"Golfus de Roma”: La vigencia del humor plautino

El teatro es muy poderoso: puede generar muchas sensaciones, emociones, preguntas y conflictos. Y puede generar también algo muy valioso: felicidad. Y este es el objetivo que tenemos con este gran musical. Vivimos tiempos complejos, vidas intensas, momentos difíciles… así que vamos a reír. Con esa premisa vamos a trabajar todos estos meses. Queremos que esta loca farsa llena de maravillosos momentos musicales convierta el teatro en una fiesta. Así ha sido desde que se estrenó en Broadway, donde estuvo tres años ininterrumpidos en cartel. Su versión cinematográfica es un clásico de la comedia. Sus reposiciones con Nathan Lane y Whoopi Goldberg de protagonistas son míticas. Y recordamos con admiración la versión de Mario Gas con Javier Gurruchaga, que se estrenó en 1993 en el Teatro Apolo.

Han pasado los años y necesitábamos una versión para el siglo XXI. Tenía muy claro que quería que esta fuera mi primera comedia… cruzaba los dedos para que llegara el momento adecuado, y es éste. Ahora tenemos todos los elementos necesarios. Una comedia brillante con una partitura de lujo. Una gran estrella para liderar un reparto excepcional. Un equipo creativo absolutamente loco. Y una producción ambiciosa y generosa. Nuestro Golfus de Roma quiere ser también un homenaje a las compañías de cómicos que viajan por pueblos y ciudades con el único objetivo de hacer feliz a la gente, provocando la sonrisa riéndose de ellos mismos. Así que, con vuestro permiso, aquí nos tenéis. Dispuestos a todo (TEATRO LA LATINA).

Algo divertido ocurrió de camino al foro

Pseudolus es un esclavo que encuentra en los amores de su joven amo Eros por la cortesana Philía la oportunidad de conseguir la ansiada libertad. Para ello, no escatimará los recursos de su ingenio enredando sin escrúpulos a todo el vecindario, desde su amo Senex a la alcahueta Lycos pasando por toda una tropa variopinta de prostitutas, esclavos, soldados y patricios. ¿Logrará Pseudolus llegar a ser un ciudadano de pleno derecho? ¿Conseguirá Eros el amor de Philía?

El musical original titulado A Funny Thing Happened on the Way to the Forum de Stephen Sondheim con libreto de Burt Shevelove y Larry Gelbart se estrenó con enorme éxito en Broadway en 1962. Poco después, en 1966, fue llevado a la gran pantalla por Richard Lester en lo que fue la última aparición de Buster Keaton y que mereció el reconocimiento como mejor adaptación musical en los premios Oscar de ese año.

La obra ha sido representada en numerosos países. Aquí en España aún se recuerda Golfos de Roma (1993) con dirección de Mario Gas y protagonizada por  Javier Gurruchaga y Gabino Diego. En 2015 volvió a representarse en los Veranos de la Villa bajo la dirección de Jesús Castejón.

Golfus de Roma es un ejercicio de contaminatio -refundición de elementos existentes- de tres comedias del autor romano Plauto, que escribió entre los siglos III y II a.C.: Miles Gloriosus, Pseudolus y La comedia del fantasma (Mostellaria). Encontramos los mismos personajes estereotipados, que se mueven por la lujuria y el interés material y los mismos recursos para crear humor y enredo: juegos de palabras, escenas de reconocimiento, identidades intercambiadas, engaños, etc. Recursos que mantienen a día de hoy toda su fuerza cómica y narrativa.

Una faceta por descubrir del televisivo Carlos Latre

Muchos de los espectadores se acercan al teatro a ver Golfus de Roma atraídos por Carlos Latre, uno de los rostros más conocidos de la televisión, que lleva explotando desde hace décadas su capacidad camaleónica. Algunas de sus imitaciones forman por derecho propio parte de la cultura popular compartida.

Ahora por primera vez se lanza a las tablas con una obra nada sencilla por la multiplicidad de talentos que precisa. Carlos Latre no solo interpreta, sino que también canta en directo y baila. Y todo lo hace con una solvencia notable. Los más fans disfrutarán con los guiños a sus personajes más populares, que están muy bien traidos y en su punto justo, sin que lleguen a eclipsar el argumento de la obra. Lo que es evidente es que desde su primera aparición se mete al público en el bolsillo.

Un elenco de excepción

La espectacular entrada de los actores y actrices a escena pone de manifiesto las multiples facetas artísticas que todos ellos dominan. Tocan instrumentos, cantan, bailan y hasta hacen malabares y acrobacias.

Eloi Gómez (El temps que non tindrem), como el joven Eros, ingenuo y algo lelo, pero enamorado hasta lo más profundo. La cortesana Philía, interpretada por Ana San Martín (El médico, West Side Story), ingenua y voluptuosa a la vez. Frank Capdet (Scaramouche) es el esclavo Hysterium, protagonista de una de las escenas más hilarantes de la obra. El viejo Senex por Diego Molero (West Side Story) de una gran vis cómica. Meritxell Duró (Un día cualquiera), como la emprendedora dueña del prostíbulo. Eva Diago (Los Miserables) en el papel de Domina. Junto a ellos Iñigo Etayo, OriolO, Mireia Morera, Pol Roselló, Carles Vallès, Gara Roda, Berenguer Aina, Mercedes Olmeda, Eduard Marcet, Alex Iglesias, Curro Ávila, Laura Masferrer, Pablo Rodríguez, Pablo Zarco y Xavier Mestres.

La escenografía y vestuario, a cargo de Montse Amenós, nos lleva al mundo del circo, con unos payasos que representan una actitud caótica y atrevida, falta de corsés y de prejuicios. Es una decisión arriesgada, que dota de gran personalidad a la producción y que refleja el espíritu libérrimo, sin ninguna intención moralizante de la obra. Pura diversión y puro espectáculo.

Conclusión

Golfus de Roma es una verdadera delicia. Una fiesta, loca y divertida, llena de música, enredos y lentejuelas en la que te sientes uno más entre todos esos romanos chiflados. El público estaba entregado y, al salir, las miradas de todos irradiaban una contagiosa felicidad. Es un verdadero placer comprobar cómo los mecanismos del humor que funcionaban en Plauto siguen vigentes para el público contemporáneo. Los clásicos están tan vivos como siempre.

Carlos Latre hace alarde de su enorme vis cómica y, junto a él, un elenco de actores y músicos llenos de talento multidisciplinar y una desbordante energía. Las melodías, conocidas para muchos por la película de 1966 e interpretadas en directo, traen ecos de jazz. Las canciones han recibido una traducción idónea para mantener el espíritu de las originales. Su puesta en escena circense y muy queer es un gran acierto. Solo se puede terminar como lo hacían las comedias romanas, con un nunc plaudite omnes!

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