"El maravilloso mago de Oz": En el arcoíris de colores

El maravilloso mago de Oz es un musical para toda la familia, que cuenta la famosa historia de Dorothy y su perro Totó que fueron arrastrados por un ciclón hacia un país fantástico: OZ.

Una fábula infantil

Uno de los clásicos infantiles de todos los tiempos no es otro que El maravilloso mago de Oz. Creado en 1900, ha traspasado más de un siglo, y sigue una apuesta luminosa y efectiva para los espectadores. En esta ocasión, Theatre Properties es la encargada de realizar su montaje musical, en una apuesta distendida que respeta en su conjunto el contenido original de la obra. Una vez más, se pone en pie la famosa aventura de Dorothy y su adorable perro Totó en el increíble mundo de Oz. Lógicamente, esta versión sigue un carácter totalmente familiar, donde se da mayor accesibilidad a la historia, para ser comprendida y disfrutada por los más pequeños de la casa. Por lo cual, el relato principal no busca mayor complejidad y remarca el mensaje positivo que se quiere transferir a los niños.

La manera en la que se ha realizado el montaje, funciona y resulta simpático para el público. Sin embargo, hay que comentar que se podría haber dado una mayor profundidad a sus personajes, los cuales se simplifican tanto, que no acaban por ir más allá de la diversión de verles sobre el escenario cantar. Se comprende que sea dedicado a un público más pequeño, pero los valores como la amistad, la valentía o el amor no se cultiva todo lo que se pudiera hacer. Después, la introducción de un personaje, Tomasito, es una elección algo desafortunada, ya que la elegancia de la historia principal se denuesta con un contraste excesivamente pueril y no aporta realmente frescura. Por suerte, sus momentos en escena no son prolongados y se apuesta más por el propio concepto de Oz.

Dorothy y sus amigos

Los rostros inconfundibles de Theatre Properties toman la escena de El maravilloso mago de Oz. En primer lugar, Silvia Villaú da vida a la mismísima Dorothy, con una ternura y una candidez perfectas para su personaje. A pesar de la diferencia de edad, Villaú encandila al espectador por la verosimilitud que aporta en la dicción y en cómo se mueve por todo el escenario. Se ve perfectamente el control y la profesionalidad con la que maneja la batuta del musical. Luego, Daniel Busquier disfruta como el Espantapájaros, demostrando una vitalidad estupenda, y una forma de moverse totalmente dinámica. Por lo cual, se agradece que dé esa personalidad a su personaje, ya que no se queda en el mero escaparate de divertir, sino también de sacar partido a su participación en la obra.

Después, Carlos J. Benito, al igual que Espantapájaros, se traslada un perfil que busca confraternizar con los más pequeños, pero no se limita a la dulzura o inocencia de su personaje, sino que dentro de ese mundo edulcorado, logra consolidarse y que, tanto los adultos como los más jóvenes, se queden con su participación en la retina. Por otra parte, Josh Sánchez realiza una buena labor, pero no logra sacar todo su potencial a escena y se queda en un perfil más sobrio. A diferencia de Laura Muriel, que es un torrente de energía y demuestra sus dotes como animadora del show. Sin embargo, Alba Rodríguez pasa más inadvertida de lo que pudiera, por lo que no termina de apreciarse del todo su papel en escena. Por último, Marta Valverde y Rodrigo Cuello completan el reparto, con una ejecución notable en ambos casos.

Un reino de fantasía

Los colores no tardan en conquistar la escenografía de El maravilloso mago de Oz, apoyándose sobre todo en el audiovisual para su propuesta escénica. Por lo cual, no hay una interactividad más física con el medio, aunque se mantienen varios elementos para poder desarrollarla. Por ejemplo, la casa de Dorothy, o los lugares donde se hallan los amigos de la protagonista, gozan de encontrarse en vivo. La elección de las tonalidades seleccionadas son estupendas, transmitiendo esa tranquilidad y parajes de cuento que se pretende. Asimismo, los arreglos musicales tampoco pasan desapercibidos, obteniendo un resultado global positivo. Únicamente, hay algunas canciones donde la adaptación no consigue el mismo efecto que la original. Además, hay que omitir el momento de Tomasito, el cual musicalmente tampoco es uno de los mejores momentos de la obra.

La ausencia de elementos sobre el espacio escénico provoca que, a veces, dé la sensación de vacío y no se solvente con las interpretaciones sobre la escena. No obstante, también se puede ver que las limitaciones de la COVID-19 impiden que la interacción y ruptura de la cuarta pared sean más restringidas. Por ende, esa percepción puede venir derivada de la actual situación. Aun así, hay que valorar, mucho, el mensaje de las medidas sanitarias por parte de la compañía, con su adaptación a las mismas. Cambiando de tercio, el ritmo de la obra es ameno, ayudado de una duración óptima, evitando así que los más pequeños de la casa puedan distraerse en caso de dilatarse más en el tiempo. Para terminar, la participación del perro Juliet, como Totó, llama la atención y, sin duda, es el intérprete que se hace con la obra al completo.

Conclusión

El maravilloso mago de Oz es una adaptación que conserva el espíritu de la historia original, demostrando que es todo un clásico en el teatro musical. Cuenta con un libreto para divertirse en familia, predominando el mensaje positivo que se busca. No obstante, la introducción del personaje de Tomasito no aporta favorablemente al resultado. Después, el equipo actoral disfruta la obra y saben sacar partido a su presencia en escena. Sobre la puesta en escena, está llena de color y luz, se echan en falta más elementos en escena, pero sabe envolver en esa atmósfera de fábula. Aun así, el resultado global es agradable. Una visita al mundo de Oz envuelto en dulzura y luminosidad, destinada a los más pequeños.

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