirat
Eduard Alejandre
Jordi Millán
Guillermo López-Acosta
Mila Villalba
Mireia Zalve
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Ramón Paso Versión y dramaturgia: Ramón Paso Traducción: Sandra Pedraz Decker
Producción ejecutiva: Paso Azorín Teatro
Dirección de producción: Inés Kerzan
Diseño de escenografía: Javier Ruiz Alegría
Diseño de iluminación: Carlos Alzueta
Vestuario: Ángela Peirat
Coreografía: Ángela Peirat
Ayudante de dirección: Ainhoa Quintana
Fotografía: Ramón Paso
Diseño gráfico: Ana Azorín
Prensa y comunicación: María Díaz
Ayudantes de producción: Sandra Pedraz Decker, Jordi Millán y Alicia Rueda
Técnico de iluminación y sonido: Alicia Rueda Producción: Paso Azorín Teatro
Sinopsis de 'El abanico de Lady Windermere'
El abanico de Lady Windermere es la comedia más tentadora y escandalosa de Oscar Wilde; una crítica burlona sobre la falsa moral, el puritanismo y lo políticamente correcto, que se desarrolla a lo largo de un mefistofélico enredo familiar donde nadie es quien creía ser. En esta ocasión se presenta en el Teatro Lara en versión libre de Ramón Paso – actualizando la esencia de Wilde sin perder su sabor – con un montaje moderno y atrevido de la misma compañía que ya te sedujo con La importancia de llamarse Ernesto. La tentación del verano. Que no te lo cuenten.
Existe un abanico que es de Margaret Windermere… aunque también podría ser de Molly Erlynne. Y existe un marido que es de Margaret Windermere… aunque, curiosamente, también podría ser de Molly Erlynne. Lady Windermere es una puritana, y Miss Erlynne… digamos que no lo es, aunque, a lo mejor, al final, resulta que las dos son… lo que ninguna se esperaba. Lo cierto es que no hay que fiarse de las apariencias, porque siempre resultan adorablemente engañosas. (TEATRO LARA).
Celos, enredos y una verdad
Ramón Paso se introduce nuevamente en el universo teatral de Oscar Wilde con El abanico de Lady Windermere, una adaptación libre de una de las piezas más reconocibles del legado del dramaturgo inglés. Sin embargo, Paso sabe mantener la esencia primigenia, donde emerge esa crítica a la sociedad, marcada por la imagen pública y en las máscaras que se provocan por esa obsesión en torno al honor y a la dignidad. Aun así, uno de los puntos más fuertes de la obra es el manejo de la comedia, la cual despierta multitud de carcajadas en el público, demostrando que conecta fácilmente con los asistentes. Por tanto, se impregna de una sensibilidad muy fresca, sin dejar apartada la perspicacia de la dramaturgia que sabe hacia dónde conducirse para mantener la atención en todo momento.
La forma en la que narran los personajes permite que se comprenda su trasfondo y su arquetipo sin necesidad de profundizar en exceso. Así, logran dar mayor ritmo a la acción, pero sin perder un ápice de consistencia y coherencia interna. También hay que aplaudir que se hayan respetados los actos, abreviándose y resumiéndose en algunos casos, pero siendo una fórmula efectiva para poder acercar un tipo de teatro más clásico a espectadores de distintas edades. Dicho de otra forma, hay una accesibilidad que sin perder la magnificencia de la palabra, tampoco se regocija en esa musicalidad. Incluso, como detalle, se ven ciertas pinceladas de cultura popular y de lenguaje cotidiano, que dan esos puntos de modernidad al espectáculo. Por último, mencionar el elegante y emocionante alegato inicial sobre la figura de Oscar Wilde, así como la reivindicación feminista que hay en algunos diálogos.
En todas partes se cuecen habas
Se agradecen los repartos numerosos en producciones de este tipo y El abanico de Lady Windermere cuenta con ello con unos actores magníficos. En primer lugar, Inés Kerzan da vida a Lady Windermere con una soltura y una ligereza muy bien ejecutadas. El personaje se adapta perfectamente al perfil de la actriz, lo que le permite dar una interpretación muy solvente. Después, Ana Azorín está maravillosa, una de las mejores intérpretes de comedia que hay en la actualidad, de principio a fin sabe deslumbrar a los espectadores. Además, lo hace de una manera absolutamente natural, lo que hace que sea una delicia verla sobre la escena. También sucede lo mismo con Angela Peirat, la cual ofrece un trabajo muy cuidado, al detalle, donde se mezcla esa aparente personalidad seductora, pero donde también se halla una emoción sutil. Asimismo, Jordi Millán está exquisito, lanzándose a la escena con un talante estupendo.
Por otro lado, Guillermo López-Acosta se mueve por una ligereza bien plasmada, sin una edulcoración que podría haberle pasado factura. Gracias a ello, hay ese punto de ternura que logra que se simpatice con su personaje. Una actuación equilibrada y bien plasmada. Después, Eduard Alejandre llega con una luminosidad muy especial, siendo ésta su mayor fuerza. No obstante, todavía le cuesta entrar más de lleno en ese espíritu pícaro que se espera de su personaje y se queda en un limbo menos orgánico. Por otra parte, Mila Villalba tiene grandes momentos en la obra, pese a ser un papel menos notorio en el conjunto. Únicamente, hay escenas en las que se reclama menos exageración, dentro de lo rocambolesco, siendo un reto no siempre fácil. Por último, Mireia Zalve sostiene a la perfección su personaje, llegando a una interpretación soberbia.
Frescura y diversión
Las producciones de Paso Azorín Teatro se impregnan de una frescura muy particular, que ha permitido que sus montajes lleven su sello de identidad y, por tanto, ya se deguste esa personalidad única. En esta ocasión, la estructura mantiene un estilo clásico teatral, con un dinamismo muy bien ejecutado. También se ve cómo innova en las transiciones donde se introducen distintos números musicales, donde a pesar de resultar simpático ante el espectador, todavía se debe pulir el resultado. Se ve alguna descompensación entre los distintos miembros de la obra a la hora de poner en práctica la coreografía. Aun así, como elemento artístico, es una propuesta interesante. Luego, los pequeños anacronismos son ya parte de la seña de identidad de la compañía, siendo guiños a la cultura actual. Una manera de enfrentar ambos universos sin que uno quite importancia al otro.
La escenografía lleva al público a aquellos espacios de la alta sociedad británica, con una estructura que aprovecha las distintas capas espaciales, permitiendo dar importancia tanto lo que se ve en primer plano como lo que queda en un segundo más perspicaz. Por otra parte, el vestuario se encuentra acorde a la propuesta que se muestra en escena, con una parte menos pomposa, que es coherente con la puesta en escena. Puede ser que, en algunos momentos, se eche en falta algo más de espectacularidad en los ropajes, como en los distintos bailes, un toque más de show. Para terminar, la dirección de El abanico de Lady Windermere es magnífica, dado que el entretenimiento no siempre es fácil y el ritmo que le otorga a la obra es energético. Además, ha sabido canalizar cada parte, dándole a cada una su importancia, estupendo.
Conclusión
El abanico de Lady Windermere es una comedia desternillante y fresca, que recupera uno de los clásicos teatrales de Oscar Wilde. Además, la dramaturgia a manos de Ramón Paso, con una adaptación libre de la pieza original, goza de un dinamismo muy bien desarrollado. El reparto actoral está estupendo, en especial, Ana Azorín, Inés Kerzan, Ángela Peirat y Guillermo López-Acosta. También destacar una puesta en escena vibrante, que está en continuo movimiento y mantiene el sello de identidad de la compañía. Enredos, amoríos y falsas apariencias envueltas en un frenesí hilarante que obtiene su fuerza en la sintonía que mantiene con el público.