La rosa del azafrán es una zarzuela cómica española escrita por Jacinto Guerrero y libreto de Luis Fernández de Sevilla y Anselmo Cuadrado Carreño. Fue estrenada en Madrid en 1930 y ha sido una de las obras más populares del género en la historia del teatro español. Inspirada originalmente en “El perro del hortelano” de Lope de Vega, vuelve al Teatro de la Zarzuela de la mano de Jacinto Guerrero, Federico Romero y Guillermo Fernandez-Shaw.
Título: La rosa del azafrán Título original: La rosa del azafrán
Reparto: Yolanda Auyanet (Sagrario)
Carmen Romeu (Sagrario)
Juan Jesús Rodríguez (Juan Pedro)
Rodrigo Esteves (Juan Pedro)
Carolina Moncada (Catalina)
Ángel Ruiz (Moniquito)
Vicky Peña (Custodia)
Juan Carlos Talavera (Carracuca)
Mario Gas (Don Generoso)
Pep Molina (Miguel)
Emilio Gavira (Micael)
Chema León (Julián y Mendigo)
Elena Aranoa (Cantante)
Duración: 100 min. apróx. Dirección musical: José María Moreno
Dirección de escena: Ignacio García
Libreto: Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw Música: Jacinto Guerrero
Escenografía: Nicolás Boni
Vestuario: Rosa García Andújar
Iluminación: Albert Faura
Coreografía: Sara Cano Producción: Teatro de la Zarzuela
Tráiler de 'La rosa del azafrán'
Sinopsis de 'La rosa del azafrán'
La rosa del azafrán tiene lugar en 1860, en un pueblecito de La Mancha, donde Sagrario, rica propietaria a la par que mujer de gran belleza, se enamora de uno de sus sirvientes, Juan Pedro, apuesto mozo de labranza de humilde condición y que además lleva sobre sí el estigma de ser hijo de padres desconocidos. El nombre de la zarzuela se debe al azafrán. Se hace referencia en el libreto a que el amor es tan frágil como esta flor «que brota al salir el sol y muere al caer la tarde».
Sus melodías populares y encantadoras, junto con lo actual y divertido del libreto, hacen que sea una de las principales obras del género. El tema es clásico: el amor entre dos personajes de diferentes clases sociales. Cuenta con melodías tan conocidas como la célebre «Canción del sembrador» o el «Coro de Espigadoras». (TEATRO MADRID).
Contexto de la obra
La rosa del azafrán se estrenó en 1930 en Madrid, España, durante un período de agitación política y social marcado por el final del reinado de Alfonso XIII y el inicio de la Segunda República Española. La década de 1930 fue una época de inestabilidad política y crisis económica mundial, lo que hizo que el estreno de la opereta ofreciera al público un escape de las tensiones y preocupaciones de la época. La obra, con su música alegre, humor y romance, proporcionó un entretenimiento ligero y optimista, mientras que sus elementos folclóricos y referencias a la cultura española resonaban con el público, ofreciendo una representación idealizada de sus propias tradiciones en un momento de cambio.
Escenografía, vestuario y decorados
Los decorados y la puesta en escena hacen que en mi memoria se cree el recuerdo de un pueblo que no he visitado, de uno que ni siquiera existe realmente. Las casas formando callejuelas, plaza y calles con ladrillos vistos y cristales tintados, permitían meterse en la historia, sentirse un vecino más. Además, quería destacar la iluminación y el cielo en la pantalla del fondo, ayudando a percibir la cronología de manera más exacta. Lo único que cabría decirse del atrezzo es que es difícil recordar otro tan cuidado y acertado.
Voces e interludios
En la obra, se pueden aprecias las majestuosas voces de los intérpretes. De los agudos de Carmen Romeu -Sagrario en la obra el día de mi visita- poco puede decirse. Y la pareja que hace en las melodías en que conjuga con los graves de Rodrigo Esteves permite disfrutar. El espectador atiende a lo que dicen, sin apenas necesitar recurrir a los subtítulos, y se logra emocionar por las grandes interpretaciones que acompañan a sus gargantas.
Una obra coral
La rosa del azafrán, aunque es innegable que tiene personajes más protagonistas que otros. Es por definición de género, una opereta coral. Y es el juego entre los personajes secundarios el que en mi opinión, la convierte en esta joya del entretenimiento y el marujeo de los pueblos que engancha y mantiene atento al espectador de principio a fin. Moniquito y Catalina, junto con Carrauca, hacen en mi opinión el tándem más simpático sobre las tablas. No obstante, la coralidad no se debe únicamente a estos 5 personajes. Cuando hablo de coralidad yo me refiero a aquellos que no pronuncian siquiera una frase en solitario. En las escenas de baile, y de juego llenan el escenario de colores, y tejidos que alegran la escena, emociona el conjunto de todos ellos, y no tanto el motivo que justifica su entrada en escena.
Conclusión
La rosa del azafrán narra una historia ya conocida en la cultura popular española. Pero en este nuevo libreto, se incluyen bromas y aproximaciones al humor actual. Uno de los momentos que mejor representan esta actualización es para mí cuando Moniquito dice ser vegetariano a Catalina.
La obra como conjunto es espléndida. Los cien minutos de duración se hacen cortos. Las tramas amorosas te convierten en la peor de las marujas y el resto de historias te harán ansiar la llegada del desenlace sobre las tablas. De entre los personajes, encontramos mucha variedad, como es costumbre en este tipo de piezas teatrales. Algunos te harán gracia, otros tan solo darán pena, o incluso lástima, pero lo que sí es cierto, es que es el resultado de su conjunto el que nos reafirma en que esta rosa no marchita.