"La dama de blanco, Emily Dickinson": La soledad y el éxtasis

La dama de blanco, Emily Dickinson es una visión personal de Juan Pastor en el marco de la obra de William Luce. María Pastor sumergida en el personaje de Emily, descubre el aislamiento voluntario de la poetisa, el paralelismo vivido por ella misma en la pandemia, convirtiendo su confinamiento en algo creativo y revelador.

Una historia de amor con el lenguaje, una celebración de todo lo que es bello y doloroso en la vida. Un apasionante encuentro con la poetisa estadounidense más grande de todos los tiempos, Emily Dickinson. La escritora nos desvela su íntima experiencia vital con pasajes de su vida escogidos: desde el comienzo de su actividad poética hasta su muerte, recluida en su casa y con la puerta cerrada a la sociedad, acompañada simplemente por vivencias personales con sus seres más queridos. El personaje vive en la eternidad. Sus miedos y anhelos han desaparecido, pero tiene la habilidad de revivir profundamente lo vivido y reflexionar mejor sobre su pasado con distancia.

Un viaje lírico por el recuerdo desordenado de una vida ya vivida, con un aire a veces absurdo y alucinado, pero otras veces tremendamente realista. Emily Dickinson, desde su mundo poético, invita a los espectadores a valorar la vida a través de una visión distanciada de la experiencia humana. (TEATRO QUIQUE SAN FRANCISCO). 

La esperanza es esa cosa con plumas

Sobre el escenario el tiempo detenido de una casa de finales del XIX. Una cama con una colcha tejida, un escritorio, un viejo baúl, un sillón y, en el centro, ocupando el corazón de la escena, un árbol. Dos sillas vuelan como en un sueño de Dalí y un reloj flota ingrávido retando las leyes de la física.

María Pastor entra en escena y nos seduce desde la primera palabra con su interpretación de Emily Dickinson. La personalidad de la escritora es riquísima en matices. De una sensibilidad hiperactiva y de una genialidad que no se ajustaba a los cánones de la época, decidió vivir recluida en su casa, escribiendo cartas y poemas. Posiblemente padeció ansiedad o depresión y vio pocas de sus obras publicadas en vida. Realmente la biografía de la escritora encerrada entre cuatro paredes parece no resultar interesante. Sin embargo, su riquísima vida interior, que se refleja en sus poemas, su conexión con la naturaleza, su mirada contemplativa y su sentido de la trascendencia y de la condición humana hacen de ella un personaje fascinante.

La bella de Armherst

William Luce explora en el monólogo titulado La bella de Armherst y que sirve de base a La dama de blanco, Emily Dickinson, la vida de la escritora, que rememora haciendo cómplices a los espectadores los momentos más significativos de su vida. La relación con su padre y su hermana Lavinia, sus amigas, sus amores, su paso por la escuela y, finalmente, su reclusión y su dedicación a la escritura solo reconocida póstumamente.

Juan Pastor, director de la Guindalera, llevó a cabo este montaje también interpretado por María Pastor en 2014. Ocho años después la obra adquiere un nuevo significado tras la reclusión que hemos vivido a escala mundial tras la pandemia. ¿Puede ser la introspección una forma de conexión profunda con el mundo? ¿Se puede vivir en aislamiento?

El carácter hipersensible de Emily Dickinson hace que su caso sea único, pero nos sirve para reflexionar sobre el delgado límite que separa  el genio y la enfermedad mental, lo sublime y lo patológico.

Conclusión

La dama de blanco, Emily Dickinson es una oportunidad única para acercarse a la vida y la obra de la poetisa americana Emily Dickinson. Con un tono lleno de lirismo, la obra intercala episodios biográficos con algunos de sus versos más conocidos. María Pastor logra conmovernos con una interpretación que sabe trasmitir todos los matices emocionales de la compleja personalidad de la escritora.

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