El Festival Sala Joven cierra su primera edición con La gaviota o los hijos de, ópera prima de la compañía Los Hijos De. Esta producción es una versión libre de la mítica obra de Chéjov, que llega con una reinterpretación que mezcla temas actuales como los reality shows, la herencia mediática y el valor de la cultura. Además, también ha supuesto el debut de Georgina Amorós en el teatro, la cual en los últimos años ha ganado popularidad por la serie "Élite". También forman parte del reparto Tábata Cerezo, Alejandro Jato, Xoán Fórneas y Federico Coll. Se puede disfrutar hasta el 18 de julio de 2021 en el Teatro Quique San Francisco.
Duración: 75 min. apróx. Dirección: Pablo Quijano Dramaturgia: Pablo Quijano Asesoría dramatúrgica: Lucía Carballal Ayudante de dirección: Manuel Pérez D’ocón y Cristina Basallote Diseño de iluminación: Victor Longás Diseño de vestuario: Celia Nacimiento Escenografía: Casa Antillón Asesoría corporal: Marina Esteve Diseño sonoro: Javi Carre y Xoán Fórneas Prensa: María Díaz Diseño cartelería: Celia Nacimiento con fotografías de Jorge Rico8 Producción: Pablo Quijano, Silvia Alonso, La compañía Los hijos de, en colaboración con Mauro Gastón Peluquería, Gosua Management, Centro Cultural Carril Conde y TEATRO URGENTE y el apoyo de Lejos Lejos
Tráiler de 'La gaviota o los hijos de', dentro del ciclo Sala Joven 2021
Sinopsis de 'La gaviota o los hijos de'
Las criadas es una versión libre del clásico de Chéjov La gaviota.
Unos jóvenes actores investigan los límites entre el cine y el teatro, interpretando una versión completamente libre y moderna de La Gaviota, que habla de la corrupción de la juventud y de los reality show. Los reality show son verdad. Los reality show son ficción televisada. Da vergüenza decir que consumes un reality. Si lo mismo que vemos en la televisión lo viéramos en un teatro, ¿nos importaría reconocer que lo consumimos? (TEATRO QUIQUE SAN FRANCISCO).
La herencia cultural
La compañía Los hijos de debuta en el teatro con La gaviota o los hijos de, una versión libre de “La gaviota”, de Antón Chéjov. En esta ocasión, la trama discurre en un presente muy reconocible, donde se pone el foco en una reinterpretación del clásico ruso. De esta manera, respeta el esquema original de la pieza, pero lo retuerce para hablar de temas tan actuales como la herencia mediática de padres famosos a hijos, el talento, la envidia y hasta de feminismo. En ese torbellino de preguntas que se lanzan, sin buscar una respuesta, se expone la búsqueda del contraste de lo que se considera arte. Por tanto, a través de la comparación entre la calidad de teatro y reality show, se ejemplifica el clasismo cultural que abunda en tiempos actuales. Gracias a ello, ofrece una revisión de la pieza original, con una denuncia interesante.
Sin embargo, la reinvención de un clásico es algo muy complejo, por lo que hay definir de una manera clara cuáles son las intenciones. A lo largo de la obra se habla de multitud de cuestiones, pero se echa en falta que se concreticen más. En consecuencia, hay partes que se dilatan en el tiempo, provocando cierta falta de potencia y una prolongada lentitud en su exposición. Asimismo, se echa en falta una mayor profundidad en el significado de “reality show”, el lenguaje que hay tras este concepto y la contraposición con el teatro. Una intención e idea muy bien planteadas, pero que, en su ejecución, fallan al no ir a las entrañas de lo que se narra. Con lo cual, da una sensación de respetar al material original, pero con una innovación que todavía no encuentra su sello de identidad.
La juventud pisa el escenario
Los miembros de esta nueva compañía no son caras nuevas en la industria artística. Para comenzar, Georgina Amorós realiza su primer trabajo teatral, siendo una de las protagonistas de La gaviota o los hijos de. A diferencia de otros papeles de la catalana, en esta ocasión, tiene la oportunidad de lucirse, y así lo hace. Desde el principio se puede ver cómo disfruta el espacio escénico, ofreciendo una caricatura de sí misma, pero sin perder la consistencia de ser un personaje de la obra. Por tanto, comprende a la perfección lo que se busca en ella y lo cumple con una exquisita labor. Junto a ella, Tábata Cerezo impresiona por pisar fuerte y mantener ese ímpetu durante toda la pieza teatral. Es magnética, lanzando ese maremoto de fuerza arrolladora a su favor. Por ende, se convierte en una de las voces cantantes de la obra.
Por otro lado, Alejandro Jato aborda su personaje desde una pomposidad que le da un toque a la manera de dibujarlo. Así, dentro de esa superficialidad intelectual, se muestra también un carisma menos basado en la energía y más en la sutilidad del movimiento. Además, saca partido a una expresividad bien pensada, pausada y aclimatada. A pesar de ser el personaje más templado, no transmite neutralidad, sino la pasión sinvergüenza de su personaje, lo que indica la estupenda interpretación que regala en escena. Por último, Xoán Fórneas no pisa tan fuerte como sus compañeros, pero goza de momentos llenos de golpes de efectos. También cabe destacar un uso y proyección de la voz increíbles, algo que comparte con Amorós. Cierra este grupo de cuatro actores, conservando y manteniendo el nivel de sus compañeros. Por lo cual, pese a no ser el que más destaque, fluye su interpretación orgánicamente.
Gran Hermano
El Festival Sala Joven del recién renombrado Teatro Quique San Francisco es una propuesta que permite a nuevos creadores traer energías renovadas a los escenarios. Y, La gaviota o los hijos de no es una excepción. En primer lugar, se plantea una némesis del espacio puramente físico y teatral con el audiovisual. No obstante, llama la atención que dé el mismo lugar a ambos lenguajes, permitiendo que el espectador pueda danzar por los dos conceptos. Mientras que lo teatral da una visión más amplia, lo cinematográfico se plantea desde ese encuadre, esa mirada, ese efecto ‘voyeur’. Por tanto, la pieza teatral gana más en su apartado artístico y expresivo, lo que equilibra varias de las flaquezas que se hallan en el texto. Gracias a ello, la exposición de esa explosión estética y de una escenografía interesante hacen que este espectáculo sea una propuesta interesante.
Por otro lado, la selección musical es un atino, una convergencia entre estilos que difieren entre sí, pero que conectan con un gusto impresionante. Mezclar a grandes figuras como Rocío Jurado, con énfasis de la música electrónica dejan un mash-up de lo más variopinto, pero efectivo. Asimismo, las partes musicales interpretadas por los actores, así como la coreografía, son una excelente decisión escenográfica. Así, permite introducir ese elemento de performance, que acaba por exponer la intención de no marcar ninguna línea a nivel creativo. Sin embargo, a pesar de lograr una combinación poderosa, también hay momentos en los que la obra se pierde en un desorden temporal. Por lo cual, da la sensación de no llevar una batuta como tal, sino ser una consecución de ideas. Con lo cual, podría haberse clarificado mejor la estructura propia de la pieza.
Conclusión
La gaviota o los hijos de es una reinterpretación libre, que obtiene su éxito en el envoltorio escénico y una propuesta llena de contrastes. Asimismo, logra culminar con un uso del lenguaje cinematográfico y teatral interesantes, que se extiende a una comparación a tiempo real. La historia, aunque interesante, se pierde por momentos en una exposición de temas que no logran una cohesión consistente entre ellos. Por otro lado, a nivel interpretativo, se disfruta de un trabajo bien realizado, capitaneado por una estupenda Georgina Amorós. Una reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro, marcado por una herencia artística, que destaca por su apartado estético y técnico.
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