El pasado 4 de febrero terminó la andanza de En mitad de tanto fuego en los Teatros del Canal. Esta obra, que parte de "La Ilíada" de Homero, es una creación libre de Alberto Conejero, dirigida por Xavier Albertí. Después del gran éxito en el Canal, llega al Teatro del Barrio del 7 al 9 de marzo. Protagonizada por Rubén de Eguía, ha logrado encandilar a crítica y público, siendo un canto al amor, la amistad y la paz.
Título: En mitad de tanto fuego Título original: En mitad de tanto fuego
Reparto: Rubén de Eguía
Duración: 75 min. apróx. Dirección: Xavier Albertí Dramaturgia: Alberto Conejero Diseño de iluminación: Xavier Albertí y Toni Ubach
Ayudante de dirección: Adrián Novella
Jefe técnico: Toni Ubach
Producción ejecutiva: Miramedia Universe SL
Coordinación de producción: Elena Martínez y Roser Soler
Colaboradores: Teatros del Canal, Sala Beckett y Ministerio de Cultura y Deporte
Imágen gráfica: María la Cartelera
Reportaje fotográfico: David Ruano
Vídeo: Albert Miret
Montaje: Miramedia Universe SL
Distribución: Fran Ávila, Roser Soler y ElenaArtesEscénicas Producción: Miramedia Universe SL y Grec Festival de Barcelona
Tráiler de 'En mitad de tanto fuego'
Sinopsis de 'En mitad de tanto fuego'
En mitad de tanto fuego nos presenta Deseo, guerra, deserción, poder, violencia, patria… Alberto Conejero comparte con el público la belleza, el misterio y la oscuridad de un poema épico a través del cual dialoga con la condición humana y enlaza épocas diversas. Combina voces del pasado y del presente. Lo hace a partir del personaje de Patroclo, compañero de armas de Aquiles. Un montaje que nos acerca a una obra fundamental de la literatura clásica griega, “La Ilíada”. (TEATRO DEL BARRIO).
Patroclo y el deseo prohibido
Retomar los clásicos desde una mirada actual permite revisionar detalles que pudieran, o se quisieran, pasar inadvertidos. Con lo cual, el interés surge en ver qué mirada es la que predomina en esta nueva imagen y así se descubre en En mitad de tanto fuego. El texto de Alberto Conejero dibuja la relación de amor entre Patroclo y Aquiles, sin dobles sentidos ni sutilezas, directo a ello, lo cual se agradece. Además, lo adereza con una belleza en el texto, que se puede extraer el gran cuidado y compromiso en reivindicar esta historia de pasión y de amor. De esta forma, a pesar de conocerse los detalles de la naturaleza de esta unión, Conejero logra causar interés y darle su propia personalidad.
Uno de los puntos más destacados es la forma en la que no alarga el libreto en ningún momento y es una virtud. Gracias a ello, se permite desarrollarlo en el tempo y la estructura que desea, entrando en detalles que dibujan distintas imágenes. Un gran acierto la forma de ir introduciéndose en la emoción y en la acción al mismo tiempo. No obstante, al verse libre de ataduras, puede ser que se pudiera esperar más pasajes explícitos en torno al sentir en el sentido romántico y erótico. Pese a ello, sigue siendo un magnífico texto, que aúna dos imaginarios que confluyen con absoluta naturalidad.
El cuerpo y la intimidad
Rubén de Eguía es el alma de En mitad de tanto fuego, enfrentándose ante el escenario, solo, sin trampa ni cartón, durante aproximadamente 75 minutos. El actor inicia un proceso de interpretación magistral, donde utiliza todos los recursos expresivos a su favor para llevar al espectador ante sus vivencias y fabricar imágenes que permiten conectar desde el primer momento con el actor. En primer lugar, aplaudir la forma en la que mastica las palabras, con una contundencia, un tono y una firmeza que atrapa durante su parlamento. No sería posible enfrascarse en este monólogo sin la capacidad para saber contar y De Eguía lo hace de forma que llegue directamente al patio de butacas.
Asimismo, el uso de las manos es otro de los aspectos más destacables de su trabajo, dando ímpetu y subrayando aquellos pasajes donde, mediante los gestos, logra aumentar la atención y la elegancia de la dramaturgia. No sería posible tampoco sin un cuidado al detalle de la expresión corporal, la cual completa su labor de forma absoluta, prueba de ello es cómo va envolviéndolo en todo el sentir de su personaje, al mismo tiempo que regala una coreografía sosegada, que se acompaña de una emoción intrínseca. Acompañado de una iluminación que le da ese juego, termina por encandilar a los asistentes, quiénes valoran al máximo este gran reto interpretativo.
El recuerdo sin sutilezas
Como se suele decir, a veces lo minimalista es la clave de un excelente montaje, y así ocurre en En mitad de tanto fuego. Se deshace de artilugios y grandilocuencias, para dar importancia a la palabra y a su actor ante la escena. Sin embargo, la magia se crea también en esa neblina que ya invade a los espectadores por ese halo de misterio. Una excelente decisión. También es de aplaudir el diseño de iluminación, que no solo rema a favor de la actuación, sino que crea distintos espacios para diferenciar los estados por los que se va encontrando el texto, una sutileza que, sin duda, es imprescindible para llevar esta obra a buen puerto.
Una vez se introduce el respetable al patio de butacas, sabe que está ante un monólogo de un carga dramática elevada y al mismo tiempo que solo va a tener ante sus ojos un actor defendiendo su texto de principio a fin. Por tanto, el ritmo es sosegado, hay silencios, hay contemplación, lo que indica que para aquellos que se sienten cómodos ante esta propuesta lo gocen al máximo, mientras que aquellos que esperan una experiencia más dinámica no vean satisfechos sus deseos. Únicamente, se puede esperar que haya todavía más visceralidad, que hubiera escenas que dejasen sin aliento al espectador y el deseo se pudiera ver ante la escena de una forma más seductora, más potente, quedándose en algo notable que todavía puede explotarse más. Aun así, el conjunto saca partido a cada elemento y eso concluye su personalidad.
Conclusión
En mitad de tanto fuego es un monólogo que logra encandilar a la audiencia por una cuidada propuesta íntima y un cara a cara efectivo. Así, se acompaña de una interpretación exquisita de Rubén de Eguía, quién se deja la piel y el alma sobre el escenario. La propuesta escénica minimalista es todo un acierto, pudiendo todavía ir más allá en su potencia y con una visceralidad que está en un buen punto, pero se podría explotar más. El deseo, la muerte, el amor y la vida se dan cita en un montaje elegante, sin florituras, que logra su cometido.