El pasado 17 de enero finalizaron las funciones de Elizabeth Siddall en el Teatro Lara de Madrid. Una obra que homenajea la vida y obra de la artista a la que da nombre la función. Protagonizada por María Giménez, ella misma se ha encargado de la dramaturgia y adaptación del texto. Bajo la dirección de Paco Montes, navega por las reflexiones de una de las musas más importantes del siglo XIX, reivindicando su importancia. Con éxito de público, se convirtió en una de las propuestas más interesantes de la sala Lola Membrives. Por el momento, no hay fechas próximamente.
Título: Elizabeth Siddall Título original: Elizabeth Siddall
Reparto: María Giménez
Duración: 70 min. apróx. Dirección: Paco Montes Dramaturgia y adaptación: María Giménez Texto original: Inés Piñole
Escenografía y diseño de vestuario: Enrique Martínez
Música: Bruno Axel
Ayudantía de dirección y producción: Natalia Fisac Prensa: María Díaz Traducción de poemas: Eva Gallud Fotos ensayo: Hikmet Isin Fotografía: Julia de Velázquez Diseño gráfico y fotografía: Sofía Magán Producción: María Giménez Producciones
Tráiler de 'Elizabeth Siddall'
Sinopsis de 'Elizabeth Siddall'
Perseguida casi toda su vida por la enfermedad, sensación de asfixia, cansancio e incompresión, Elizabeth nos cautiva con su fuerza y fragilidad a través de su obra-vida. Elizabeth despierta de su letargo causado por el láudano y la mitología para preguntarnos qué más a de hacer una mujer para existir por si misma. A través de su obra se va curando las heridas, tampoco consiguió ser madre, un deseo que la acompañó en la oscuridad de su sufrimiento.
Detrás del famoso cuadro de Ophelia de Jhon Everett Millais están el drama y el precio que tuvo que pagar por ello Elizabeth Siddall, la musa del cuadro.
Esta obra es un monólogo en voz de Elizabeth Siddall: muy deteriorada debido a su enfermedad y adicción al láudano, Elizabeth espera la vuelta de su marido Dante Gabriel Rossetti.
Abandonada y deprimida, hará un último intento por cumplir con el rol de musa que le ha otorgado a lo largo de los años la Hermandad Prerrafaelita, rol que encarna ese ideal de belleza estática y adormecida que todos esperan de ella. Pero ya es demasiado tarde, Elizabeth ha pagado un precio muy alto por ser mujer y artista en esa época, y ya no hay marcha atrás. (TEATRO LARA).
Homenaje a una mujer que marcó un antes y un después
El nombre de Elizabeth Siddall, desgraciadamente, no es tan conocido como otros artistas del siglo XIX, a pesar de haber dejado un legado igual de importante. Por ello, esta obra valora la importancia de esta mujer en la historia y la envalentona en un homenaje lleno de profundidad y de detalle. Gracias a ello, se pueden ver las distintas facetas de Lizzie, como se la conoce popularmente, yendo más allá de su labor como modelo prerrafaelita. Con lo cual, cabe recalcar que esta adaptación del texto de Inés Piñole logra captar la atención por el retrato exhaustivo que realiza, así como un uso del lenguaje exquisito y muy cuidado.
Sin embargo, el mayor reto que se encuentra es lograr cautivar a la audiencia ante un texto que exige una concentración de alto nivel. La densidad con la que se encaraman las palabras no es poca, lo que puede suponer un arma de doble filo al no tener puntos de liviandad. Por tanto, se echa en falta que se deje respirar al texto para permitir a los asistentes terminar de asimilar los distintos datos y reflexiones en torno a la vida y matices de la artista. En consecuencia, se pueden producir momentos de desconexión, pese al interés que suscita conocer su figura. A pesar de ello, el monólogo final, en palabras de María Giménez, es delicado, frágil y llega totalmente al corazón.
Dejarse la piel
Una de las razones por las que Elizabeth Siddall ha logrado cautivar a los espectadores es el gran trabajo interpretativo que emana de María Giménez, la intérprete se deja la piel desde el primer segundo que pisa el escenario. En todo momento, se encuentra en un auténtico frenesí, que acompaña de una pasión y una emoción que hace que se vea el gran compromiso que tiene con la pieza. Para ella no es una obra más, sino que es un momento de catarsis artístico, haciendo que Siddall resucite en sus carnes. Por tanto, se aplaude la excelente labor dramática que regala Giménez a los espectadores.
A nivel corporal, la actriz no pierde detalle, se puede ver una coreografía bien planteada, donde los movimientos no están elegidos al azar. Asimismo, se intercala con los distintos elementos que forman parte de la escenografía, aprovechando ese juego escénico que triunfa y que le permite dar dinamismo a su trabajo al estar sola en escena. Otro punto a favor es la dicción, la manera en la que enfatiza en cada eslabón narrativo al que deja salir mediante su voz. Por último, y, sin duda, su mejor momento es el desenlace, donde se convierte en un encuentro cara a cara con el espectador, ganándoselos y estableciendo un enlace estrecho muy emotivo.
Entre cuadros y pinturas
La propuesta escénica de Elizabeth Siddall se transforma en una exposición del universo de la artista en sus diferentes vertientes, poniendo especial énfasis en el mundo de la pintura. No obstante, cabe recalcar que no busca ser un fiel espejo de la realidad, sino que juega con el influjo del realismo mágico, de representar un escenario que se centra más en lo onírico. Sin duda, es un acierto, dado que encaja con la personalidad de la pieza. Asimismo, el juego de luces es una maravilla, permitiendo que se pueda vivir y disfrutar de esa experiencia estética. Los colores elegidos son una estupenda elección.
Con respecto al espacio sonoro, se agradece que se haya tomado dicha estrategia, que al igual que lo visual, acompaña en todo momento a la palabra. El vestuario se va transformando según necesidades, al igual que distintas partes del atrezzo, como el marco que se abre para dejar los restos del escrito que se introduce en ellos, una acción visualmente muy potente. El ritmo de la obra es contemplativo, por lo que, no busca una acción en movimiento, ni clama por el dinamismo, esto se le vuelve en contra en algún momento en el que se siente que está en la misma nota energética constantemente. Sería importante establecer puntos en el que haya momentos de mayor impacto para ofrecer contrastes.
Conclusión
Elizabeth Siddall es un homenaje a la artista a la que da nombre, delicado, complejo. Así, se formula una dramaturgia que exige máxima concentración, pudiendo ser un problema si no se conecta desde el primer momento. La densidad es alta, lo que conlleva a que no sea para todos los públicos. Sin embargo, el magnífico trabajo de María Giménez es innegable, se deja el cuerpo y el alma sobre la escena. Asimismo, la puesta en escena es visualmente mágica, onírica, al igual que su espacio sonoro. Una propuesta que dignifica la figura de Siddall.
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