Luis Luque dirige Fedra, una tragedia griega de Eurípides, clásico renovado de forma magistral por el dramaturgo Paco Bezerra.
Una versión innovadora en la que la atribulada Fedra, a la que sus malsanas pasiones no la dejan vivir, decide tomar el toro por los cuernos y enfrentar sus demonios y su amor prohibido en el impresionante Teatro Romano de Mérida ante más de 2000 espectadores, dentro del Festival Internacional de Teatro de Mérida, de 2018. Conmovedor el prolongado aplauso final con una Lolita (Fedra) totalmente desbordada de emoción ante la entusiasta respuesta del público.
Esta obra la hemos podido visualizar en la web Pantalla Pentación, que, una vez más, ha emitido algunos de sus contenidos por tiempo limitado online en abierto, para paliar la carencia de contenidos teatrales debido a la cuarentena impuesta para evitar la propagación del COVID-19.
Crítica de 'Fedra'
Resumen
Ficha Técnica de 'Fedra'
Título: Fedra
Título original: Fedra
Reparto:
Lolita Flores (Fedra)
Juan Fernández (Teseo)
Críspulo Cabezas (Hipólito)
Eneko Sagardoy (Acamante)
Tina Sáinz (Enone)
Duración: 90 min. apróx.
Dirección: Luis Luque
Adaptación: Paco Bezerra
Escenografía: Mónica Boromello
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo
Música: Mariano Marín
Vestuario: Almudena Rodríguez Huertas
Videoescena: Bruno Praena
Género: Drama
Producción: Pentación Espectáculos
Sinopsis de 'Fedra'
Fedra, la reina de la isla del Volcán, está enferma: ni come, ni habla, ni duerme. Los médicos son incapaces de averiguar el origen de su padecimiento y el país entero anda preocupado por su estado de salud.
Algunos dicen que se ha vuelto loca. Otros, que las largas ausencias de su esposo, el rey de la isla, han terminado por devastar y asolar su corazón, pero nadie conoce la verdad y todos se equivocan.
Y es que la gran responsable de la dolencia de Fedra no es otra que una pasión que la atormenta desde hace tiempo y que ya no puede reprimir más; un erotismo inmoral e impúdico, un deseo violento e indómito, un amor prisionero e indecente. (PENTACIÓN ESPECTÁCULOS).
Eurípides, el autor
Nacido en Salamina en el año 480 a.C. fue junto a Sofocles y Esquilo uno de los tres grandes poetas griegos.
Su extensa obra, que miraba hacia lo más profundo del interior de los personajes, con diálogos nada convencionales y un lenguaje cotidiano, se hizo inmensamente popular en una Grecia misógina, cuna de una democracia donde las mujeres no podían ni votar.
Este inmenso poeta y dramaturgo puso en valor a las mujeres, relató las conocidas leyendas de forma algo diferente mostrando personajes femeninos fuertes y autónomos. Considerado “el más trágico de los poetas” por Aristóteles, pues no en vano escribió 92 tragedias, tuvo una gran influencia en el teatro posterior.
Su Fedra es fuerte e inteligente, desinhibida y sensual, pero temerosa hasta la muerte a la hora de pensar en enfrentarse a un poderoso Teseo, su esposo y padre del causante involuntario de su excedido amor inmoral y contranatura.
La tragedia y el inmenso sufrimiento de Fedra consisten en que tiene varias posibilidades de acción, de elección, pero, por un destino insoslayable, un deseo tumultuoso, se ve abocada a caer en la tentación que desembocará en una tragedia que ha pervivido hasta nuestros días.
Los que saben, hacen
Los que saben, hacen, decía Aristóteles, y el binomio Luis Luque y Paco Bezerra ha conseguido reinterpretar, conmover y emocionar al público con esta enésima versión de la tragedia de Eurípides.
El dramaturgo Paco Bezerra ha dado un aire completamente nuevo a Fedra, esta vieja obra, confiriendo a la indiscutible protagonista, Fedra, una decisión y una determinación que en muchas otras versiones carecía, aportando una dosis extraordinaria de verosimilitud al darle a Fedra la posibilidad de luchar denodadamente por la satisfacción de su amor no correspondido.
La ha sacado del profundo agujero de la tragedia en que siempre se hallaba para ponerla en una lucha trágica en la búsqueda del amor.
Su Fedra es una Fedra riquísima en matices, tremendamente sensual, que lucha por salir de la inmensa congoja que le atenaza en el duro conflicto interior que pugna entre su razón y su corazón.
Un Hipólito que representa la pureza y la honestidad, un Teseo potente, autoritario que ama profundamente a su mujer y a su hijo, una criada fiel a su dueña y manipuladora, y otro hijo devoto de su padre son el resto de los personajes que orbitan alrededor de la estrella de la obra.
El director, Luis Luque, ha sabido hacer de hilo conductor entre el dramaturgo y los actores. Ha sacado el brío y la rabia de una mujer atormentada y situando esta tremenda tragedia en un escenario emocional, un agujero profundo, que bien podría hacer alusión al útero femenino, donde la luminotecnia y el sonido son un personaje más, que nos van conduciendo a las entrañas de un volcán que palpita, siente y sacude al espectador en la butaca.
Se abre el telón
Lolita Flores interpreta a Fedra. Sobran las palabras.
Al comienzo de la obra, Fedra, realmente, no existe. Es una mujer hundida sentada en una cama, de la que solo vemos una melena salvaje vuelta al revés. Es un ser vivo, pero su locura la ha convertido en un ser casi inanimado. No habla, no responde.
Poco a poco el personaje despierta a la realidad. Y cuando Fedra dice a su criada: “Nada más verlo supe que sería el peor de mis martirios”, refiriéndose a su hijo Hipólito, es cuando comienza a desatarse la tragedia.
A partir de ese momento, Lolita Flores saca la garra que lleva dentro y muestra el tremendo desasosiego que corroe y martiriza a Fedra.
Esa soledad agorafóbica, ese amor insano que la destroza como madre y como mujer, ese deseo desaforado, ese sentimiento de despecho, de perversión, envuelven y atrapan a un público prendado y completamente entregado a cada una de sus palabras y sus gestos.
Lolita y Fedra, o Fedra y Lolita, se vuelven una. Ya no se distingue quién es quién.
Son las entrañas las que hablan, las que gritan, las que se desgarran, las que arrojan al mundo su funesto dolor.
Nessum dorma
Que nadie duerma, que en esta tragedia hay más contendientes. Todos personajes necesarios y compactados.
Por un lado, tenemos a Teseo, fiero, recto, interpretado por Juan Fernández, el dueño de esa voz profunda, acariciadora, que a lo largo de su larga vida profesional le hemos podido ver en teatro, cine o televisión, como “Águila Roja”, “Electra” o “Crisis”, entre muchas otras.
Aquí, es un hombre atormentado por el amor a su mujer, a su hijo y el tremendo dolor de la traición de ambos.Una actuación seria, comedida, pero de un gran calado actoral.
Críspulo Cabezas es Hipólito, el causante del amor incestuoso de Fedra. Bello, inocente y noble, representa muy bien la ingenuidad y la pureza del joven, a la vez que insinúa en algún momento la homosexualidad de su personaje.
Por otro lado, tenemos a Eneko Sagardoy, Goya 2018 al Mejor Actor Revelación por "Handia", muy convincente, que es el hijo de Fedra, tremendamente dolido del amor culpable de su madre, pero que quizás saque partido a la situación resultante de la tragedia.
Y finalmente, tenemos a Tina Sáinz, que interpreta a Enone, la fiel nodriza de Fedra. Discreta, confidente y carcelera de los sentimientos de su ama, con la profesionalidad de los muchos años sobre las tablas, ejecuta un papel fundamental en el desarrollo de la trama.
Realmente, un placer ver sobre el escenario a una actriz de la categoría de Tina, que después de toda la vida sobre escenarios de todo tipo, la hemos podido ver recientemente en “Las chicas del cable”.
Un elenco de lujo que construye y envuelve Fedra, una tragedia escrita hace 2500 años, y que, en esta representación en el maravilloso Teatro Romano de Mérida, recibió una impresionante y larguísima ovación de un público completamente entregado. Emocionante este reconocimiento.
Conclusión
Fedra es una obra imprescindible para acercarse a los clásicos griegos y a las más oscuras pasiones. Y aunque todos sabemos que estamos asistiendo a la representación de una tragedia, esta predictibilidad del desenlace, unida a unos diálogos maravillosos, nos hace estar pendientes de cada palabra, de cada gesto; nada sobra y nada es excesivo.
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