El coronel no tiene quien le escriba, obra del Premio Nobel Gabriel García Márquez, aterriza en el Teatro Infanta Isabel de la mano de Carlos Saura, Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes y Premio Nacional de la Cinematografía, con un increíble Imanol Arias metiéndose en las inexistentes carnes del viejo coronel y la serenidad y dulzura que aporta Cristina de Inza, como la afectuosa esposa enferma del militar.
Tragedia, esperanza y desesperanza, fe en la justicia, amor verdadero y dignidad con mayúsculas se mezclan en una danza de aliento y desaliento que enternece al más duro corazón.
Esta obra puede verse en el Teatro Infanta Isabel de Madrid desde el día 22 de octubre hasta el 1 de noviembre.
Crítica de 'El coronel no tiene quien le escriba'
Resumen
Ficha Técnica
Título: El coronel no tiene quien le escriba
Título original: El coronel no tiene quien le escriba
Reparto:
Imanol Arias (El coronel)
Cristina de Inza (Esposa)
Jorge Basant (Sabas y abogado)
Fran Calvo (Médico)
Marta Molina (Mujer de Sabas, cantinera y cartera)
Duración: 85 min. apróx.
Dirección: Carlos Saura
Ayudante de dirección: Gabriel Garbisu
Adaptación: Natalio Grueso
Diseño de vestuario: Carlos Saura
Diseño de iluminación: Paco Belda
Realización de vestuario: Cornejo
Jefe técnico: Mario Martínez
Digitalizador: Guillermo Alvite
Diseño de sonido:Enrique Mingo
Fotógrafo: Sergio Parra
Maquillaje y peluquería: Chema Noci
Producción: José Velasco
Tráiler de 'El coronel no tiene quien le escriba'
Sinopsis de 'El coronel no tiene quien le escriba'
El coronel no tiene quien le escriba nos presenta al viejo coronel y su mujer. Viven en la miseria, esperando la carta del gobierno en la que le comuniquen la concesión de la pensión prometida por sus servicios durante la guerra. Pero esa carta nunca llega y mientras tanto la vieja pareja malvive en la pobreza alimentando a un gallo de pelea, que es su única esperanza de supervivencia. A medida que avanza el tiempo y la carta sigue sin llegar, deberán enfrentarse a un dilema: alimentar al gallo o alimentarse ellos.
La codicia del pueblo, la usura de los supuestos amigos, la fatalidad y estupidez de la guerra, se mezclan con la soledad del viejo coronel vencido por la vida pero al que aún le quedan dos tesoros: el amor de su mujer y la dignidad.
La tragedia del viejo coronel es el reflejo de la injusticia en el mundo. Su capacidad de resistencia ante las adversidades que le presenta el destino es infinita, guiado por una rebeldía tan sólida como su esperanza y su fe en el ser humano. (TEATRO INFANTA ISABEL).
Se alza el telón
El gallo. El maldito gallo protagonista involuntario de la devastación de la pareja de ancianos. Nos mira indecentemente soberbio, cacarea ajeno a las penalidades que soportan dos viejos que literalmente se quitan la comida de la boca para alimentarle. Punto focal de nuestra mirada durante toda la obra.
Un viejo escuálido y esquelético. El protagonista de El coronel no tiene quien le escriba se despierta. Imanol Arias encarna a un famélico veterano de guerra, achacoso y debilitado por la inanición y los achaques. Su primera preocupación es ocuparse de su mujer enferma, en la cama y asmática, sin medicamentos para tratar su enfermedad y demasiado débil hasta para vivir.
La muerte; la guerra; la injusticia; el hambre, la usura y la censura, la desesperanza, el amor y la feroz resistencia ante un mundo que les da la espalda. Estos elementos no los vemos, no son personajes ni atrezzo del teatro, pero, como en todo universo de García Márquez, están ahí, sobrevuelan el escenario, nos envuelven y nos atrapan.
Y mientras tanto, ¿qué comemos? La dignidad no se come
Quince años esperando una carta que no llega porque no la envían. Y mientras tanto, a vivir del aire.
En esta casa no hay comida. Bueno, sí. La que come el gallo. El maldito gallo.
Hay sufrimiento y hay dolor. Dolor que se desliza hasta la platea desde donde los espectadores sufren con el alma acongojada de ver el tormento que el coronel y su esposa están padeciendo. Es una pugna entre el hambre, que les corroe y que les mata lentamente contra la memoria de su hijo y un punto de feroz resistencia con el destino.
Les sostiene la dignidad y el amor, el inmenso amor cómplice que fluye con cada gesto, con cada caricia. La complicidad del viejo coronel y su esposa es enternecedora: aún con los achaques que tiene cada uno, con la muerte pisándoles hasta la sombra, su primera preocupación en siempre y en todo momento, ocuparse del bienestar y la salud del otro.
Esta maravillosa unión de la pareja protagonista de El coronel no tiene quien le escriba se evidencia en la indudable química que estalla entre Imanol y Cristina; los abrazos, las caricias y los gestos de cariño son completamente naturales. En ellos, vemos a esa pareja cariñosa de ancianitos que siempre despierta la envidia sana de cualquiera que les vea.
La adaptación de una obra de un Nobel
Pocas novelas del Nobel García Márquez han sido llevadas al teatro, y las que lo han hecho, han tenido más bien escaso éxito. No es tarea fácil trasladar esos mundos inventados lúgubres e infinitos y constreñirlos a un escenario. Nada fácil.
Sin embargo, Carlos Saura, ha sabido trasladar de una manera más que respetuosa y digna ese universo mágico del Nobel, las bellísimas palabras de esta novela corta y profunda, repleta de simbolismos y alusiones a la situación política y social de Colombia en los años 50.
Con una ambientación basada en la proyección de unos dibujos de la casa y el pueblo realizados por el mismo Saura, y el impresionante juego de luces de Paco Belda,de una incuestionable belleza y rotundidad, nos vamos deslizando por las diversas atmósferas que forman este duro mundo del coronel.
También hay que decir que El coronel no tiene quien le escriba se ajusta con bastante fidelidad a la obra original, pero se le ha dado un puntito más de ternura, de vulnerabilidad, y ese toque campechano y socarrón de Imanol Arias, consiguiendo un contrapunto perfecto a la abrumadora y traumática situación del coronel y su esposa. Realmente se ha ganado en credibilidad y verosimilitud con estos personajes tan humanos y tan vulnerablemente tiernos.
Frases para recordar y reflexionar
Tenemos que tener en cuenta que el texto de El coronel no tiene quien le escriba, como todo lo que ha escrito García Márquez, es oro puro, poesía mundana que muestra la belleza en los más angustiosos infiernos, que remueve entrañas y abre compuertas de lágrimas. Que despierta sentimientos, emociones escondidas y pinta de color el mundo más yermo y gris.
Ahora bien, no son palabras bonitas, ni estruendosas. Ni falta qué le hace. Son frases simples que, en su simplicidad y su dureza, encierran un microcosmos particular en el que es una delicia fundirse.
A saber:
“Nosotros somos huérfanos de nuestro hijo”.
“Me estoy cuidando para venderme, dijo el coronel -Ya estoy encargado por una fábrica de clarinetes”.
“No te preocupes, mañana viene el correo”.
“Se necesita tener esa paciencia de buey que tú tienes para esperar una carta durante quince años”.
“Nos estamos pudriendo vivos”
“Estoy hasta la coronilla de resignación y dignidad”.
“Y mientras tanto qué comemos”
“Mierda”
Es la esencia de Gabriel García Márquez. Demoledor escucharlas de la boca de Imanol Arias y Cristina de Inza. Pura delicia.
Escuchar ese "¿Y mientras tanto qué comemos?" que pronuncia Cristina, nos arrastra a los infiernos, los ojos nos pican. El corazón estalla. En ese momento, todos somos el coronel y su esposa, la vida nos maltrata y nos golpea sin piedad. Duele.
Conclusión
Esta impresionante adaptación teatral de El coronel no tiene quien le escriba ha conseguido, por fin, constreñir el universo de García Márquez a un pequeño escenario, utilizando unos preciosos dibujos realizados por el mismo director, Carlos Saura, y un maravilloso juego de luces.
Interesantísima, como no, para los que no han tenido la suerte de leer la novela. Y, aún lo es más para los afortunados que la hemos leído, y que, aún sabiendo todo lo que va a pasar, nos une sobremanera con unos personajes entrañablemente tiernos en su miserable vida.
Emocionante, durísima, enternecedora. Una oda al amor y a la dignidad.
Imanol Arias, espléndido en su papel de vetusto coronel. Cristina de Inza, extraordinariamente natural. Un magnífico tándem para una de las obras más emblemáticas de García Márquez, al que, modestamente, creo que le habría encantado.
El coronel no tiene quien le escriba, una obra de las que se quedan para siempre en la retina del espectador.
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