"La madre": La soledad llama a la puerta

¿Puede una madre amar demasiado? ¿Existen límites para ese amor? ¿Qué ocurre cuando un hijo crece y se va?

Anne ha construido una vida alrededor de su hijo Nicolás y, ahora que se ha ido, debe enfrentarse a la pérdida, al nido vacío y al verdadero vínculo con su marido.

¿Ha vivido para ella o para los demás? ¿Ha valido la pena? ¿Hay algún sentido para lo que queda? Las decisiones que ha tomado la atormentan y hay tanto que quiere decir ahora…

La madre es la atrapante y conmovedora obra del ganador del Oscar, Tony y Moliere, Florian Zeller.

Aitana Sánchez-Gijón vuelve a los escenarios con uno de los personajes más aclamados de los últimos tiempos, en una obra que cuestiona cuáles son los límites de la soledad, el vacío y la cordura. (TEATRO PAVÓN). 

El nido vacío

En 2010 se estrenó La madre a manos de Florian Zeller, más de una década después regresa a los escenarios de mano de Juan Carlos Fisher. Este libreto aborda la maternidad desde un prisma que mantiene en vilo a los espectadores, por la particular mirada oscura y puntiaguda con la que afronta su problemática. Por ello, dibuja el famoso 'síndrome del nido vacío' en una maraña de locura, donde nada es lo que parece y donde se entrecruzan los terrores de una mujer que debe hacer frente a la vida tras la marcha de sus hijos del hogar familiar. Sin duda, el texto goza de una estructura que se aleja de lo convencional, para transitar por una locura muy bien diseñada.

La trama, como si se tratara de un cristal roto, se va fraccionando y va introduciendo los personajes que atesoran las preocupaciones de su protagonista. Cabe decir que la adaptación llega con buen nivel, cuidando las repeticiones, un recurso narrativo que no siempre encaja, en especial, proviniendo directamente del francés. Asimismo, el laberinto de emociones y pensamientos se dan cita sobre el escenario, dando esa incertidumbre en las primeras escenas y llegando a su culmen en el desenlace de la historia. Por lo tanto, el transcurso de la dramaturgia es apropiado y efectivo, dejando un poso en el espectador, donde el debate y la reflexión en torno a la maternidad indica la calidad de este texto teatral.

Las entrañas del dolor

Uno de los mejores aspectos, por no decir el mejor, es la gran interpretación de Aitana Sánchez-Gijón en La madre. Desde el principio, se puede ver una naturalidad intrínseca, que le permite dar verosimilitud en todo momento a lo que sucede sobre la escena. Sin embargo, no se queda ahí, sino que muta en ese animal escénico que se ve sucumbido por todo tipo de situaciones y emociones, haciendo que el espectador se quede enganchado a su gran labor escénica. La forma en la que desglosa cada emoción, en la que se rompe desde dentro, hace que se convierta, sin lugar a dudas, en una de las mejores interpretaciones de esta temporada 2023-2024. Una catarsis dramática que corona no solo el trabajo de Sánchez-Gijón en escena, sino el poder de la palabra y de lo que desea transmitir a la audiencia.

Juan Carlos Vellido también realiza un trabajo sobresaliente, siendo un perfecto partenaire con Sánchez-Gijón, llevado desde una perspectiva menos visceral, pero que exige el mismo nivel de concentración y de credibilidad. Por ello, se agradece que la entrega sea total, el movimiento, la rapidez, la forma de presentar la reiteración de una forma innovadora, hacen que se vea el estupendo resultado de su trabajo. Álex Villazán vuelve a regalar un trabajo satisfactorio, donde las sombras se apoderan de su planteamiento y donde deja salir toda esa oscuridad. Su principal baza se ve en los pequeños detalles, en la gestualidad, una corporalidad muy bien ejecutada. Por último, Júlia Roch acaba por poner la guinda en el pastel, con una interpretación en la que destaca, sobre todo en las últimas escenas, donde le permite jugar más con su labor sobre las tablas. Un reparto muy eficaz.

Una fantasía tétrica

Si ya en "Prima Facie" se pudo ver el pulso minimalista, pero poderoso de la dirección de Juan Carlos Fisher, en La madre vuelve y consolida ese estilo que se deshace de sobrecarga en la puesta en escena, para dar mayor peso al juego escénico tanto de sus actores como de otros aspectos artísticos como la iluminación o el vestuario. Se aplaude la decisión, así como la elección del simbolismo, pudiéndose ver la ruptura interior en varios elementos como el corte en la propia pared. También se debe remarcar positivamente el movimiento en el espacio, siendo uno de los puntos en los que más brilla el montaje. Aporta viveza, al mismo tiempo que refleja ese maremoto interior que se desea exponer ante el espectador.

El vestuario y los objetos, como la maleta, no son un mero instrumento de contextualización, sino que abre posibilidades en cómo se plantea la identidad de la pieza, que consiguen que se vea una profundidad en cada elección técnica que se agradece. El ritmo no goza de un dinamismo estándar, sino que al igual que la realidad de su protagonista, viene fragmentada y va haciendo que florezca la intriga que se germina desde el principio. Con lo cual, atrapa constantemente al público, que desea saber en qué desemboca. Únicamente, hay algún pasaje que, al no saberse la estructura de la pieza, puede atragantarse al principio, pero una vez se entra, se comprende por qué dicho planteamiento. Los giros de guion son certeros. Para terminar, mención a la música y la iluminación, que terminar por matizar la visión artística de la propuesta.

Conclusión

La madre es un thriller que reflexiona sobre la maternidad desde un prisma oscuro que engancha y deja un poso tras salir de la función. El libreto de Florian Zeller revive con una eficacia narrativa, donde esa ruptura y ese laberinto de emociones y sensaciones se despierta en un camino introspectivo ante un terror muy humano. Aitana Sánchez-Gijón está pletórica, una de las mejores interpretaciones de la temporada 2023-2024, siendo uno de los mejores aspectos del montaje. Junto a ella, unos trabajos de calidad de Juan Carlos Vellido, Álex Villazán y Júlia Roch. La propuesta escénica juega en un minalismo que le sienta bien, al poner el peso en la acción sobre la escena. Asimismo, se valora la transformación y los giros, acompañados de una iluminación exquisita. El nido vacío y sus consecuencias se unen en una pieza llena de suspense, locura, humanidad y debate.

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