¡Nápoles millonaria! es una comedia dramática dirigida por Antonio Simón. Se trata de una nueva versión de la obra teatral escrita por Eduardo de Filippo en 1945; justo cuando se dio fin a la Segunda Guerra Mundial. Una obra que contrapone las distintas naturalezas de la “guerra”, tal y como concebimos como sociedad dicho concepto; dicho de otra manera, la guerra vista desde las trincheras o la guerra silenciosa que tiene al dinero como único Dios. La obra de Eduardo Filippo es como un rastro de sangre, que no necesariamente ha sido consumado por un racimo de balas. Teniendo a Nápoles como paradigma de la idiosincrasia mediterránea, hace que nos veamos ciertamente familiarizados con la obra y con sus personajes.
¡Nápoles millonaria! está protagonizada por Dafnis Balduz, Rocío Calvo, Roberto Enríquez, Óscar de la Fuente, Lourdes García, Elisabet Gelabert, Nuria Herrero, Raúl Prieto, Fernando Tielve, José Luis Torrijo y María Zorilla. La obra se puede disfrutar hasta el próximo 28 de marzo, en la Sala Principal del Teatro Español de Madrid.
Título: ¡Nápoles millonaria! Título original: Napoli milionaria!
Reparto: Roberto Enríquez
Dafnis Balduz
Elisabet Gelabert
Nuria Herrero
Raúl Prieto
Óscar de la Fuente
Fernando Tielve
Lourdes García
Rocío Calvo
José Luis Torrijo
Mario Zorrilla
Duración: 120 min. apróx. Dirección: Antonio Simón Texto: Eduardo de Filippo Traducción y adaptación: Juan Carlos Plaza-Asperilla
Diseño de iluminación: Pedro Yagüe
Espacio escénico: Paco Azorín
Diseño de vestuario: Ana Llena
Sonido: Lucas Ariel
Diseño de vídeo: Pedro Chamizo
Ayudante de dirección: Gerard Iravedra
Ayte. de escenografía: Fer Muratori
Ayudante de vestuario: Tania Tajadura Producción: Teatro Español
Tráiler de '¡Nápoles millonaria!'
Sinopsis de '¡Nápoles millonaria!'
Dice el gran filósofo italiano Giorgio Agamben que los napolitanos son unos especialistas en mantener las cosas rotas unidas. Mantener una familia rota unida, un barrio, una comunidad, un país, un continente. De esto y más nos habla Eduardo de Filippo en una obra escrita y estrenada al acabar la segunda guerra mundial.
Nápoles, 1942, una ciudad como tantas otras en donde también se libra la guerra entre la dignidad y la miseria. ¿Quién en condiciones de supervivencia tan duras no se deja persuadir por la miseria material y moral? ¿Cómo se puede sostener y soportar una vida siempre amenazada por el fascismo, los bombardeos, el hambre, la pobreza, la enfermedad, la carestía de lo más primario? Y todo ello como en un momento de vitalidad desesperada y amor hacia la vida, dentro de la tragedia inherente a la existencia en tiempos de guerra, de posguerra, de epidemias. Una exaltación del juego, la poesía, el humor. La ética personal personificada en Genaro-Eduardo. Como todos los grandes cómicos han sabido, la escasez material es el guion de la verdadera comedia.
En el homenaje póstumo a Eduardo, Strehler, otro grande, dijo que ¡Nápoles millonaria! de Eduardo es un homenaje a la ejemplaridad de las personas sencillas, normales, que con sus actos señalan la dirección de las buenas costumbres democráticas. (TEATRO ESPAÑOL).
Escasez y penurias
El primer acto de ¡Nápoles millonaria!, trata de hacer adentrar a los espectadores en el día a día de esta familia napolitana de clase-media. Ese sentido de familia y de hermandad está constantemente expuesto, viendo a personajes entrar y salir de la casa sin ton ni son; como Pedro por su casa, valga la redundancia. Ese carácter tan fraternal y pasional que a veces se nos adjudica a la gente del mediterráneo, hace que se establezca una relación con el entorno, que va más allá de las cuatro paredes de la casa uno. En ese sentido la obra consigue con brillantez, esa fluidez y dinamismo a través de su puesta en escena.
Por otro lado, hay mucha comedia principalmente en este primer acto, que consigue entusiasmar y divertir a la audiencia, al mismo tiempo que prepararlos para lo que posteriormente vendrá. En lo personal, no es que no me guste el cómo arranca la obra, pero sí que hay ciertos momentos en los que decae y puede hacerse algo pesada. No obstante, hay momentos maravillosos que hacen que el público se enamore desde el principio con ciertos personajes de la obra.
Este primer acto, también sirve para contextualizar el momento por el que estaba atravesando Italia durante la Segunda Guerra Mundial. En la sociedad italiana de aquel periodo, reinaba la escasez y podredumbre, a lo que todo el mundo trataba desesperadamente de sobrevivir como pudiese. En ese sentido la obra no cae en un melodrama barato, sino que intenta mantener cierto espíritu resiliente y optimista; todo esto exhibido en muchas ocasiones, en clave de comedia costumbrista.
Perdiendo el norte
En el segundo acto, la obra ya empieza a coger ciertos matices diferentes a los previamente vistos. La guerra sigue librándose en el frente, pero hay otra contienda que se da lugar en la vida doméstica. Es cuando entra en escena el dinero fácil, que el hogar que vemos en ¡Nápoles millonaria! se deshumaniza. La avaricia se apodera de sus vidas, haciendo que ningún nivel de riqueza sea suficiente. Incluso en lo referido a las relaciones personales, está entrada de dinero hace que los personajes pierdan toda perspectiva de sus vínculos familiares, lanzándose como alimañas a por una mísera lira.
Es absolutamente genial, como la obra plasma esa transición de lo colectivo a lo individual. Se ven rodeados continuamente los unos con los otros, pero no saben ni quieren saber nada al respecto de las vidas del resto. Ya sea una aventura amorosa o un negocio ilegal, cada personaje acaba viviendo ajeno al mundo que le rodea, ensimismándose en ese placer puntual y vacío que les ha hecho perder totalmente el norte como seres humanos. Con respecto a esta parte de la obra, destacar su impecable reparto que consigue funcionar a nivel coral, pero sobre todo llega a ser brillante por el modo que consiguen encandilar al espectador con sus respectivas tramas.
¿Qué nos ha pasado?
El tercer acto de ¡Nápoles millonaria! trasciende a todos los niveles con su clímax final, haciendo que la obra adquiera una emoción desbordante en cada una de las escenas. Hay que destacar la interpretación que hace Roberto Énriquez, que está para que le den todos los premios habidos y por haber. Hay un monologo concreto de su personaje, que es sencillamente espectacular y que como espectador es inevitable no sentirte compungido. Esa contraposición del padre y el resto de la familia es lo que predomina en este último acto, aunque también sirve como un abrir de ojos. Muchos personajes se han dejado guiar por la avaricia y el egoísmo más crudo, y es cuando caen de nuevo a la tierra y necesitan otra vez de una mano amiga que les ayude, cuando se dan cuenta en lo que se han convertido.
También reseñar el buen uso que se hace de los momentos musicales y visuales, a lo largo de gran parte de la obra. Son detalles que consiguen que con una simple canción napolitana, pasemos a estar por unos instantes en aquella Nápoles de los cuarenta. También es una versión que denota mucha inteligencia por parte del director, ya que ha evitado a toda costa el juicio fácil hacia ciertos personajes. Consigue destacar el lado más humano de todos en la medida de lo posible y por ende que el espectador sea capaz de empatizar con ellos.
Conclusión
¡Nápoles millonaria! es una obra espectacular que valiéndose del maravilloso texto teatral de Eduardo de Filippo, logra ser clásica y a la vez tremendamente contemporánea. Las ideas y el retrato de la sociedad que hizo en su día Eduardo de Filippo, da la sensación a uno que esta obra es más relevante y de actualidad que nunca. Cuenta con una puesta en escena bastante notable y con unas interpretaciones magistrales; haciendo especial hincapié, en la que lleva a cabo Roberto Énriquez. Una de las grandes obras de esta temporada teatral, que ningún amante del teatro se puede llegar a perder.
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