El salto de Darwin es un road play adaptado y dirigido por Natalia Menéndez. Una obra teatral escrita por Sergio Blanco, que relata el viaje de una familia argentina por la ruta nacional N°40, con el objetivo de esparcir las cenizas de un miembro de la familia, en los confines de la Patagonia ya que esa fue su última voluntad, antes de que falleciera durante la Guerra de las Malvinas. El salto de Darwin es un testimonio vital, que nos habla de lo efímero, histriónico y decadente de la propia naturaleza del ser humano. Explora el lado más contingente de la experiencia vital, a través del dolor, la perdida y la esperanza. Todo ello, haciendo uso de diferentes medios visuales, para ofrecer un viaje trepidante para el espectador.
El salto de Darwin está protagonizado por Juan Blanco, Cecilia Freire, Olalla Hernandez, Teo Lucadamo, Goizalde Núñez y Jorge Usón. Se puede disfrutar de esta obra teatral en las Naves del Español, hasta el próximo 17 de enero de 2021.
Duración: 95 min. apróx. Dirección: Natalia Menéndez Adaptación: Natalia Menéndez Texto: Sergio Blanco
Espacio escénico: Mónica Boromello
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo
Vestuario: Antonio Belart Videoescena: Álvaro Luna Composición y música original: Luis Miguel Cobo Coach musical: Teo Planell
Ayudante de vestuario: María Maraver
Ayte. de videoescena: Bruno Praena Ayudante de dirección: Pilar Valenciano Realización de escenografía: Mambo Decorados Realización de vestuario: Sastrería Cornejo
Agradecimientos: Ruveni Ellawala y Fer Muratori (Voces en OFF) Producción: Teatro Españoly Entrecajas
Tráiler de 'El salto de Darwin'
Sinopsis de 'El salto de Darwin'
El salto de Darwin sucede el segundo fin de semana del mes de junio de 1982, durante el cual se libra la última batalla de la Guerra de las Malvinas, que culmina con la rendición del 14 de junio. Toda la acción se desarrolla en distintos paisajes de la Ruta Nacional N°40, que recorre Argentina de norte a sur. Cada una de las escenas transcurre en torno a un Ford Falcon del año 1971, en el cual el Padre, la Madre, la Hija y su Novio atraviesan el país para esparcir las cenizas del hijo recientemente asesinado en la batalla que ha tenido lugar en la localidad de Puerto Darwin.
Dicho Ford Falcon remolca una pequeña caravana con capacidad para cuatro personas, sobre cuyo techo es posible ver al Espectro del Hijo Muerto que, con su guitarra eléctrica, entona diferentes temas musicales de los años 80. Cada vez que lo hace -y a medida que la ruta se aproxima al sur-, un viento suave empieza a levantarse. El mismo viento que viene de Beirut, Saigón, Bagdad, Kabul, Kosovo, Troya... El mismo viento que finalmente terminará trayendo una vez más a Kassandra. (TEATRO ESPAÑOL).
Negación
El primer acto de El salto de Darwin sirve para introducirnos a cada personaje y como llegan a chocar continuamente entre ellos, a causa de sus personalidades tan dispares. Hay como un nerviosismo o inquietud latente, propia de alguien que está intentando manejar una situación que le supera con creces. Como he mencionado al principio, se trata de una road movie teatral; algo que de primeras puede ser arriesgado y difícil de plasmar dentro del teatro, pero que en esta ocasión, se consigue que funcione extraordinariamente. Es fácil que una obra con un planteamiento inicial como este, decaiga en cuanto al ritmo narrativo se refiere, pero Natalia Menéndez consigue evitarlo, de una forma inteligente y efectista.
La puesta en escena y los medios narrativos que se llegan a ver, para ir relatando el viaje que emprenden estos personajes, son elementos que realzan en todo momento, el espíritu y la fuerza de la obra. Por nombrar algún que otro ejemplo de ello, se hace un uso brillante de los proyectores en la obra, para situar al espectador en el hecho histórico en el que se sitúa la obra, o para mostrar ciertos elementos personales que definen a cada personaje. La obra nos sumerge en aquella Argentina de 1982, valiéndose de la expresión artística más pura, como único motor.
Emociones encontradas
Aunque el motivo que une a estos personajes sea trágico y desolador, la obra está cargada de muchos momentos cómicos, que hacen inevitable para el espectador, no soltar una carcajada o esbozar una sonrisa, ante las situaciones tan enternecedoras que uno presencia. Por eso, encuentro a esta obra como un viaje de emociones encontradas, porque se pasa de momentos profundamente emotivos a momentos que llegan a ser hilarantes, en cuestión de milésimas. Como bien decía Woody Allen, la comedia es tragedia más tiempo; algo que se puede ver perfectamente en El salto de Darwin, con personajes como los que interpretan Cecilia Freire o Goizalde Núñez.
Los momentos que comparten los personajes de estas dos actrices, son simplemente maravillosos y consiguen que la obra se vea realzada, a lo largo del segundo acto. Es muy interesante de ver como espectador, como dos mujeres tan dispares a priori entre sí, pueden llegar a congeniar y conectar de tal manera; ya que las dos comparten un amor y dolor profundo, por aquella persona que acaban de perder. Aquí cabe puntualizar una cosa importante y es que, por muy bien que este Cecilia Freire en dicho papel (algo que no sorprende porque es una grandiosa actriz), se tenía que haber escogido a una actriz trans para interpretarlo; más que nada, por respeto al propio colectivo. Es solo un apunte, que nada tiene que ver con la actriz o con la obra en sí.
Evolución
Los primeros dos actos de El salto de Darwin, denotan cierto aferramiento por parte de sus personajes (sobre todo del personaje de Goizalde Núñez), hacia un tiempo pasado. Como si no se llegara a aceptar los inevitables cambios que trae consigo la vida, con el ímpetu de quedarse anclado en un tiempo mejor. Hay una escena en particular que me parece fabulosa (de la que no haré spoiler alguno), pero que me recuerda mucho a la escena entre Kim Novak y James Stewart en Vértigo. Aquella en la que el personaje de John Ferguson suplicaba al de Judy Barton, vestirse y tener la misma apariencia, que la de Madeleine Elster; ya que estamos hablando de Hitchcock, hay una referencia a otra película suya, que en este caso se trata de Con la muerte en los talones, que está muy chula también.
Sin embargo, es cuestión de tiempo de que uno tenga que aceptar la realidad, por muy cruel que pueda ser. Aceptar en cierto modo es evolucionar, que es lo que acaban haciendo la gran mayoría de los personajes de esta obra. Aceptar una perdida, para poder dejar de mirar hacia atrás y mirar de cara al futuro que les depara; algo que se manifiesta, tanto de una forma personal e introspectiva, como en el propio contexto social de su país.
Conclusión
El salto de Darwin es una road movie teatral, que consigue desencadenar un sinfín de emociones encontradas, en el espectador que la está presenciando. Un viaje vital a través de lo efímero, histriónico y decadente, que se encuentra en la propia naturaleza de todo ser humano. Una obra teatral, que te gana por su puesta en escena tan inteligente y efectista, al igual que por el gran reparto que la compone. Es una obra que pese a durar más de una hora y media, se te hace corta; ya que mantiene el ritmo narrativo, en todo momento. Si os encontráis por Madrid, no dejéis escapar la posibilidad de ver esta fascinante obra teatral.