La España de la posguerra y las guerrillas se ponen sobre la mesa en Maquis, obra de teatro escrita por Rubén Buren. El también bisnieto de Melchor Rodríguez, conocido como El Ángel Rojo, reflexiona sobre la vida en aquellos convulsos años y la figura de la mujer de entonces. De esta forma, vuelve a destacar su compromiso con la memoria histórica y el homenaje a las víctimas de la Guerra Civil Española. El pasado 2020 estrenó la versión cinematográfica basada en esta obra, con la que obtuvo una recepción positiva de público y crítica. El 23 de diciembre de 2020 se representó por última vez, en el teatro OFF Latina.



Maquis obra

Crítica de 'Maquis'

Ficha Técnica

Título: Maquis
Título original: Maquis

Reparto:
Helena Azañón (Adela)
Irene Herráez (Sagrario)
Bárbara Lafuente (Pilar)

Duración: 60 min. apróx.
Dirección: Juan Carlos Velamazán
Dramaturgia: Rubén Buren
Producción: Las Últimas

Entrevista a Rubén Buren, creador de la obra 'Maquis'

Sinopsis de 'Maquis'

España, 1949. Mientras en el monte la guerrilla tiene los días contados, en el pueblo el miedo impera en la vida cotidiana. Pilar, Sagrario y Adela, inmersas en esta tensión, intentan salir adelante y prosperar. Pilar lucha por mantener la política alejada de su casa y de su hija Sagrario, que desde hace un tiempo se ve a escondidas con un guerrillero del maquis. Sin embargo, su nuera, Adela, tiene otros planes para la joven.

La obra Maquis es el drama de la posguerra rural y la guerrilla a través de los ojos de tres mujeres dispuestas a luchar, cada una a su manera, por una vida mejor en una vorágine de represión, miedo, muerte y esperanza. (OFF LATINA).



Maquis obra
Foto de Las Últimas

Las mártires de la guerra

El universo formado en torno Maquis, de Rubén Buren, se expande más allá del soporte en el que se representa. Por lo cual, dependiendo de si se ha disfrutado previamente de su obra en otro formato al teatral, el impacto será distinto. Aun así, algo en el que coinciden todos los espectadores, es que es un auténtico placer poder vivirlo en directo. Por lo cual, la forma en la que adapta al lenguaje teatral su historia es precisa y apropiada, lo que hace que sea muy atractiva la visión que propone. Nuevamente, se habla de las víctimas silenciadas de la guerra civil, siendo una auténtica reivindicación de los daños directos, externamente de la ideología política que haya detrás. Así, se muestra a través de estas tres mujeres una realidad que significa la posición femenina en un tiempos tan convulsos.

Cada una de ellas transporta al público una perspectiva distinta. Por un lado, Sagrario es ese halo de luz, que muestra perfectamente la esperanza y unas vivencias más ingenuas. Aun así, le da unos matices más complejos en la fabricación de ese anhelo de libertad y de contradicción personal. Luego, Adela tiene un carácter político pronunciado. Sin embargo, Buren no se centra en su apología de la República, sino en el terrible dolor y visceralidad que hay dentro de ella. Gracias a esa humanidad, hay una empatía progresiva, que hace que su pérdida y luto sean la contraparte del personaje de la madre, Pilar. Y esa madre es la que culmina esta unión de mujeres, que se presenta como antagonista, pero muestra una realidad basada en el miedo. Gracias a cómo está la concepción del personaje, expone la complejidad del concepto de víctimas de la guerra.

Rubén Buren
Foto de Las Últimas

La violencia del dolor

La primera en salir a escena es Irene Herráez, que se convierte en la primera toma de contacto con la obra Maquis. Con una expresividad muy cotidiana, asume el papel de Sagrario con pleitesía y con una ligereza muy bien asumida. Asimismo, hay que destacar el buen uso de la dicción y el lenguaje, más acorde a una joven de campo y a esa España rural más característica. Es verdad que, dentro del duelo interpretativo entre sus compañeras, es un buen equilibrio liviano. No obstante, dentro de esa parsimonia acorde a la personalidad de su personaje, le falta una pizca de potencia. No significa que deba desdibujar esa timidez ingenua, pero sí ser más firme en su presencia escénica. Después, entran en escena Bárbara Lafuente y Helena Azañón, las cuales tienen el mayor peso dramático en la propia pieza teatral.

Por su parte, Lafuente se mimetiza absolutamente con Pilar, quién expresa todo esa tristeza y ese pesar interno, al mismo tiempo que deja salir el convencionalismo de acatar lo mejor para los tiempos de entonces. Dicho de otra manera, dota de una gran humanidad a su personaje, lo que hace que se aleje de un carácter más maniqueo. Así, con crudeza, sabe reivindicar la figura de su personaje y la importancia de éste. Luego, Helena Azañón tienen un espíritu determinante y la emoción fluye por su cuerpo, tal y como transmite a los espectadores. Por lo tanto, ese sentir lleva a que el público empatice sin problemas con la actriz. Sin embargo, hay momentos en los que podría dejar aflorar una mayor cotidianidad, la cual no sale tan natural en todo momento. Aun así, en el clímax final, triunfa por la excelente gestión del dolor de su personaje.

Rubén Buren
Foto de Las Últimas

Escenas viscerales

En la obra de teatro de Maquis, la puesta en escena debe ser más minimalista, al no contar con la posibilidad de exponer todo el espacio en el que transcurre la acción de lo que se cuenta. A pesar de ello, el espectador sigue adentrándose en el día a día de estas tres mujeres. Las actrices van componiendo el campo, manteniéndolo en movimiento en todo momento. Por lo cual, ahorran en un cambio de atrezzo más claro, sino que esa colocación de las piezas, es más efectiva en su ejecución. Inclusive, las transiciones, aunque no sean suaves, no desentonan, al tener un significado poético del caer de las gotas. Gracias a esta propuesta discreta, se termina de asentar esa atmósfera cercana e íntima, que envuelve la realidad de las tres mujeres de la obra.

No hay una interactividad con el espectador explícita, pero hay una parte, en concreto, que promueve una vivencia real para el público. Por otro lado, el vestuario es apropiado, con un uso de los colores y unos ropajes acorde a la época que buscan representar. De la misma manera, la ausencia de una composición sonora, hace que se vea cómo el silencio también es un aspecto técnico que causa un gran impacto. La razón no es otra que el significado que hay detrás y el oscurantismo que marca en la conquista del espacio escénico. Igualmente, la simbología de la posguerra española no invade la propia obra, pero llega en su justa medida para contextualizar la época en la que se basa. Por último, esa intriga en el final lleva a los asistentes a tener la emoción a flor de piel, con un mensaje totalmente humano.

Maquis obra
Foto de Las Últimas

Conclusión

La obra de teatro de Maquis revela las víctimas transversales de la posguerra española, donde se demuestra que las mujeres vivían en el silencio del dolor, el miedo y la pesadumbre. De esta forma, se adapta la pieza de Buren en un relato intimista y cautivador, que triunfa por ese carácter cercano y reflexivo. Luego, el reparto combina a la perfección, en especial, Bárbara Lafuente y Helena Azañón, que se convierten en las caras de una misma moneda. Por otra parte, la propuesta teatral es minimalista, pero con un efecto certero y cercano, con una transformación constante del espacio escénico. Asimismo, la ausencia de sonido se aprovecha para culminar en ese clímax personal. Los reclamos de una guerra generacional, donde se descubre una humanidad que desnuda emocionalmente a sus protagonistas.

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CINEMAGAVIA
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Diego Da Costa
Subdirector de Cinemagavia. Comunicólogo audiovisual por la UCM y Máster en Comunicación en la Red por la UNED. Miembro de EGEDA (Premios Forqué) e Ingeniero Audiovisual en Ricoh España. Co-creador de la compañía artística La Joie de la Colina. Como diría Elizabeth Taylor: "Las ideas mueven el mundo sólo si antes se han transformado en sentimientos".
maquis-obra-teatroRevela las víctimas transversales de la posguerra española, donde se demuestra que las mujeres vivían en el silencio del dolor, el miedo y la pesadumbre. Se adapta la pieza de Buren en un relato intimista y cautivador, que triunfa por ese carácter cercano. El reparto combina a la perfección, en especial, Bárbara Lafuente y Helena Azañón. La propuesta teatral es minimalista, pero con un efecto certero y cercano. La ausencia de sonido se aprovecha para culminar en ese clímax personal. Los reclamos de una guerra generacional, donde se descubre una humanidad que desnuda emocionalmente a sus protagonistas.

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