Raúl Cerezo y Fernando González Gómez, nos traen una terrorífica road movie. Después de ver La pasajera ya no será lo mismo compartir vehículo en nuestro próximo viaje. Tras su presentación mundial en la Sección Oficial del Festival de Sitges, y su participación en el Mórbido Film Festival de México, la Semana de cine de Terror de Donostia, el Fancine de Málaga, el Festival de Cine de Terror de Molins de Rei y el Festival Isla Calavera de Canarias, el próximo 18 de febrero se estrena en salas comerciales de toda España. Puedes leer AQUÍ la crítica realizada por Cinemagavia de esta película.
Crítica de 'La pasajera'
Resumen
Ficha Técnica
Título: La pasajera
Título original: La pasajera
Reparto:
Ramiro Blas (Blasco)
Cecilia Suárez (Mariela)
Paula Gallego (Marta)
Cristina Alcázar (Lidia)
Yao Yao (Coco)
Año: 2021
Duración: 90 min.
País: España
Director: Raúl Cerezo, Fernando González Gómez
Guion: Luis Sánchez-Polack. Historia: Raúl Cerezo. Guion original: Asier Guerricaechevarría, Javier Félix Echániz
Fotografía: Ignacio Aguilar
Música: Alejandro Román
Género: Terror
Distribuidor: Karma Films
Tráiler de 'La pasajera'
Sinopsis
Una furgoneta compartida en la que viajan un hombre y tres mujeres, atropella a una turista que camina en la oscuridad por una carretera secundaria. Tras subirla al vehículo para llevarla al hospital más cercano, los ocupantes de la vieja furgoneta comienzan a observar que la nueva pasajera se comporta de manera extraña. Pronto comprenderán que para salvar sus vidas deben cumplir una regla clara: no sentarse a su lado. (Karma Films)
Dónde se puede ver la película
Película de personajes
La pasajera es al mismo tiempo una película de terror, de aventuras, una comedia, pero en el fondo es una historia de personajes. Esos personajes son interpretados por Ramiro Blas, como Blasco, un hombre con marcas bastante rancias y desagradables. Enfrentadas al conductor encontramos a Mariela, Cecilia Suárez, Lidia, Cristina Alcázar, y Marta, Paula Gallego. Tres mujeres con rasgos de fuerte personalidad que chocarán frontalmente con las costumbres de Blasco.
La labor actoral es muy destacada por cada una de las partes implicadas. La elección de Ramiro Blas, argentino, como Blasco puede resultar sorprendente, pero en los primeros minutos ya corroboramos que no ha sido un error. El juego con ese aire de villano, funciona a la perfección. El trabajo de construcción del personaje, tanto a nivel interpretativo como de guion, es tan redondo que se acaba generando empatía hacia un tipo despreciable.
La furgoneta, la Vane, es un personaje más. Una de las señas de identidad de La pasajera, con todas sus imágenes icónicas, que nos dejan ver claramente quién es Blasco. Esa mezcla de guitarra eléctrica con el estoque es el mejor resumen de su dueño.
Ambiente cargado
La relación entre los cuatro personajes es una actualización y/o reflejo del enfrentamiento intergeneracional, y de la lucha entre ideologías. Tenemos a un tipo tan deleznable a primera vista como Blasco, que ya no cree en el futuro de sus relaciones con las mujeres. Sin embargo, nos sorprende estableciendo con el paso del metraje una amistad de lo más entrañable con esa joven Marta que ya ha sido apaleada por la vida en demasiadas ocasiones. Lo que parece una mezcla imposible acaba siendo el gran sostén de la película.
La pasajera reflexiona sobre ese momento de crisis que galvaniza a todos, que provoca dejar las diferencias a un lado. Los puntos de fricción no son tan horribles como aquello que acecha en la fría noche de esa montaña solitaria. La supervivencia dependerá de la capacidad para colaborar dejando atrás las diferencias. Los directores crean un entorno hostil externo a esa pequeña comunidad, como en su momento tramó Ozymandias, a través de Moore, en pos de la salvación para la humanidad.
Dirección cuidadosa en La pasajera
Desde la primera escena podemos observar una planificación bastante metódica. Claramente visible en las escenas de diálogo en el interior de la furgoneta. Cada conversación se puede observar como un plano estudiado a la perfección, pero al mismo tiempo con la naturalidad suficiente para no quedar como mero objeto estético sin hilar en la narración.
Existe una razón detrás de cada plano o acción que vemos en pantalla, y eso se nota. En un cruce de conversaciones entre los cuatro personajes, el juego de cambio de planos cruzando rostros y diálogos podemos observar cómo cada imagen nos está explicando algo de lo que sucede. No hay movimientos de cámara en pos de no aburrir al público como sucede en cierta parte del cine, y la televisión, actual, aquí cada cambio tiene sentido.
Los directores reconocen en alguna de sus entrevistas durante el Festival de Sitges que intentan rodar pensando directamente en el montaje final, como método de economizar la producción, lo cual se refleja en la perfección alcanzada en La pasajera. A esta labor ayuda que el propio Fernando también sea montador, desde luego, aunque directores ilustres la hayan utilizado como método para evitar la censura o el recorte. Contraviniendo las costumbres más actuales de utilizar varias cámaras en cada plano para finalmente elegir una como la definitiva, los directores han planificado por completo cada secuencia para rodarla directamente en la misma forma que acabará montada. De esta manera el sello de ambos queda patente en todas y cada una de las imágenes finales, oponiéndose a esos otros proyectos en los que la labor del montador acaba resultando predominante en la parte visual.
La codirección está muy bien llevada a pesar de la dificultad de esa labor compartida. Ese entendimiento y el trabajo de preparación se reflejan en una estructura muy coherente y un ritmo narrativo perfectamente adherido al conjunto de la película, sin un solo momento de duda o error. Podríamos añadir que es una película en la que los directores, además de trabajar con ahínco, parece que han disfrutado del proceso de creación.
Lenguaje visual frente a nostalgia
A lo largo del metraje no resulta difícil percibir la influencia de directores muy centrados en el lenguaje cinematográfico, como Berlanga o Carpenter. Pero no desde un punto de vista puramente nostálgico con homenajes constantes para ofrecer guiños directos al espectador. Podemos observar estas influencias en la planificación misma de las escenas, en el estilo de narración visual. La forma de crear tensión nos puede recordar a los momentos del director neoyorkino, mezclado a la perfección con el tono humorístico, casi sarcástico, en la línea más berlanguiana.
El cambio de tono se refleja tanto en el guion como en la propia fotografía, de Ignacio Aguilar. El estilo visual se va adaptando en cada momento, reflejando lo que está sucediendo sin necesidad de recurrir al diálogo para ello. Desde que el grupo recoge a la pasajera hasta que llega el cambio definitivo de tono, tenemos un juego maravilloso con la luz roja de frenado. Elemento visual que se sigue utilizando para definir características de los personajes.
La mezcla de efectos especiales y visuales está muy bien llevada. La parte física y la digital conviven de modo que acaba resultando muy natural.
Ahora sólo nos queda invitar a los amantes del cine, en general, y del género, en particular, a ver La pasajera en una pantalla grande, como merece. Es una obra muy divertida que debería hacer disfrutar a las salas. Sin olvidar el sello de autoría que aparece claramente. Película de personajes, en la que conocemos a quienes serán las víctimas o los supervivientes antes de que comience la cacería.
Reportaje de La pasajera en Días de Cine TVE
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