El pasado 15 de mayo se estrenó La importancia de llamarse Ernesto, versión dirigida por David Selvas, basada en la comedia original de Oscar Wilde estrenada en 1895. En esta ocasión, el elenco está formado por Silvia Marsó y Júlia Molins, que sustituyen a María Pujalte y Paula Malia en su regreso a Madrid. Junto a ellas, vuelven Pablo Rivero, Ferran Vilajosana, Paula Jornet, Albert Triola y Gemma Brió. Estará en cartel hasta el 30 de junio.
Título: La importancia de llamarse Ernesto Título original: The Importance of Being Earnest
Reparto: Silvia Marsó
Pablo Rivero
Júlia Molins
Ferrán Vilajosana
Paula Jornet
Albert Triola
Gemma Brió
Duración: 105 min. apróx. Dirección: David Selvas Versión y traducción: Cristina Genebat Autoría original: Oscar Wilde Diseño de espacio escénico: Jose Novoa
Diseño de iluminación: Mingo Albir
Espacio sonoro: Lucas Ariel Vallejos
Diseño de vestuario: Maria Armengol
Caracterización: Paula Ayuso
Coreografía y movimiento: Pere Faura
Dirección musical: Pere Jou y Aurora Bauzà (Telemann Rec)
Composición música original: Paula Jornet Ayudante de vestuario: Raquel Ibort Jefe técnico: Arnau Planchart Regiduría: Gema Navarro Operador de sonido: Roger Ábalos Construcción escenografía: Carles Hernández «Xarli» y Òscar Hernández «Ou» Confección de vestuario: Goretti Puente Fotografía: Felipe Mena Teaser: Mar Orfila y Marc Mampel Con la colaboración de: Marco Pascali, Punto Blanco y Óptica Sanabre Agradecimientos: Fluren Ferrer y Dagoll Dagom Producción: Teatre Nacional de Catalunya, La Brutal y Bitò Produccions
Tráiler de 'La importancia de llamarse Ernesto'
Sinopsis de 'La importancia de llamarse Ernesto'
Dice Paco Nieva que la obra La importancia de llamarse Ernesto es «un perfecto sueño de teatro, una comedia despiadada y excéntrica, perfecta, bella y onírica como la vida de una rosa en las extrañas paredes de un jardín vertical». Una rosa delicada que nos recuerda aquello efímero y revelador que tiene la belleza y la vida.
Wilde escribió un guiño perfecto lleno de sabiduría dramatúrgica y de inteligencia vital. Con sus réplicas desacomplejadas hace que la verdad explote en la cara de los espectadores, que se sienten constantemente interpelados. (TEATRO PAVÓN).
Oscar Wilde sigue vivo
Esta nueva versión de La importancia de llamarse Ernesto está dirigida por David Selvas, quién revive el clásico de Oscar Wilde mediante una adaptación fresca y moderna. La traducción ha corrido a cargo de Cristina Genebat, quién ha conseguido una versión que mantiene la esencia principal de la obra. Por ello, no son pocos los momentos en las que la afilada pluma de Wilde vuelve a revivir y las carcajadas se despiertan en los espectadores, que disfrutan de los enredos y de la crítica social que se hace sobre la escena. Además, el disparate forma parte de la propuesta de una forma fluida y bien ejecutada.
El retrato de los estratos sociales se sigue dando, lo cual es indicativo de la importancia principal del mensaje. Asimismo, se adereza con el juego escénico y el giro de guion en el culmina la pieza que, para aquellos que no hayan podido ver algún montaje de esta pieza, será una sorpresa oportuna. También hay que mencionar que este tipo de obras demuestran que los clásicos no pasan de moda, ya que tiene ese halo de atemporalidad que le sienta muy bien. Por otro lado, las letras de las canciones que aparecen son sencillas, contrastando con la agudeza de Wilde, se podría haber esperado una composición más trabajada. A pesar de ello, son fáciles y para todos los públicos.
Nuevas caras
Silvia Marsó recoge el testigo de María Pujalte en La importancia de llamarse Ernesto, convirtiéndose en una de las cabezas de cartel de la obra. La actriz demuestra la gran presencia escénica que tiene, logrando captar la atención de los espectadores durante el breve tiempo que está sobre las tablas. Sabe darle a su personaje ese punto ácido y clasista, haciendo una actuación espléndida. Junto a ella, un magnífico Pablo Rivero, que vuelve a exponer su gran talento y su madurez sobre el escenario. Se encuentra completamente cómodo, se deja llevar y tiene un control sobre su personaje y la escena que triunfa como protagonista. Por su lado, Júlia Molins cumple con lo se espera de su personaje, gozando de momentos realmente hilarantes. Únicamente, se echa en falta más cuerpo en su trabajo.
Ferran Vilajosana forma una dupla con Rivero muy interesante, ambos encauzan su participación hacia un comedia bien medida, lo que hace que se disfrutable su labor sobre las tablas. Se podría decir lo mismo de Albert Triola y Gemma Brió, los cuales dan un dinamismo apropiado a sus personajes. Los tres no son una mera excusa interpretativa, sino que juegan al mismo nivel de sus compañeros y ofrecen momentos llenos de hilaridad. Además, en el caso de Brió, se valora la contundencia con la que aborda algunos pasajes del libreto. Por último, Paula Jornet no logró estar acertada ni interpretativa ni musicalmente, se veía algo fuera de tono en ambos casos. Seguramente, fuera una mala función para ella, ya que forma parte del elenco original y ya fue alabado su trabajo previamente.
La melodía que truena
Un salón señorial es la principal baza de la escenografía de La importancia de llamarse Ernesto, mediante una construcción en la que se ve una producción elevada y que da esa sensación de high class que necesita la pieza. Por tanto, visualmente cumple, podría todavía explotarse más y llenarlo de la pomposidad que, tal vez, se espera de una obra sobre la temática a abordar. Después, el diseño de iluminación es perfecto, va creando atmósferas y realiza distintas parcelas que acentúan el interés del espectador ante lo que sucede en escena. También destaca el vestuario elegido, que aunque ya se conocía de otras representaciones, sigue triunfando ante los ojos de los asistentes.
La duración no se percibe, lo que indica un buen ritmo y un dinamismo en su justa medida. Sin embargo, el principal problema que se halla es una composición musical que cumple, pero no llega a cohesionarse con el estilo de la obra original. En consecuencia, se puede ver como una oportunidad para acercarse a las nuevas generaciones y darle un aire fresco, pero se echa en falta que sea desde un prisma más complejo, más trabajado. Además, al ser uno de los elementos principales de este montaje, lamentablemente, marca el resultado en su conjunto. También se suma que durante la función del 17 de mayo, vocalmente, el equipo actoral estuvo algo desafinado. Por ello, se queda en algo entretenido, donde las interpretaciones destacan, pero lo sentencia una propuesta que se queda a medio gas.
Conclusión
La importancia de llamarse Ernesto toma otros aires, más frescos y ligeros, que mantienen la esencia original de la obra de Oscar Wilde. Gracias a ello, la crítica social sigue estando presente, siendo uno de los imprescindibles a la hora de hacer una adaptación de esta obra. Silvia Marsó y Pablo Rivero lideran el elenco con maestría, siendo sus trabajos una de las principales razones por las que merecería ir a ver la obra. Artística y técnicamente, destaca el ritmo dinámico, el diseño de iluminación y el vestuario, aderezados con una escenografía atractiva, aunque puede elevarse todavía más. Musicalmente, se echa en falta que hubiera sido una composición más interesante, se queda en algo más sencillo. La vuelta a los enredos de la clase alta, que se ven influenciadas por una composición musical menos contundente que su material original. Entretenida.
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