Los hermanos Russo, conocidos por sus éxitos en el Universo Cinematográfico de Marvel, vuelven a la carga con Estado eléctrico, una ambiciosa producción de Netflix que mezcla ciencia ficción, drama y aventura. Con un presupuesto superior a 300 millones de euros, la película ofrece un show visual acompasado por un futuro retrofuturista que no va más allá del mero corte comercial del catálogo de Netflix. ¿Objetivo? Desconexión familiar. Se podrá ver a partir del 14 de marzo de 2025 en la plataforma.
Crítica de 'Estado eléctrico'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Estado eléctrico
Título original: The Electric State
Reparto:
Millie Bobby Brown (Michelle)
Chris Pratt (Keats)
Ke Huy Quan (Dr. Amherst / voz)
Jason Alexander (Ted / Compañero)
Woody Harrelson (Mr. Peanut / voz)
Anthony Mackie (Herman / voz)
Brian Cox (Pop Fly / voz)
Jenny Slate (Penny Pal / voz)
Giancarlo Esposito (Coronel Bradbury / El Mariscal)
Stanley Tucci (Ethan Skate)
Devyn Dalton (Cosmo)
Terry Notary (Mr. Peanut / Pop Fly / Sentre Drones / Ice Cream Bot / Skeeve Bot)
Martin Klebba (Herman / Milkman Bot)
Año: 2025
Duración: 128 min.
País: Estados Unidos
Director: Anthony Russo, Joe Russo
Guion: Christopher Markus, Stephen McFeely. Libro: Simon Stålenhag
Fotografía: Stephen F. Windon
Música: Alan Silvestri
Género: Ciencia ficción. Aventuras
Distribuidor: Netflix
Tráiler de 'Estado eléctrico'
Sinopsis
Michelle, una adolescente huérfana que sobrevive como puede en una sociedad en la que un conjunto de robots con aspecto de dibujos y mascotas, que en su día sirvieron a los seres humanos, viven ahora en el exilio tras un alzamiento fallido.
Todo lo que Michelle cree saber sobre el mundo cambia repentinamente una noche cuando recibe la visita de Cosmo, un robot dulce y misterioso aparentemente controlado por Christopher, el hermano pequeño de Michelle quien ella creía muerto. Decidida a encontrar al hermano que supuestamente había perdido, Michelle recorre el suroeste de Estados Unidos junto a Cosmo y acaba uniendo fuerzas de mala gana con Keats, un contrabandista de poca monta, y con Herman, el ocurrente robot que lo acompaña.
Cuando se adentran en la Zona de Exclusión, una región amurallada en el desierto donde los robots campan a sus anchas, Michelle y Keats se topan con un extraño grupo de aliados animatrónicos y descubren que las fuerzas que se ocultan tras la desaparición de Christopher son más siniestras de lo que esperaban. (Netflix)
Dónde se puede ver la película en streaming
Poderío visual, pero vacío
Uno de los mayores atractivos de Estado eléctrico es su diseño visual. La cinta nos transporta a una versión alternativa de los años 90, donde los paisajes desérticos y los robots abandonados conviven con una estética retrofuturista que recuerda a películas como A.I. Inteligencia Artificial de Steven Spielberg, E.T. El extraterrestre o incluso Yo, Robot. Cada plano está cuidado al detalle, desde las ciudades desoladas hasta las recreaciones de los robots, que parecen sacados de una novela gráfica. Es innegable que el mundo que construyen los Russo es visualmente atractivo y tiene momentos que impresionan verdaderamente.
Sin embargo, esta riqueza no está equilibrada a la esperada profundidad narrativa. Aunque insinúa temas interesantes como la desconexión emocional en un mundo hiperconectado o las implicaciones éticas del uso de la tecnología, poco se aprecia un ahondamiento en tales cuestiones éticas y morales. Todo perece en la superficie, como si el diseño visual fuera suficiente para sostener Estado eléctrico. Aquí es donde surge el problema: la película se siente como un escaparate tecnológico sin ese salto a la reflexión.
Reparto correcto, pero sin brillo
El protagonismo actoral de Estado eléctrico está liderado por Millie Bobby Brown, que encarna a Michelle, una joven que emprende un viaje para encontrar a su hermano perdido. Su interpretación es correcta, pero limitada, no logra aportar ese ancla emocional que su personaje exige para perforar el corazón del espectador. Chris Pratt, por su parte, interpreta a Keats, un contrabandista carismático pero bastante plano. Aunque goza de ese atractivo natural que lo hace entretenido de ver en pantalla, su actuación no va más allá de cumplir con lo esperado.
El resto del reparto tiene firmas como la de Giancarlo Esposito y Ke Huy Quan. El primero repite su habitual papel de antagonista fuerte y calculador, su presencia es magnética, pero no sorprende ni aporta nada nuevo a su repertorio. El segundo, por otro lado, arroja la dosis de simpatía sin destacad demasiado.
Calculada para un fin concreto
La historia de Estado eléctrico sigue una estructura clásica: un viaje inicial lleno de obstáculos donde los personajes principales descubren más sobre sí mismos. Es una fórmula efectiva y accesible para toda la familia, pero también del todo predecible. Desde los giros argumentales hasta las resoluciones emocionales, todo parece diseñado para no incomodar ni sorprender al espectador. Esto convierte convierte a esta pieza en una experiencia entretenida pero bastante intrascendente.
El ritmo narrativo comienza ágil y prometedor; sin embargo, hacia el tercer acto Estado eléctrico pierde fuerza y se vuelve repetitiva. El clímax carece del impacto emocional necesario para dejar huella y se siente apresurado, como si estuviera priorizando cerrar tramas frente a ofrecer algo realmente incisivo. Los momentos emotivos, que los hay, no consiguen compensar las carencias generales del guion.
Cosa de los Russo
Desde sus éxitos con Avengers: Endgame e Infinity War, los hermanos Russo han intentado diversificar su filmografía con proyectos alejados del UCM. Sin embargo, títulos como El agente invisible han demostrado que fuera del cobijo Marvel les cuesta encontrar su propia voz. Con Estado eléctrico vuelven a demostrar su habilidad técnica y visual, pero también las limitaciones narrativas que surgen sin un guion a la altura.
Esta cinta es otro ejemplo del modelo Netflix: producciones técnicamente impecables pero carentes del alma necesaria para destacar dentro del género. Todo está calculado al milímetro para ser accesible y simpático, funciona como entretenimiento ligero para toda la familia, pero carece del carácter necesario para ser recordada como algo superior.
Conclusión de 'Estado eléctrico'
Estado eléctrico es correcta pero simplona, visualmente espectacular pero narrativamente predecible. Funciona como entretenimiento y tiene momentos que gustarán a un gran rango de público, pero carece del peso intelectual necesario para destacar dentro de la ciencia ficción más trascendente. Con un presupuesto tan elevado y nombres tan potentes detrás del proyecto, quizá debieron ser más ambiciosos.
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