Nana es el último cortometraje realizado por Roger Villarroya ('Capicúa') y que cuenta con un guion coescrito junto a Verónica Navas, y, créanme cuando les digo que en sus diecisiete minutos, cuenta más de lo que aparenta a priori en su superficie.
Crítica de 'Nana'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Nana
Título original: Nana
Reparto:
Alba García (Laura)
Aina Clotet (Alice)
Josep M. Alejandre (Nico)
Yann Labaye (Nico)
Eva Llorach (Verónica)
Año: 2018
Duración: 17 min.
País: España
Director: Roger Villarroya
Guion: Roger Villarroya, Verónica Navas
Fotografía: Gabriel Campoy A.e.c.
Música: Dani Trujillo
Género: Drama
Productora: Zum Pictures
Tráiler de Nana'
Making of Nana
Sinopsis
En los sueños de Laura, una herida pide ser sanada, más allá de todo aquello que el espacio y el tiempo acotan y que la razón explica.
Rutina interrumpida y la soledad como enemigo imperceptible
Nana podría haber sido perfectamente abordada como un drama social más, en el que debe producirse un acercamiento intergeneracional entre su protagonista, Laura (Alba García), una joven enfermera a la que le acaecen los síntomas de estar embarazada, y Nico (Josep M. Alejandre), un anciano francés aficionado al espacio exterior y a todo lo que tenga que ver con ello.
De pronto, nos damos de bruces con una historia paralela en la década de los 60, en Francia, donde un pequeño Nico (Yann Labaye), se hace cargo de su madre enferma, Alice (Aina Clotet).
Todo se asemeja cercano y rutinario, sin ninguna clase de exabrupto que pudiera llegar a incomodarnos; el guión se limita a mostrarnos la rutina de sus personajes y a que conozcamos en qué punto se encuentran.
Los deja respirar y los conforman brillantemente para que resulten cercanos, de carne y hueso, personas, a fin de cuentas. Sin embargo, la rutina de Laura ya ha sido interrumpida desde el comienzo de la historia para llevarnos a su principal temor: la soledad.
Lo subconsciente ya hace acto de presencia desde su primera secuencia onírica, en la que Laura acuna a un bebé con una nana, para acto seguido toparse de bruces con el pequeño Nico.
Aquí hallamos la raíz del conflicto interno de Laura, que se va haciendo más profundo, y se ve reflejado en una soledad que le abruma y le asusta. Intenta sobrellevarlo con su trabajo, pero el cuidar del Nico anciano le desconcierta.
Es un hombre anciano inmerso en unos ocres recuerdos de infancia (la fotografía juega un papel fundamental con el cambio de tonos, para diferenciar presente y pasado), en donde disfruta recordando a su madre, pero no por ello puede evitar sentirse solo.
Reencuentro catártico-trascendental
La trama cobra peso en su propuesta dramático-atemporal, en donde la principal meta que ambos deben alcanzar es la aceptación del estado de las cosas: Laura tiene que tomar una decisión con respecto a si quiere ser madre o no, y Nico debe dejar de culparse por no haber podido ayudar a la suya.
La expresión a través de la secuencia bajo la lluvia, mediante un juego de caricias que se dispara como antecedente y cumplimiento, eleva el conjunto de este momentum climático al que resulta imposible no conmoverse.
¿La razón? No sabría encontrarla, cuando circunstancias de este tipo se producen, lo único que nos queda es simplemente asimilarlo, no hay otra opción; es realizar un acto de fe.
Conclusión
Nana posee los rasgos propios del denominado por Paul Schrader, estilo trascendental; lo cotidiano, la disparidad y la estasis están presentes de una forma muy subliminal, sin terminar de expresar puramente la estética de lo trascendente, pero su presencia es innegable.
Es una potente obra dramática y existencial, donde además de la puesta en escena, destaca la sobresaliente habilidad de Villarroya en la dirección de actores: todos soberbios y creíbles al 100%. Inevitablemente no puedo evitar emparejarlo por sus elementos con films como 'La doble vida de Verónica', de Krzysztof Kieslowski (1991) y 'El Espejo', de Andrei Tarkovsky (1975). Y sí, al final se me han saltado las lágrimas.