Peter Weiss vuelve a la vida con Marat-Sade de la mano de Luis Luque, desde el pasado 19 de enero y manteniéndose en cartel hasta el 14 de febrero de 2021. Esta obra es una de las piezas de teatro europeo del siglo XX mejor valoradas y considerada todo un icono de esta corriente artística. Influenciada por el Teatro de la Crueldad y el Teatro Musical, son un total de 13 intérpretes los que escenifican el enfrentamiento filosófico y poética de Jean-Paul Marat y el Marqués de Sade. Puedes disfrutar de esta obra en la Sala Fernando Arrabal, en Naves del Español en Matadero.
Título: Marat-Sade Título original: Die Verfolgung und Ermordung Jean Paul Marats dargestellt durch die Schauspielgruppe des Hospizes zu Charenton unter Anleitung des Herrn de Sade
Reparto: Francisco Boira
Emilio Buale
Itziar Castro
Juan Codina
Nacho Fresneda
María Lobillo
Juando Martínez
Eduardo Mayo
Adrián Navas
Pepe Ocio
Andrés Picazo
Julia Rubio
Ana Rujas
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Luis Luque Versión y traducción: Miguel Sáenz Autor: Peter Weiss Coreografía: Sharon Fridman
Diseño de espacio escénico: Mónica Boromello
Composición de música original: Luis Miguel Cobo
Diseño de iluminación: David Hortelano
Videoescena: Bruno Praena
Diseño de vestuario: Raúl Marina
Ayudante de vestuario: Manuel Molina
Ayudante de dirección: Álvaro Lizarrondo Producción: Teatro Español
Tráiler de 'Marat-Sade'
Sinopsis de 'Marat-Sade'
Marat-Sade nos da la bienvenida a Charenton, lugar donde residen pacientes con enfermedades de la mente y del alma. En esta casa de salud vive el Marqués de Sade, personaje legendario en los tiempos de la Revolución francesa. El Marqués, cada noche, y con un grupo de internos, hará una representación sobre los últimos días de Jean Paul Marat, líder revolucionario apuñalado por la joven campesina Charlotte Corday. (TEATRO ESPAÑOL).
La Revolución de la verdad
Peter Weiss se adentró en la historia con una batalla sugerente entre Jean-Paul Marat y el Marqués de Sade en la versión original de Marat-Sade, a través de una representación en la que se emula a un grupo de pacientes de un sanatorio mental y su particular pieza teatral. Sin embargo, lo que a primera vista puede parecer una explosión de irreverencia y locura, pronto se comienzan a verse las píldoras reflexivas que se confrontan desde el guión. A pesar de representar un ciclo temporal que se aleja de la actualidad, el guion va floreciendo en las dinámicas que se ofrecen. Por lo cual, se habla del poder, del supuesto heroísmo de la liberación y de una hipocresía que aflora en una sociedad marcada por unos líderes que buscan la pleitesía y terminan convirtiéndose en aquello que se criticaba. Un debate que aviva al público.
En contraste a esta línea narrativa principal, también se presentan aquellos principios de la Revolución Francesa, para expresar las intenciones benevolentes con las que nació. Ahí se puede ver la influencia de los dos personajes históricos a los que se hace referencia. Además, cabe recordar la importancia de traer dos figuras que fueron polémicas en su tiempo y regala un choque explosivo. Por otra parte, el lenguaje se ha cuidado en su adaptación, que fluye sin problemas y no se muestra en ningún momento forzada. Gracias a ello, la poética del sonido hace acto de presencia. Sin embargo, la obra sigue una estructura que, a veces, no es tan sólida y puede llegar a despistar por los cambios de registros, musicales sobre todo, que no siempre afinan en su confluencia. En consecuencia, el relato podría sentirse como disperso. Aun así, una vez encaminado, se valora favorablemente.
Una casa de locos
En tiempos donde la COVID-19 se ha convertido en el telón de fondo del mundo de la cultura, es de valorar aquellos proyectos en los que se apuesta por una producción más numerosa, cuidando en todo momento las medidas sanitarias. Marat-Sade cuenta con un elenco actoral de un total de trece intérpretes, lo que conlleva una planificación artística más extendida. Como grupo, obtienen un gran resultado por la excelente gestión del movimiento en escena, funcionando como un cuerpo único donde todas las piezas encajan. Es cierto que hay algunos artistas donde surge esa expresividad histriónica de una forma totalmente orgánica, mientras que en otros se les ve el esfuerzo para llegar a ello y se expone de una manera forzada. Pese a ello, el trabajo interpretativo coral es muy interesante, con una predisposición y energía absoluta sobre el escenario.
Tras hablar sobre el equipo artístico en conjunto, hay varios actores que sostienen mayor peso dramático de la obra. Para empezar, Francisco Boira es el primero en hacer acto de presencia. Sin una aportación aletargada en el tiempo, su socarronería no verbal hacen de él un perfecto acompañante. Después, Nacho Fresneda es un torrente pasional y con un carisma absoluto. Pisa fuerte la escena y deja encandilado al público por su talante. La misma calidad actoral se percibe en Juan Codina, desde una perspectiva distinta, pero con una interpretación donde se deja la piel y brilla totalmente. Por otro lado, Ana Rujas comienza más liviana, pero la complejidad de su personaje le deja exponerse sobre el escenario y triunfa ante el reto propuesto. Para terminar, Itziar Castro ofrece una actuación donde se ve que disfruta, le permite explorar un perfil distinto al que se ha visto en sus últimos trabajos.
El musical de la historia
Desde el principio se puede esperar una propuesta alocada, que escenifica el ADN de Marat-Sade. Por lo cual, esa presentación revoltosa y llena de ruido sienta las bases de la coherencia de este supuesto sanatorio mental. Ese carácter desinhibido y deslenguado se palpa también en el ambiente, donde la música se convierte en la principal protagonista. Con distintos números musicales, se plasman los distintos episodios de los que forma parte la obra. Sin embargo, su estilo grotesco fascinará a algunos y echará para atrás a otros. En consecuencia, es una obra de extremos, siendo ésta su mayor virtud, pero también su principal enemigo. Por tanto, esa dualidad es lo que hace que sea una pieza teatral muy característica y no deje indiferente a nadie. El público sale con una sensación de deslumbramiento, donde cada uno escoge en qué sentido.
Con respecto a los números musicales, hay momentos en los que se vuelven excesivos. La fragancia en pequeñas dosis hubiera sido una virtud más plausible. Luego, la creación del espacio escénico subraya la importancia de la propia acción, más que la contemplación del diseño de los elementos sobre las tablas. Prueba de ello, es que los pocos objetos sobre el escenario dan una sensación de vivacidad constante, lo que deja un dinamismo muy oportuno en el espectador. La coreografía es espléndida, con un uso del lenguaje corporal y la sinergia que se construye entre los intérpretes, culminando su apartado artístico. No es extraño que, pese a su tono extremo, atraiga ese movimiento. Por último, hay que aplaudir la labor de vestuario, que ofrece un trabajo auténtico y que brilla con luz propia. Gracias al gusto que se disfruta en los trajes, los actores lucen más visualmente.
Conclusión
Marat-Sade es una locura reflexiva, donde sus textos histriónicos guardan una reflexión interesante sobre lo que acontece. Su mayor fuerte se halla en la complejidad y en la introspección que se hace, con la locura como vehículo. Asimismo, su puesta en escena es de extremos, remueve al espectador, pudiendo ser adorada o excesiva a partes iguales. Es el espectador quién elige lo que ha significado para él. Luego, el reparto está estupendo, con un uso de los cuerpos y la expresividad muy torrenciales. La acción y el movimiento encumbran la obra, que se ensombrece, en ocasiones, por un uso irregular de la música. Una orgía reflexiva donde el debate surge de la sinrazón de la clarividencia.
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