Lucía Garibaldi estrenó en 2019 su ópera prima, Los tiburones, con una presencia llamativa en distintos certámenes de cine, obteniendo varios premios. Se alzó con el premio Directing Award en el Festival de Cine de Sundance, además de estar nominada al Gran Premio del Jurado en la categoría World Cinema Dramatic. También ganó el premio a mejor película en el Gran Premio del Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse. Por otro lado, en España, consiguió obtener el premio Films in Progress, además de su nominación en Horizontes Latinos en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Fue la película de inauguración, el pasado 4 de noviembre de 2020, de laIII Edición del Festival de Cine por Mujeres, que se celebra hasta el 15 de noviembre de 2020.
Título: Los tiburones Título original: Los tiburones
Reparto: Romina Bentancur (Rosina) Federico Morosini (Joselo) Fabián Arenillas (Padre de Rosina) Antonella Aquistapache (Mariana) Valeria Lois (Madre de Rosina)
Año: 2019 Duración: 83 min País: Uruguay Dirección: Lucía Garibaldi Guion: Lucía Garibaldi Música: Fabrizio Rossi y Miguel Recalde Fotografía: Germán Nocella Género: Drama Producción: Montelona Cine
La tranquilidad de un pequeño balneario se ve alterada por la sospecha de una insólita invasión de los tiburones, algo preocupante para los lugareños. Rosina tiene catorce años. Es la del medio de tres hermanos, no tiene amigos y sus intercambios con el mundo no pasan de monosílabos o alguna frase suelta. Ella cree haber visto algo en el mar, pero nadie parece prestarle demasiada atención. En su familia están más preocupados por la ajustada economía doméstica, el trabajo y la temporada de verano que se avecina.
Cuando su padre la lleva a trabajar en el mantenimiento de las casas de veraneo de la zona conoce a Joselo, un pescador algo más grande que ella. Entre piscinas sucias, jardines pomposos y playas desiertas, Rosina empieza a experimentar algo nuevo: el deseo de acortar la distancia entre su cuerpo y el de Joselo. Pero es un interés poco correspondido. Para llamar su atención elabora un plan retorcido y algo torpe, moviéndose invisible y peligrosa, como inspirada por la presencia de los misteriosos depredadores. (FESTIVAL DE CINE POR MUJERES 2020).
Los cambios en la juventud y una rebeldía, aparentemente, injustificada toman Los tiburones desde la primera escena. Lucía Garibaldi plantea una historia intimista sobre una joven de 14 años, que debe afrontar los cambios que se sufren en esta etapa vital. Por lo cual, el espectador asiste a ese comportamiento contradictorio, pero que tiene su explicación en las pasiones que desarrolla. Evoluciona según va transcurriendo el film, convirtiendo en objeto de deseo a uno de los trabajadores de su padre. De esta forma, se analiza cómo influye en sus decisiones, pero también la frustración interna ante un mundo en el que hay una falta de igualdad patente entre las generaciones más jóvenes. Aun así, el guion sabe sacar pecho a su particular lucha feminista, con secuencias realmente reveladores como la conversación entre amigas que se produce en la playa.
Aunque, en ocasiones, puedan parecer secuencias cotidianas sin un ápice de complejidad, si se analizan bien, se descubre la intención narrativa que hay detrás. Debido a ello, el libreto gana más por esta visión sencilla, que en los momentos en los que se retuerce la acción. Asimismo, la construcción de los personajes se comprende, pero no llegan a evolucionar sus motivaciones, por lo que se quedan en un limbo emocional. Ahí se encuentra uno de los conflictos que surge en la exposición de las problemáticas y es la falta de contundencia. Asimismo, se echa en falta sentar unas bases más sólidas, para justificar algunos recursos más abstractos, que se pierde según transcurre la película. El final se deja abierto, para que el espectador sea el único que dé sentido a la existencia, o no, de los escualos, aunque, en este caso, es un acierto.
La apatía pueril
Como se han podido ver en otras películas de una índole similar, Los tiburones cuenta con un reparto que tiene su fuerza en su candidez. En primer lugar, Romina Bentancur es Rosina, la principal protagonista, la cual lleva esa pasividad interna formidablemente, dejando ver sus costuras sensitivas en una expresividad que mantiene esa apatía que hay en su personaje. No obstante, hubiera sido interesante poder ver algún registro más allá de esa desidia, que se comprende, pero no se observa una evolución dramática en el trabajo interpretativo. Entonces, al ser una de las principales protagonistas de la cinta, no hay esa fuerza escénica que le permita soportar el peso dramático de la cinta y se tambalea la potencia de la trama. Aún así, hay secuencias en las que hay cierta vigorosidad, que Bentancur resuelve con soltura, pero en línea de lo mencionado previamente.
Federico Morosini es el encargado de dar vida a Joselo, el trabajador del padre de Rosina, quién aborda el papel desde una naturalidad más verosímil que su compañera. El principal problema que surge es la falta total de sintonía con el resto del reparto, que aleja la sensación de comunidad. Aunque consiga ser ese muro de acero y se convierta en un incordio, tampoco fluye esta disparidad en la interpretación. Por lo cual, queda en un espacio no definido, en el que efectúa un buen trabajo actoral, pero no en su composición en equipo. En cambio, Antonella Aquistapache y Valeria Lois sí tienen esa naturalidad certera, que se combina con una buena energía ante la cámara y una disposición totalmente expresiva. Ambas marcan a la perfección los ritmos y, sin necesidad de pisar fuerte, dejan sus actuaciones en las retinas del espectador.
Imprecisa incógnita
Un estilo dentro del coming-of-age se envuelve dentro de Los tiburones. La cámara se posiciona en unos encuadres que remarcan la naturaleza salvaje en la que se ha rodado, lo que permite expandir los escenarios a exteriores. Además, siempre es de agradecer que se tienda a rodar fuera de los interiores, ya que deja un influjo visual muy pintoresco y potente. Prueba de ello, es que aunque la trama no tenga una gran fuerza, se equilibre con esa visión del mar, del frondoso bosque y hasta de las carreteras de tierra. De igual manera, la fotografía sabe retratar los interiores, que tienen una ambientación cotidiana muy bien conseguida. También hay que destacar los colores utilizados, moviéndose en unos marrones más secos, que contrastan con el azul del mar, en una tonalidad más oscura.
El significado de los símbolos que van apareciendo a lo largo de la película son de libre interpretación, lo que permite que se fomente la interactividad con el público. De esta manera, los espectadores son los encargados de otorgarle un sentido, quedándose impregnado en su ejecución sobre la pantalla. Por otra parte, la música busca incesantemente ese carácter de cine independiente y juvenil, pero no acaba por casar de una forma fluida y se notan demasiado sus intenciones. Lo mismo ocurre con el montaje, en el que hay una constante intención de templanza y contemplación, pero no sabe seleccionar momentos cumbre que muevan la acción. En consecuencia, es una película sugerente, pero que podría haber dado mucho más. Ese juego de misticismo no termina por encontrarse tampoco en su identidad estética, aunque el cuidado de la imagen equilibra esa falta de definición.
Conclusión
Los tiburoneses un retrato del descubrimiento de la adolescencia, que se pierde en el misterio que desea otorgar al relato. Por lo cual, esa tensión emocional y orgánica, se difumina en la falta de sustancia y de una base sólida en la que continuar. Luego, el elenco actoral es irregular, aunque hay que aplaudir las interpretaciones de Antonella Aquistapache y Valeria Lois, las cuales tienen una naturalidad certera. A nivel estético hay un influjo visual con la potencia de unos exteriores cautivadores, que se unen a una selección de color estupenda. Por ende, hay ese impacto en la imagen que triunfa entre los espectadores. Al igual que los cambios en la juventud, hay un constante descubrimiento, pero también falta una definición más precisa.
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