Sala Cuarta Pared abrió la temporada 2021-2022 con el reestreno de las dos primeras obras de la Trilogía Negra: Nada que perder e "Instrucciones para caminar sobre el alambre". En esta primera parte, la dramaturgia fue escrita por QY Bazo, Juanma Romero y Javier G. Yagüe. Además, contó con Marina Herranz, Javier Pérez-Acebrón y Guillermo Sanjuán en el apartado actoral. Ya en su momento obtuvo una recepción muy positiva, tanto de público como de crítica especializada. Se pudo disfrutar del 8 de septiembre al 14 de octubre de 2021.
Título: Nada que perder Título original: Nada que perder
Reparto: Marina Herranz
Javier Pérez-Acebrón
Guillermo Sanjuán
Duración: 100 min. apróx. Dirección: Javier G. Yagüe
Dramaturgia: QY Bazo, Juanma Romero y Javier G. Yagüe
Escenografía: Silvia de Marta
Iluminación: Alfonso Ramos
Fotografía: Daniel Martínez López
Utilería y vestuario: Cuarta Pared
Realización de escenografía: Richard Vázquez
Distribución y comunicación: Cuarta Pared
Ayudante de dirección: Elvira Sorolla Producción: Cuarta Pared
Tráiler de 'Nada que perder'
Sinopsis de 'Nada que perder'
Nada que perder, estrenada en 2015, es la primera obra de la Trilogía Negra. Acumula más de 200 funciones y una gira internacional que le ha ha llevado de norte a sur, desde el Festival Don Quijote en París hasta Cádiz, pasando por más de 10 comunidades autónomas de toda la península, y llegando incluso a cruzar el charco hacia Sudamérica. Ya son más de 30.000 los espectadores que se han dejado conmover por este “interrogatorio” que indaga hasta sumergirse en las cloacas de la sociedad y que califican esta obra como sobresaliente. (CUARTA PARED).
Parte de un mismo universo
Las propuestas de Cuarta Pared siempre sorprenden por la originalidad de sus montajes y de sus historias. Sin embargo, Nada que perder va todavía más allá, con una consecución de relatos entrelazados entre sí, que deja impactado al espectador por la gran calidad con la que ejecuta todos ellos. Además, se presenta una complejidad que no se realiza desde un prisma forzado, sino formando un conglomerado del que se extrae un aprendizaje y una reflexión exquisitos. Por lo tanto, hay que aplaudir el excelente trabajo a tres de QY Bazo, Juanma Romero y Javier G. Yagüe, los cuales no se dejan por el camino ningún detalle en torno a la problemática tratada. Una vez llegado al final, sorprende la evolución emocional y experimental que se desarrolla en cada una de las representaciones que conforma la obra global.
Hablar de política en teatro no siempre es fácil, pero hacerlo de una manera tan fascinante y pertinente todavía eleva más el trabajo obtenido en esta dramaturgia. Además, hay esa mezcla de comedia inteligente, que se une a momentos en los que se fabrica esa incomodidad necesaria al tratar los temas que se muestran en la obra. Criticar un sistema meramente basado en el poder y en las influencias puede parecer una tarea fácil, pero poner el espejo delante del público para hacer una introspección social profunda es lo que diferencia esta pieza teatral de otras. Únicamente, el relato exige una atención máxime, ya que hay determinados detalles que, si hay algún despiste puntual, podrían no cuajar igual en los asistentes. Por tanto, pide una concentración que, por norma general, suele producirse, pero habría posibilidad de no obtenerse de un pequeño porcentaje del público.
La voz de la razón y de la experiencia
El elenco artístico que compone Nada que perder es un auténtico acierto, viéndose una sinergia muy natural y orgánica entre ellos. Como grupo actoral, los tres enmarcan sus interpretaciones de forma que se complementen unos con otros. También ayuda que se encuentren en el mismo tono de energía, ya que, de esta manera, transmiten con la misma intensidad, a pesar de estar realizando distintos papeles. Una vez comentado su trabajo en conjunto, su labor a nivel individual también goza de un alto nivel. Para comenzar, Marina Herranz comienza fuerte, con una energía humorística pícara, que se va transformando según las peticiones que le demandan sus personajes. Su mayor aliada es esa transformación física que ejecuta en algunas de sus escenas, dejando al público sorprendido por la versatilidad que muestra sobre las tablas.
Después, Javier Pérez-Acebrón realiza un inicio algo más abrupto, con una potencia que abruma en un primer momento. No obstante, a lo largo del espectáculo teatral, expone las distintas aristas dramáticas que hay en su actuación. Así, logra conquistar a los espectadores, quiénes caen rendidos con su forma de expresar con el cuerpo, con el movimiento y con la palabra. Se agradece que haya ese cuidado en la dicción, junto a la entonación, que transfiere toda esa visceralidad y humanidad que identifican a sus personajes. Por último, pero igual de importante, Guillermo Sanjuán también se desboca en su inicio, para después ir controlando todo ese torrencial interpretativo que habita en él. Con lo cual, tras ese inicio apoteósico, brinda a su trabajo de una verosimilitud y una sinceridad escénica que le permite brillar al igual que sus compañeros. Atención a su sonrisa, uno de los mejores elementos en escena.
La basura de las consecuencias
Entrar dentro del universo de la Trilogía Negra con Nada que perder es una experiencia no solo reflexiva, sino también visual. Desde el principio se vaticina la importancia que se va a dar al espacio y a la relación que se va a establecer con los distintos elementos que se van a ver en escena. Y así es. Durante la obra no solo la basura va creciendo, sino que se realiza un juego de pirotecnias con diversos objetos, inundando la sala de auténtica basura, y no solo en sentido literal. Esta metáfora en relación a la sociedad, hace que se vea cómo la historia ya desde su apartado artístico puede contarse por sí sola. Al no mantenerse en un estado fijo, sino que se encuentra siempre en pleno movimiento, deja una sensación de dinamismo.
Aun así, ese maremoto artístico sabe medirse en todo momento, lo que indica una buena gestión por parte de la dirección de escena. Otro de los puntos a destacar es la rapidez entre los cambios de escena, de vestuario… Esas transiciones se hacen imperceptibles a ojos del espectador, quien asiste a esas metamorfosis constantes de una manera absolutamente fluidas. Gracias a ello, el ritmo no se ralentiza en ningún momento, un factor vital en esta obra al necesitar de la atención pura del espectador. Asimismo, la diferenciación de espacios de acción, entre el eje principal y uno secundario, marcado por los comentarios del tercer personaje, ofrece una estructura no tan habitual que suma a la puesta en escena. Por último, valorar el trabajo técnico, en especial, el montaje de la escenografía y la iluminación, factores visuales que sobresalen por un planteamiento soberbio.
Conclusión
Nada que perder es una obra inteligente, que plantea una crítica social y política desde una dramaturgia de gran nivel. Ese conglomerado de historias deja impactado al público, viendo una consecución de situaciones que obtienen un gran valor narrativo. Así, logra remover a los asistentes, además de establecer una reflexión interior y exterior imprescindible. El elenco actoral está magnífico, explotando las diversas transformaciones que van surgiendo en la obra. También hay un despliegue artístico de gran nivel en la puesta en escena, que se sublima con una catarsis metafórica del concepto de “basura”. Asimismo, el montaje goza de un ritmo dinámico, manteniendo al espectador atento, ya que la historia exige una concentración superior que en otro tipo de espectáculos. Las consecuencias de un sistema podrido por el individualismo que impresiona e impacta al ofrecer algo absolutamente distinto, singular y único.