A veces, en nuestras críticas, nos perdemos en el marasmo retórico de palabrería y cultismos de más de tres sílabas, despedazando en dos folios obras de arte arriesgadísimas. Me asombra ver a colegas definiendo sus críticas en virtud de “me aburrí”. Por suerte, hay experiencias que sólo se pueden vivir en salas, sentados en butacas tapizadas, que nos recuerdan que el estado natural de las películas, las obras de teatro o los conciertos, es que no existan. Por tanto, llevarlo a cabo, transformarlo en real, merece como mínimo el título de proeza. Cuestiones como la calidad, van a parte. Kinky Boots, el musical está basado en una película inglesa homónima de 2005, se reestrena en Madrid, en este caso en el emblemático Teatro Calderón, da buena cuenta de la improbabilidad estadística que supone semejante montaje, suponiendo por tanto, nada más y nada menos, que un milagro.

Puedes leer nuestra primera CRÍTICA de Kinky Boots, el musical pulsando AQUÍ.



Kinky Boots el musical en el Teatro Calderón

Crítica de 'Kinky Boots, el musical'

Ficha Técnica

Título: Kinky Boots, el musical
Título original: Kinky Boots

Reparto:
Tiago Barbosa (Lola)
Daniel Diges (Charlie)
Angy Fernández (Lauren)
Kristina Alonso (Nicola)
Daniel Huarte (Don)
Mary Capel (Pat)
Alberto Sánchez (Sr. Price)
Malia Conde (Trish)
Laia Prats (Marge)
Marc Flynn (Harry)
Omar Calicchio (George)
Roc Bernadi (Bailey / Cover Charlie)
José Montero (Ángel)
Álvaro Cuenca (Ángel)
José Gabriel Atienza (Ángel)
Jordi Díaz (Ángel)
Sergi Terns  (Ángel)
Danel Xabier Nogales (Ángel)
Lucía Ambrosini (Ensamble / Cover Lauren)
Javier Ariano (Ensamble / Cover Charlie)
Clara Lanzani (Ensamble)
Javier Santos (Ensamble)
Mariano Botindari (Swing / Capitán de danza)
Jimena González (Swing)
Diego Rodríguez (Swing)

Duración: 120 min. apróx.
Dirección: Ricky Pashkus
Autor: Harvey Fierstein
Música y letras originales: Cyndi Lauper
Productores:
Florencia Masri y Alejandro Zaga Masri
Productor asociado:
Mariano Pagani
Dirección musical:
Julio Awad
Coreografía: Gillian Bruce
Escenografía: Jorge Ferrari
Vestuario: Verónica de la Canal
Diseño de botas:
Luciano Marra
Luces: Valerio Tiberí
Diseño de sonido:
Poti Martín
Adaptación texto y letras y dirección de casting: Silvia Montesinos
Dirección residente: Victor Conde
Diseño de vestuario: Alejandra Robotti
Producción original:
Daryl Roth Hal Luftig
Producción: RIMAS Producciones, LETSGO Entertainment y MP Producciones

Tráiler de 'Kinky Boots, el musical'

Sinopsis de 'Kinky Boots, el musical'

Kinky Boots, el musical nos muestra cómo Charlie está luchando por mantener el negocio familiar, una fábrica de calzado. Por otro lado, Lola es una artista con una idea salvajemente excitante. Con mucha empatía y comprensión mutua, esta peculiar pareja es capaz de abrazar sus diferencias y crear una fabulosa línea de stilettos como el mundo no ha visto nunca antes. Aunque realmente el mayor de los logros es su amistad. (LETSGO ENTERTAINMENT). 



Kinky Boots
Foto de Nacho Careaga

Tiago, Dani y Angy: las santas

Levítico 11:44-47: “…ustedes tienen que santificarse y ser santos (…) No incurran en impureza a causa de esos animales que se arrastran por el suelo”.

El peso de este milagro recae casi por completo sobre los hombros de sus tres actores principales, y eso que Angy Fernández mide 1’55... Tiago Barbosa, mocator brasileño que a sus 37 años ya ha conquistado todo el espectro visible del mundo del espectáculo, siendo Simba en El rey león de Gran Vía (y también en O rei leao de Río de Janeiro), pero también defiende como un extraordinario cantante de blues en pequeñas salas llenas de humo. Su potencia vocal, y el control que tiene de su corporalidad, haciendo parecer que tiene más botones que los demás en su organismo para accionar sus músculos a placer, llega a ser acomplejante. Pero su arrollador portento no le resta un ápice de carisma, atrapa al público con sus garras esmaltadas en rojo desde el instante en que aparece, y la platea se parte de risa con cada una de sus bromas.

Inevitablemente eclipsa por completo a Daniel Diges y a Angy cuando están a su lado. Por eso, es una idea acertada la de regalarles sus escenas de protagonismo y gloria, porque no cabe duda de que aprovechan el momento. Angy con un reverso más cómico, pero lleno de ternura, dibuja una sonrisa inexorable en los rostros de la audiencia. Diges, por su parte, como Elijah Wood con Frodo, se antoja como el mejor casting para ese personaje bonachón, inmaduro y lleno de luz.

Pocos actores tenemos en este país capaces de transmitir esa bondad pura como el cantante de Algo chiquitito. Juntos llevan a cabo un despliegue de interpretación, canto y baile de un nivel altísimo, sintetizando sin esfuerzo varias artes de las más exigentes, consiguiendo que parezca lógico, asequible, acaso sencillo. Y ese es el milagro, ese es el convertir el agua en vino, transmitir ese mensaje al espectador, que él o ella también puede hacer algo así. Pues, ¿no es esa la moraleja última de la historia?

Teatro Calderón
Foto de Nacho Careaga

Cindy Lauper y Harvey Fierstein: apóstoles.

Hechos 2:4: “Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas…”.

Pero el prodigio no puede realizarse sin creador, en este caso creadores. Por un lado, Harvey Fierstein, el libretista. Un actor y escritor con una prestigiosísima carrera en cine, teatro y televisión, siendo, sin ir más lejos, el tío Frank en La señora Doubtfire. Sin su pluma, Kinky Boots, el musical no sería una realidad. Ahora bien, no es una historia suya, sino una adaptación de la película previa, en que uno de sus pocos defectos tiene que ver con la escritura. En ocasiones, las transiciones entre secuencias son más atropelladas en un encierro en Navarra. Sin embargo, no deja ser una total proeza el llevarnos de Londres a North Hampton y a Milán, sin salir de una sala del centro de Madrid. Hurra por los guionistas.

Pero quien le deja a uno con expresión boquiabierta es Cindy Lauper, un anacronismo andante, que seguirá siendo una joven de los ochenta eternamente. Al salir del teatro, uno recuerda que en el cartel ponía: “música y letras de Cindy Lauper”. ¿La de Girls just wanna have fun? Efectivamente, la misma que se enfrentaba a la rigidez de los valores tradicionales impuestos a golpe de sonrisa y el pelo a lo Alaska (o al revés…). Pero al salir del teatro, decía, seguir llamando a Lauper “la de girls just wanna have fun”, parece casi un insulto, viendo qué es capaz de hacer cuando se pone ante una banda, un pentagrama y un cuaderno (seguramente use el Word, pero queda más romántico).

Es de esos momentos, como al leer Watchmen o al ver Once upon a time in America, en que los prosaicos –yo- se preguntan cómo puede caber todo eso en la cabeza de una persona. Eso sí, da cierta rabia la indolencia ocasional con que se han traducido algunas de las letras de Lauper al español. Algo que solventan inteligentemente añadiendo algunos chistes con referencias eminentemente actuales, españolas e, incluso, madrileñas, ganándose la simpatía de la audiencia.

Kinky Boots
Foto de Nacho Careaga

Conclusión

Ver un musical supone contemplar la exquisita coordinación de tantos elementos, que en sí mismos son artes difíciles de dominar, que o bien deja claro las posibilidades de juntar cooperativamente a un grupo humano amplio, o bien es un milagro. Yo no tengo la respuesta a la pregunta ¿qué es Kinky Boots, el musical? Poco más sé que lo que me deslumbró y divirtió. Lo que no es un milagro, sino el fruto de la lucha, pero sí algo digno de escribir aquí, es el hecho de que uno de los teatros más emblemáticos de España albergue un enorme espectáculo centrado en el mundo drag y sustentado en la tolerancia hacia el colectivo trans. Pensar en eso hace asentir de orgullo.

Por tanto, vayan a ver Kinky Boots, el musical al teatro Calderón, no sólo porque se divertirán y sentirán la energética felicidad que sólo proporciona el arte musical, sino porque su asistencia será, ni más ni menos, un acto político.

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