Hoy tengo el placer de poder conversar e indagar sobre el proceso que hubo detrás de Derbi, con su director y coguionista, Jon Viar. Y es que en los tiempos que corren, hacer un cortometraje sobre un tema tan peliagudo como sigue siendo el hablar del terrorismo de ETA, desarticulada definitiva y oficialmente el 3 de mayo de 2018; la tensión política actual todavía consigue levantar ampollas cada vez que el tema sale a relucir.
Por supuesto, también hablaremos de cine, mucho cine, incómodo, cruento y del que muchos espectadores rehúyen por la complejidad de su temática y el tener que confrontar sentimientos encontrados, así como su sistema de valores y creencias.
Entrevista a Jon Viar
Resumen
Álvaro Panadero/Cinemagavia: Visto desde fuera, me ha dado la sensación de que desde "Síntomas" (2014) has iniciado un combate pugilístico contra una parte de la corriente cinematográfica actual que decide desviar la mirada ante este tema, ¿Es Derbi un segundo asalto?
Jon Viar: Supongo que ningún autor elige sus temas. Es más, creo que yo no elegí ser dramaturgo y cineasta. Simplemente, no lo pude evitar. Cuando apenas era un niño descubrí el pasado de mi padre, vinculado a la ETA antifranquista. Esa revelación marcó mi vida para siempre. En cualquier caso, efectivamente, entiendo que el cine español tiene una deuda moral con las víctimas del terrorismo nacionalista. Quiera o no, buena parte de mi obra tiene que ver con este tema. El problema vasco es el problema de la condición humana.
Segundo asalto de Jon Viar
Á.P./CG: El ambiente actual de creciente corrección política hace cada vez más complicado establecer acerca de qué se puede hacer humor y sobre qué no, ¿es preciso establecer unos límites humorísticos para determinados géneros cinematográficos como es el caso?
J.V.: Los situacionistas ya advirtieron sobre el peligro que se produciría cuando la gente no fuese capaz de distinguir la realidad de la ficción. Esto parece una psicosis social. Una cosa es que el Código Penal ponga límites a la libertad de expresión para evitar la apología del racismo, el terrorismo, la xenofobia, etc. Existen casos muy polémicos como el de Dieudonné en Francia… Y otra cosa muy distinta es establecer arbitrariamente unos límites sobre lo que pueden o no escribir los autores. Los personajes de ficción no pueden tener ningún límite más allá de la imaginación del autor.
En cualquier caso, la corrección política adquiere un sustrato totalitario cuando el artista debe justificarse permanentemente. Hoy en día Almodóvar no hubiese podido rodar "Átame", que es una de sus mejores películas. Recordemos la polémica surrealista de Gora Alka ETA. Aquellos titiriteros tuvieron que declarar ante un juez, por muy delirante que parezca. Si seguimos haciendo caso a los sacerdotes de la corrección política — sean de izquierdas o de derechas — el actor que ose interpretar a Otelo acabará condenado por violencia de género. Es un delirio.
La ficción sobre ETA
Á.P./CG: Con "Patria" de Aramburu (2016), y ahora que la serie está en post-producción, da la sensación de que ahora sí que es un buen momento para volver a sacar el tema, ¿consideras que a la sociedad le da menos apuro conversar en torno a ETA desde la ficción que en una conversación seria y donde se ahonde sobre los delitos de la banda?
J.V.: Hacer ficción sobre ETA no tiene por qué ser un problema. El nacionalismo sigue financiando numerosas películas y documentales en los que el terror de ETA se diluye en un relato según el cual, los crímenes son la consecuencia de un “conflicto” con el Estado español.
El problema lo tienes cuando pretendes denunciar la equidistancia en la que se ha refugiado gran parte de la población vasca — como si hubiese un lugar intermedio entre las víctimas y los asesinos — y las consecuencias de la propaganda que el nacionalismo étnico continúa haciendo desde las instituciones. Casi nadie se atreve a cuestionar la hegemonía nacionalista en el País Vasco. Y los que lo hacemos estamos abocados a una posición marginal.
Una historia real por Jon Viar
Á.P./CG: Como comenté en la crítica de Derbi es una historia real, ¿cómo llegó a tus manos y por qué te diste cuenta de que poseía un elevado potencial cinematográfico?
J.V.: Hace muchos años leí un libro del antropólogo Joseba Zulaika. En uno de los capítulos entrevistaba a los etarras en los que me baso. Obviamente los hechos reales no eran exactamente como nosotros los escribimos en el guion pero la esencia está ahí.
En realidad, entendí perfectamente que aquellos jóvenes etarras eran víctimas del discurso de odio en el que se hallaban inmersos. Eran personajes del teatro del absurdo. Estaban en una situación muy incómoda y ni si quiera ellos intuían lo que pasaría después.
La ideología abertzale
Á.P./CG: Aún recuerdo cuando me pasaste el guión en su día y el proyecto estaba todavía sin financiación; creo vagamente recordar, y quizás me equivoque, que tu personaje, en el final del corto, dudaba mucho antes de…
Ya sabes, los lectores no toleran los fatídicos spoilers. Me sorprendió que en el corto al final, tu personaje aunque tiene su recelo y lo comparte con el personaje de Rymar, termina siendo más directo y acomete la situación sin temblarle el pulso.
Al ser una percepción personal tuya de los denominados «gudaris», consideras, que como en toda organización criminal, ¿el mínimo atisbo de duda puede señalarlo como un posible desertor al que castigar? ¿O es la ideología abertzale la que detona en este protagonista su actuar?
J.V.: Creo que no existe un retrato robot del terrorista. Es más, cuando mi padre ingresó en ETA, la organización estaba básicamente compuesta por estudiantes universitarios que vivían en zonas urbanas, especialmente de Vizcaya. La ETA que surge después del proceso de Burgos es una banda ex novo. Es fundamentalmente rural, guipuzcoana y proveniente del carlismo.
En cualquier caso, como tú apuntas, el etarra tiene que obedecer. Los que piensan por sí mismos y cuestionan el proyecto identitario y mafioso acaban muy mal. Pertur, Yoyes y tantos otros… También tienes que entender que es un mundo muy paranoico, obsesionado por la seguridad. Siempre viven con temor a los infiltrados.
El guion por Jon Viar y Jordi Farga
Á.P./CG: ¿Cómo trabajasteis Jordi Farga y tú en el texto? ¿Tenéis alguna metodología en particular? ¿O uno se ocupaba de la estructura y otro de los diálogos?
J.V.: Es curioso. Cuando le conté esta historia a Farga le fascinó. Se ofreció a ayudarme y yo no lo dudé. Farga tiene una especial habilidad para la comedia y siempre consigue que sus personajes caigan bien al espectador. Cuando escribimos el guión, discutimos bastante pero la tercera versión fue definitiva. Él se centró más en la comedia, los dos primeros actos. Y yo los revisé. Yo, en cambio, escribí el tercer acto y él lo revisó.
Yo me ocupé especialmente del tema de los diálogos por la cuestión de la verosimilitud. Como soy vasco no me costó imaginar cómo hablarían estos personajes, cómo debían moverse. Mi personaje tiene algo de Woody Allen o Jack Lemmon. Es un pobre hombre. Como sabes, tengo un talento innato para interpretar a personajes desgraciados, perdedores e inútiles. No necesito a Stanislavski. Me sale solo.
Cine político español
Á.P./CG: En los últimos años parece que al fin el sector audiovisual se ha abierto a tocar determinados temas que hace veinte años eran impensables, ¿cuál ha sido alguna de las sorpresas más recientes que te has encontrado a nivel cinematográfico?
J.V.: Últimamente procuro estar al día con Netflix. Hay dos series que, por diferentes razones, me han fascinado: "Derry girls", que es una comedia que está ambientada en Irlanda del Norte, y "Kominsky Method". El personaje de Michael Douglas me enternece tanto…
En España los cineastas que más me interesan son Carlos Vermut, Pablo Berger, Mar Coll... Me encantaría trabajar con ellos. Por lo demás, veo muy poca gente con ganas de cuestionarse la corrección política. El puritanismo ya no es patrimonio de la derecha. Ahora también está en la izquierda.
Á.P./CG: En alguna ocasión hemos conversado sobre el cine político que se ha realizado y producido en España, y sé que precisamente hay algunas producciones que no son santo de tu devoción en lo referido a su tratamiento de ETA o del conflicto vasco, ¿en qué consideras que hierran muchos de estos planteamientos fílmicos?
J.V.: Vi "Lasa y Zabala" en la Filmoteca, hace unos años. Viéndola, cualquiera diría que los etarras eran como los judíos de la Alemania nazi y que el Gobierno de Felipe González era como el de Pinochet. Salvo honrosas excepciones como "Todos estamos invitados" de Gutiérrez Aragón, o las películas de Iñaki Arteta, ETA aparece en la mayoría de las películas de modo tangencial. Es irrelevante para la trama. Tengo bastante esperanza en "La línea invisible", de Mariano Barroso. Tuve la suerte de interpretar a Txillardegui, junto a Asier Etxeandía, que es un actor maravilloso y un artista sublime. Ya veremos.
Las referencias de Jon Viar
Á.P./CG: ¿Alguna que hayas tenido de referencia para Derbi, tanto en el aspecto formal como a la hora de abordar el contenido?
J.V.: Para serte sincero, mis influencias en Derbi no tienen nada que ver con el cine sobre ETA. Creo que en este caso me basé más en Harold Pinter o Ionesco, aunque también hay muchas cosas de Laurel y Hardy. Pero sobre todo, mi mayor influencia fue "El delator", de John Ford.
Á.P./CG: Esta es una pregunta obligada para todos los que participan en esta entrevista, ¿cuál es tu ABC de películas sobre el género en cuestión?
J.V.: Si por género te refieres a la temática en cuestión, no tengo muchas referencias. Es cierto que me impactó especialmente "Trece entre mil", de Iñaki Arteta. "La casa de mi padre" o "La muerte de Mikel" son quizá las más interesantes. Otras como "Sombras de una batalla", han envejecido fatal en mi opinión. Sobre el IRA en cambio hay películas muy buenas. Siempre me gustó mucho "Agenda Oculta", de Ken Loach, es un thriller austero y muy entretenido.
Puedes leer la crítica de Derbi, cortometraje de Jon Viar, pulsando aquí.
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