Julián Fontalvo vuelve a Madrid con El imitador, tras su paso por ciudades como Nueva York, Londres, Buenos Aires o París. Su regreso es significativo, dado que es la ciudad donde comenzó a fraguarse esta carrera ascendente y convertirse en uno de los espectáculos internacionales más demandados. La razón no es otra, que el artista se mete en la piel de un total de 12 personajes y se mimetiza con la voz de 70 cantantes internacionales. Asimismo, aborda una historia personal teatral, que encandila a la audiencia. Se puede disfrutar del espectáculo hasta el 28 de enero de 2021 en La Estación Gran Teatro Bankia Príncipe Pío.
Duración: 80 min. apróx. Dirección: Jesús García Dramaturgia: Julián Fontalvo Diseño de sonido y arreglos musicales: Pablo Navarro
Diseño de luces: Ezequiel Nobili
Publicidad y marketing: Celia del Barrio
Escenografía: Roberto del Campo Comunicación: Fernando Pizarro Producción: Yellow Media
Tráiler de 'El imitador'
Sinopsis de 'El imitador'
El imitador nos presenta a Julián Fontalvo, que se mete en la piel de 12 personajes y 70 artistas internacionales como Sting, David Bowie, Andrea Bocelli, Amy Winehouse o Tina Turner entre otros para contar una historia teatral sobre el éxito, el fracaso, la búsqueda de los sueños, la identidad y la pérdida de ésta. Sobre el poder evocador de la música y su importancia en nuestros recuerdos. (LA ESTACIÓN GRAN TEATRO BANKIA PRÍNCIPE PÍO).
El don de la música
Vestido de espectáculo de variedades, según empieza El imitador se puede ver que no va a ser solamente una muestra de imitaciones de Julián Fontalvo, sino que va más allá. De esta manera, lo aborda desde un costumbrismo y una cotidianidad estupendas, lo que permite que el espectador disfrute de ambas vertientes: la musical y la narrativa. Por lo cual, poco a poco se va cocinando un relato donde se habla de los sueños, de los anhelos del pasado y de las casualidades que llevan a tomar decisiones diferentes. Entre estos cambios vitales que sufre el protagonista, se van intercalando canciones que tienen su significado, o contextualización en la historia. Gracias a ello, hay un hilo en común que logra unificar lo que se quiere decir sin perder de vista el lucimiento de Fontalvo.
Al nadar entre ficción realista, autoficción, o solo ficción, el espectador deja de intentar vislumbrar que hay de verdad en lo que cuenta. Simplemente, termina por sucumbir ante unas vivencias llenas de dinamismo, esperanza y ese dramatismo donde siempre sale un halo de luz. Aun así, hay que destacar que también se presenta una parte más oscura que sirve para dar unos matices acerca de temas importantes como la vida personal y artística, los miedos, los sacrificios y la pérdida. El giro de guion llega como un sueño rocambolesco, que contiene un mensaje claro y muy positivo. Además, culmina con una de las canciones que, por su significado, es una oda al propio significado del vivir y de la celebración de haber pasado por un sinfín de experiencias.
La leyenda frente a la persona
El propio carácter de El imitador hace que el único intérprete, lógicamente, sobre el escenario sea el mismo Julián Montalvo. Por lo tanto, sobre él carga el peso dramático de todo lo que sucede, tanto de forma artística, musical y expresiva. Para comenzar, de forma expresiva, tiene carisma, un lenguaje corporal apropiado, aunque haya veces en las que el baile no termina de de explotar del todo. Aun así, lo compensa con una conexión vivaracha con los espectadores, esa empatía cómplice que le deja sentirse cómodo y se le ve disfrutar sobre las tablas. Igualmente, tiene un carácter festivo que contagia a los demás. Por ende, sabe llevarlo por unas pinceladas que hacen que no se estanque. Así, logra sostener el planteamiento artístico que se busca y no decae en ningún momento.
¿Qué se puede decir de sus facultades musicales? Son extraordinarias, deja con la boca abierta por la variedad de estilos y voces que llega a formular, lo que hace que sea un auténtico fenómeno sobre las tablas. De igual forma, esa riqueza y tonalidades en su voz hacen que sostenga un buen nivel en todo momento. Desde artistas como Sting, Tina Turner, Celia Cruz hasta atreverse con retos auténticamente difíciles como Amy Winehouse, o más variopintos como Macaco. Únicamente, la última canción la interpreta de una forma muy elegante, pero no obtiene el mismo resultado en la imitación que el resto. Pese a ello, su trabajo es impoluto. Por último, de forma artística, sabe ser un vehículo de expresión preciso, que además controla el espacio y el movimiento sobre el escenario. Se fabrica una sinergia energética muy gratificante.
Valió la pena
Desde el principio se puede ver que El imitador va a pasar por distintos niveles en la historia, lo que hace que la propuesta se ponga como meta llegar a enfatizar esos estados a través de la puesta en escena. La colocación de los objetos y lo que representan, van cambiando según transcurre la obra, con un dinamismo espléndido. Se puede ver una dirección fantástica por parte de Jesús García, ya que el ritmo está en pleno movimiento constantemente, lo que hace que se pase rápido y de una manera muy disfrutable la pieza teatral. Luego, hay una diferencia de estilos y de elementos que subrayan la propia comedia sabrosa que se busca, o enfatizan el carácter íntimo que también se propone. Por lo cual, la coherencia estilística es fundamental, lo que cierra con broche de oro la conjunción de los elementos visuales.
Por otro lado, hay que aplaudir la labor de los técnicos de sonido y el propio montaje musical, que convierten esta propuesta en un espectáculo lleno de vigorosidad y fuerza. Y ya no solo por las canciones que toman vida en la piel de Fontalvo, sino también por los efectos de sonido, el espacio sonoro… Sin duda, consiguen transformar el escenario en un viaje vital por las vivencias que se narran en la historia. Después, la iluminación también se convierte en un aspecto imprescindible, ya que gracias a ella se van dibujando las parcelas dramáticas de la obra. Asimismo, cumplen con la función de remarcar los momentos más emocionantes. Prueba de ello, son los varios aplausos que arrancan los asistentes a lo largo de la obra, dejando clara la satisfacción que reciben también del montaje en sí.
Conclusión
El imitador es un espectáculo musical que narra unas vivencias personales, con un trasfondo positivo y sanador, que a la vez se conjuga con la comedia y el juego. Julián Fontalvo es un artista fantástico, que se sube al escenario disfrutándolo en todo momento. Es puro carisma. Además, sus capacidades vocales son extraordinarias, que se conjugan perfectamente con ese carácter vivaracho. Por otra parte, la propuesta escénica permite que se desarrolle ese universo sonoro interno con una composición audiovisual a la altura y dinámica. El poder de la música llega directo al espectador con un maestro de ceremonias que derrocha pasión y talento.
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