En el corazón de la América segregada, donde el blues es el lamento del oprimido y la fe el escudo contra el mal, Los pecadores (Sinners) de Ryan Coogler nos presenta a unos vampiros que son mucho más que criaturas aterradoras. El director de Black Panther y Creed fusiona terror sobrenatural con drama histórico para explorar identidad, culpa y redención en un contexto de heridas abiertas por el racismo americano. ¿Película redonda? No, pero sí una apuesta que dice mucho y de maneras distintas, invitando a la reflexión sobre temas complejos y generando debates relevantes en el contexto actual. Estreno en salas de cine españolas el miércoles 16 de abril de 2025.
Crítica de 'Los pecadores'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Los pecadores
Título original: Sinners
Reparto:
Michael B. Jordan (Sammie Moore)
Hailee Steinfeld (Mary)
Wunmi Mosaku (Annie)
Jayme Lawson (Pearline)
Omar Benson Miller (Pan de maíz)
Delroy Lindo (Delta Slim)
Jack O'Connell (Remmick)
Lola Kirke (Joan)
Li Jun Li (Grace Chow)
Gralen Bryant Banks (Patterson)
Deneen Tyler (Asistente a la fiesta)
Christian Robinson (Chris)
Ja'Quan Monroe-Henderson (Segundo ladrón)
Año: 2025
Duración: 137 min.
País: Estados Unidos
Director: Ryan Coogler
Guion: Ryan Coogler
Fotografía: Autumn Durald
Música: Ludwig Göransson
Género: Terror. Thriller
Distribuidor: Warner Bros Pictures España
Tráiler de 'Los pecadores (Sinners)'
Sinopsis de 'Los pecadores (Sinners)
En un intento por dejar atrás sus problemáticas vidas, unos hermanos gemelos (Jordan) regresan a su ciudad natal para empezar de cero. Pero van a descubrir que un mal aún mayor los está esperando para recibirles. (Warner Bros Pictures España)
Dónde se puede ver la película en streaming
He aquí la gran cuestión de Los pecadores (Sinners), si logra equilibrar el show inherente a la cuestión vampírica de época con una profundidad temática que pueda desmenuzar todas esas contradicciones de fondo sobre religión, estructuras de poder y crítica social.
Es una película que se mueve mucho por lo gótico sureño, siguiendo a esos dos hermanos gemelos, interpretados por Michael B. Jordan, que regresan a su pueblo natal en Louisiana, solo para enfrentarse a una amenaza vampírica que simboliza los demonios del pasado: el linchamiento, la pobreza y las leyes Jim Crow. Los pecadores dialoga con eventos históricos y movimientos sociales específicos, ofreciendo lecturas contemporáneas a la luz de los debates actuales sobre raza y justicia.
Enfoque mitológico y sobrenatural
Aquí debemos situarnos mucho respecto al autor, Ryan Coogler, que es conocido por su característico enfoque hacia historias personales que tienen voz dentro de contextos sociales hostiles. En este caso con la atractiva carcasa del sobrenatural fantástico.
Si nos fijamos, hay una metáfora visual muy potente: huye de la representación de los vampiros como criaturas mitológicas folclóricas, son más bien un reflejo de la opresión sistémica hacia la comunidad negra. El punto aquí es ver si el director sabe balancear bien el espectáculo, la tensión sobrenatural de fondo y la crítica social implícita.
Pero, ¿es esta propuesta realmente original? Aquí es donde la cosa se pone interesante. Coogler no está solo en esto de usar el terror para hablar de problemas sociales, ni mucho menos. Tenemos ejemplos como el de Déjame salir de Jordan Peele. Lo que diferencia a Los Pecadores es su mirada al pasado, a esas heridas históricas que aún supuran en la sociedad americana. Es un blues gótico que te agarra del cuello y te obliga a mirar de frente a los fantasmas del racismo
La fuerza del guion
Podría decirse que el guion forma parte de ese todo que huele a trabajo bien pensado y ejecutado, pero que tiene sus inconvenientes en particular. La primera mitad de Los Pecadores (Sinners) es sensacional: va diseñando una poderosa tensión atmosférica con ese impacto visual tan característico. Sin embargo, en el tercer acto, cuando comienza la acción desenfrenada, Ryan Coogler tira literalmente la casa por la ventana. Introduce una amalgama de géneros y estilos: desde momentos realistas hasta surrealistas, pasando por secuencias cargadas de simbolismo e incluso escenas cogidas con muchas pinzas que, pudiendo confundir en cualquier otro contexto, sorprendentemente funcionan en su mayoría.
Este despliegue creativo es audaz y ambicioso, aunque puede resultar abrumador para algunos espectadores. En las secuencias más intensas, como las batallas con estacas o los números musicales cargados de alegorías, Coogler demuestra su habilidad para mezclar lo sublime con lo grotesco, creando una obra que desafía cualquier categorización.
Hay peros que no pesan demasiado sobre el conjunto, menos cuando crece tantísimo con esos diálogos entre personajes sobre lo sagrado y lo profano, conceptos que se tejen dentro de la misma relación entre razas. Es decir, la verdadera fe como bastión frente a la violencia racial persistente y la música como expresión arraigada en un pueblo que luchó, lucha y luchará contra la injusticia. Hay un vaivén entre realismo y fantasía sobrenatural que luce mucho y tiene bastante alegoría sobre esperanza, desasosiego, impotencia o incluso lo divino y humano.
Dirección y sello
Si nos fijamos en la dirección de Los pecadores (Sinners), vemos una clara predominancia de la optimización de recursos. No economización, sino optimización, puesto que de 90 millones de euros, Ryan Coogler saca una versatilidad tremenda con ese formato IMAX de 70 mm. Es genial ese contraste entre planos amplios, por ejemplo los de los campos de algodón impregnados con la luz lunar, con esos íntimos de sudor y miedo de los protagonistas.
Evidentemente, Coogler prioriza al máximo la cultura negra en toda la narrativa visual, desde los rituales para frenar el mal hasta la misma huella del blues en el contexto social. Es una de las fortalezas de la película, porque no son elementos que contextualizan, que lo hacen, sino un sello de identidad del autor. El estilo visual de Coogler se distingue por el uso de recursos narrativos y cinematográficos que transmiten sus ideas de manera impactante.
Simbolismo
El simbolismo es muy atractivo, pero quizá sí que hay cierta redundancia en algunos elementos de Los pecadores, cayendo en la pedagogía reiterativa con ciertos crucifijos, imágenes del Ku Klux Klan y similares. Es decir, la sutileza predominante pierde algo de su fuerza con un evidente mensaje didáctico.
Realmente son menudeces comparado con un todo que es poderosísimo, así como ciertas escenas, por ejemplo la de Michael B. Jordan con Hailee Steinfeld, el baile sensual a ritmo de saxofón, eminentemente erótica y una clara muestra de la alegorización que señalaba anteriormente, entre esperanza y supervivencia a lo pavorosamente hostil.
Trabajo del reparto
El mejor es Michael B. Jordan brillando en su doble papel. Primero con Smoke, ese hermano mayor, veterano de guerra con sendas cicatrices físicas, psicológicas y morales, y también con Stack, más ingenuo y pasional. Él es lo más elevado, encarnando a su vez ese juego dual, e incrementa el nivel de lo que le rodea, tiene mucha química con el resto del reparto.
Unos actores que solo hacen que sumar. Por ejemplo Jack O’Connell como el excitado, hilarante y siniestro Remmick, que puede parecer el villano arquetípico pero da muchísimo juego. Luego tenemos a Wunmi Mosaku como Annie, cada vez con más peso y siempre genial, una especie de líder contra los malos espíritus. O la deliciosa Hailee Steinfeld, que tampoco rompe el molde con su papel, pero es atractiva en todo lo que hace.
Pero no solo de actuaciones vive el cinéfilo. Aquí es donde entra en juego el blues, esa música que es mucho más que canciones. Es el lamento de un pueblo, la voz de la resistencia, el alma de una comunidad. Ryan Coogler lo entiende a la perfección y lo convierte en un personaje más de Los pecadores. Cada nota, cada acorde, cada letra te golpea como un puñetazo en el estómago, recordándote que la lucha por la igualdad aún no ha terminado, ni terminará.
Música y diseño
Imposible no aplaudir a Los pecadores por la banda sonora de Ludwig Göransson, quien hiciera la apoteósica música de Oppenheimer y es colaborador habitual de Ryan Coogler (Creed y Black Panther). Aquí compone una partitura que actúa como tributo y legado. Coros góspel fundiéndose con blues alterado, lo que genera agonía y opresión en el ambiente, un claro reflejo sureño de choque entre devoción y violencia, sentido de pueblo e individualismo. Hay un logro de elaboración porque mezcla música con sonidos de campos de prisioneros, dotando a la composición de algo especial, único y con alma.
Por otro lado tenemos ese diseño de producción que se nota cuidado pero quizá peque, igual que con el simbolismo, de sobrecargado. Se entiende, quiere enfatizar, pero hay sets donde estos elementos devoran el peso del contexto histórico que necesitas para situar el punto social del filme. Hay falta de proporción en este sentido, dificulta la sumersión orgánica, aunque después queda compensado por el maravilloso manejo de la iluminación, el uso de luz y sombras que te atrapa.
Un paso adelante
En definitiva, nos encontramos con una Los pecadores (Sinners) que consolida todavía más a Ryan Coogler como un excelente narrador, atrevido en cualquier caso, que imprime en su filmografía una evolución bastante clara.
Si recordamos Black Panther de 2018, la mejor de la saga, veíamos un evidente grito de identidad africana. Esto llega a 2025, a Los pecadores, como principio de una dispersión de la misma identidad negra, más hacia el lado de la opresión y la deshumanización que la ha ensombrecido. Dentro de todas las similitudes, podríamos interpretar esta cinta como respuesta a la otra, en ese extremo visceral y de corte adulto, como una conclusión hacia la esperanza a través de cultura, arte y fe bien interpretados.
Si comparamos con la maravillosa Creed de 2015, veíamos una perfecta síntesis de todo este combate entre show y crítica social, con una enorme elegancia. Hubo más equilibrio entre mensaje y entretenimiento accesible. En el caso de Los pecadores, está algo peor balanceado, como si el director no supiera situar a veces la satisfacción del espectador respecto al golpe social. Eso sí, tiene mucha fuerza cuando lo hace, rezuma compromiso y una clara virtud para encandilar con la emocionalidad de la cuestión racial.
Trascendencia cultural
Un trabajo de los que dejan huella porque van más allá de lo meramente ocioso en una sala de cine. Hay un legado y una relevancia cultural que podemos apreciar en la firma de Ryan Coogler, no es solo una cinta de terror, es un espejo de las heridas abiertas en Estados Unidos. El tema de los vampiros es puramente metafórico, sobre el racismo, consigue que te sientas incómodo, reflexivo y también partícipe. La obra no se frena en el cuestionamiento de la identidad nacional, universal o humana, de la justicia o la igualdad, como tampoco el poder estructural incluso de la religión, al menos en ese contexto histórico.
Se suma por tanto a la lista de películas que abordan temas sociales complejos a través del género fantástico y logran dejar marca. Sobre todo en estos tiempos, de políticos y gobiernos semi totalitarios, de mensajes de odio y separación, de interpretación binaria de la sociedad.
Al final, también de eso trata el cine, remover conciencias, generar debate, hacer preguntas incómodas. Los pecadores lo consigue, no es una obra fácil de digerir, te deja un sabor amargo que obliga a reflexionar. Y en estos tiempos que corren, eso es más valioso que nunca. ¿Tendrá un impacto duradero? Solo el tiempo lo dirá, pero desde ya se perfila como una obra que va a generar ríos de tinta y encendidas discusiones. Coogler nos invita a pensar sobre nuestra propia identidad, sobre nuestros prejuicios y sobre el papel que jugamos en la construcción de un mundo más justo. Y eso vale más que el oro.
Conclusión de 'Los pecadores (Sinners)'
Todo esto dentro de una obra que evidentemente refleja la América manchada de sangre. Aplaudamos a Ryan Coogler por ambicionar una narrativa poderosa y sobre todo valiente. Con Los pecadores (Sinners) se atreve y esto es elogiable, no se queda en la medianía, en la zona segura de otros directores de copia y algoritmo. Un tipo que te coge el vampirismo como examen de conciencia social no puede ser considerado menor.
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