Dos niños juegan en un vagón de tren abandonado, uno aparentemente más débil y otro más fuerte; desarrollan un juego de poder infantil a través de inocentes bromas en las que fácilmente podremos reconocernos cuando éramos niños. Así empieza el cortometraje dramático Fauve (Fiera), del director canadiense Jérémy Comte, premiado en el Festival de Sundance 2018 (Premio Especial del Jurado) y que bien podría alzarse con la estatuilla a "Mejor Cortometraje de Acción Real" el próximo domingo en la 91ª edición de los Premios Oscar, categoría por la que también compite el inquietante Madre, del director español Rodrigo Sorogoyen y que ya reseñamos en esta sección.
Crítica de Fauve (Fiera)
Resumen
- 1 Crítica de Fauve (Fiera)
- 1.1 Ficha Técnica
- 1.2 Tráiler en versión original con subtítulos en inglés
- 1.3 El director Jérémy Comte habla sobre su cortometraje
- 1.4 Sinopsis
- 1.5 Premios
- 1.6 Dónde se puede ver el cortometraje
- 1.7 La fiera, una exploración de la condición humana
- 1.8 Del juego a la tragedia
- 1.9 Una disección del espacio
- 1.10 Conclusión
Ficha Técnica
Título: Fauve (Fiera)
Título original: Fauve
Reparto:
Félix Grenier (Tyler)
Alexandre Perreault (Benjamin)
Louise Bombardier (La Mujer)
Año: 2018
Duración: 16 min.
País: Canadá
Director: Jérémy Comte
Guion: Jérémy Comte
Fotografía: Olivier Gossot
Música: Brian D'Oliveira
Género: Drama
Productor: Achromatic Media / Midi la Nuit
Distribuidora: H264 Distribution
Tráiler en versión original con subtítulos en inglés
El director Jérémy Comte habla sobre su cortometraje
Sinopsis
Situados en el exterior de una mina, dos niños desarrollan un juego de poder infantil a través de aparentes inocentes bromas con la Madre Naturaleza como el único observador.
Premios
- Premios Oscar: Nominado a Mejor cortometraje de ficción. 2018
Dónde se puede ver el cortometraje
La fiera, una exploración de la condición humana
En apenas 16 minutos de metraje, a través de expresivos planos panorámicos de espacios desoladores e inquietantes, un logrado duelo interpretativo sostenido con sencillos y poderosos diálogos, el director canadiense nos ofrece una visión demoledora sobre el fin de la infancia, sobre ese camino en el que dejamos el mundo amable y libre de consecuencias de la niñez para adentrarnos en lo inhóspito e incierto de la realidad.
En Fauve (Fiera), Jérémy Comte logra escapar del sentimentalismo fácil que podría provocar una ficción centrada en la niñez para construir un poderoso y sugerente drama sobre la ruptura de la misma. Para ello, como también Sorogoyen en Madre, se sirve de potentes y lúcidos recursos narrativos que constituyen la base sobre la que se sostiene el relato, pues más allá de la temática, ambos cortometrajes nominados comparten notables similitudes: el uso de los espacios, parajes desoladores e inhabitados, capaces de despertar misterio y reflejar nuestros miedos más profundos; la sencillez y concisión de un diálogo que permite ahondar en las cloacas de la condición humana, sostenido por importantes y naturales interpretaciones; personajes en una situación extrema de desconcierto y desesperación; y la transformación de lo aparentemente trivial y cotidiano en trágico e irreversible.
De nuevo, el recurso a un escenario de conflicto para filmar e interrogarse sobre la condición humana, sobre el significado e implicaciones de cuestiones inherentes a la misma tales como la amistad, la inocencia, la vulnerabilidad, la infancia, la madurez, el fin o la ruptura de una etapa de la vida, la supervivencia, el azar y la incertidumbre del porvenir, las consecuencias de los propios actos, la pérdida irreparable, la solidaridad en momentos de desconcierto, la soledad, las relaciones de poder o el miedo a lo desconocido.
Del juego a la tragedia
Ahora bien, vayamos al quid de la cuestión: ¿Cómo logra el realizador canadiense convertir lo trivial en trágico en tan sólo 16 minutos? ¿Un juego aparentemente inocente en pesadilla?
Para llevarnos en este viaje, Jérémy Comte recurrirá a una estructura clásica: la división del relato en dos partes, división en la que el espacio también jugará un papel clave, pues como señalaba, la mayor parte del relato transcurre en dos espacios: comienza en el vagón de un tren abandonado y continua en mitad de una mina al aire libre para finalizar en el camino que emprende uno de los niños (un admirable Félix Grenier) en busca de auxilio.
Observaremos pues una primera parte desde las vías del tren hasta la llegada de los niños a la mina, en la que se muestra una visión libre, inocente y salvaje de la naturaleza y de la vida a través del juego. Sin embargo, la trivialidad y libertad de aquel juego infantil no tardará en desaparecer en un giro radical a la situación anterior, colocando a los niños en una situación límite.
Una escalada de tensión psicológica y emocional abrirá una segunda parte del relato dominada por la soledad, la impotencia y la angustia ante imposibilidad de hallar solución a la fatalidad. Una escalada de tensión acompañada e incrementada por una acertada música que sabrá tocar las teclas adecuadas en los momentos decisivos, y que culminará con un magistral recurso narrativo: un frenazo en seco tras el que correrá libre el llanto ante el recuerdo del juego devenido en tragedia irreparable.
Será esta transformación del juego en tragedia la que dará título al cortometraje. Pues la figura de la fiera, presente de modo implícito en la obertura del relato y de forma explícita en el cierre, adquirirá una poderosa carga simbólica abierta a todo tipo de interpretaciones, la viva imagen de ese devenir trágico y el fin de la niñez.
Una disección del espacio
Como también ocurre en Madre, tampoco podemos hablar de Fauve (Fiera) sin referirnos a uno de los grandes protagonistas del relato: el espacio. La naturaleza y los espacios actúan como un recurso narrativo clave capaz de surgir más allá de decir.
Un entorno industrial, espacios inhabitados, hoscos, fríos y siniestros como el vagón de un tren abandonado o una mina en construcción nos hablan del mundo interior de los personajes. Y aquí es donde se advierte la lucidez del director: planos que enfatizan el misterio y lo desolador de paisajes fracturados y escarpados, grietas en la tierra como las que dejan la ruptura o el final de una etapa de la vida, ese proceso de pérdida y deformación de la realidad de un niño cuyo juego ha devenido en catástrofe.
Comte consigue construir una reflexión sobre las sombras de la condición humana a través de la naturaleza y el espacio, filmar el fin de la infancia a través de la exploración de espacios desconocidos y alejados de la amabilidad y certezas de la vida ordinaria de un niño. Sin embargo, los paisajes que filma no son sólo un medio, sino también un fin en sí mismos. Pues Comte logra enlazar la exploración del espacio con la exploración del alma humana, que ambas búsquedas se retroalimentan, y con ello alcanzar lo que pocos directores logran sin que resulte pretencioso o impostado: una composición armónica a través de la fealdad y la belleza de lo real y lo imaginado.
Conclusión
En definitiva, con Fauve (Fiera), Jérémy Comte logra crear un sugerente y agudo drama cargado de tensión, capaz de profundizar y cuestionar el significado de aspectos inherentes a la vida humana tales como la amistad, la inocencia, la infancia, las relaciones de poder, la solidaridad o la supervivencia. Logros que bien podrían valerle la estatuilla el próximo domingo en la 91ª edición de los Premios Oscar.
En cualquier caso, gane quien gane el próximo domingo, lo que es seguro es que tras el visionado de Madre y de Fauve nada volverá a ser lo mismo, no al menos en los mundos ficcionados creados por Sorogoyen y Comte. Tras la llamada telefónica ya nada queda de aquella idílica y apacible playa desierta en Madre, como tampoco nada de aquel inocente juego de niños en Fauve (Fiera), sólo la transformación de una imagen, tan sólo una playa desierta y una fierra que corre al aire libre, la viva imagen de la tragedia. Vale la pena adentrarnos en ella. Probablemente vivirán más que nosotros.