Ramiro Blas y Lucas Ferraro unieron fuerzas con Opalalá, obra teatral de Joaquín Daniel. Ambos son dos figuras muy reconocidas por el gran público, gracias a títulos como "Vis a vis", en el caso de Blas, o "Plan B", en el de Ferraro. Además, esta obra aborda temáticas como el abuso de poder, el trauma y la polarización social, temas que se encuentran de plena actualidad y son totalmente universales. Producida por Ditirambo Producciones, se pudo disfrutar hasta el 27 de noviembre en el Teatro Soho Club de Madrid, tras su estreno el 8 de octubre.
Crítica de 'Opalalá'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Opalalá
Título original: Opalalá
Reparto:
Ramiro Blas
Lucas Ferraro
Duración: 90 min. apróx.
Dirección: Joaquín Daniel
Dramaturgia: Joaquín Daniel
Producción: Ditirambo Arte y Producciones
Sinopsis de 'Opalalá'
Opalalá nos presenta un lugar indefinido. Dos tipos transitan, charlan, aguardan. Una situación abstracta pero reconocible. A partir de allí, un diálogo en clave de rapsodia compuesta con un sinfín de lugares comunes que, en boca de estos dos tipos, revelan el absurdo.
Un ritmo de golpe por golpe, pugilismo verbal de ritmo urbano con descargas humorísticas al límite.
Por debajo de todo ese ruido dialéctico, una trágica verdad latente pugna por salir a la luz.
Opalalá es un esperpento diabólico, corrosivo, que pivotea sobre dos de las modas más vigentes de la humanidad: la polarización y el abuso de poder. Una sátira sobre el deseo de pertenecer, de formar parte de una tribu, a cualquier precio, aunque signifique traicionar la propia esencia. (TEATRO SOHO CLUB).
Una de humor negro, por favor
Joaquín Daniel se enfrenta a una comedia que arde desde sus primeras escenas, no dejando indiferente a ningún espectador. Por tanto, Opalalá se convierte en una consecución de reflexiones, que adornadas con la ingenuidad de sus personajes, desvalija todo tipo de inocencia y se pierde en la crudeza más cruel. Sin embargo, lejos de teñirse de un drama desgarrador, la dramaturgia se mueve en un humor puramente negro, que muestra la inteligencia de su texto, ya que es absolutamente difícil hacer reír con temas tan serios como el abuso, la esclavitud y el propio replanteo de la vida. Asimismo, ofrece una gama de debates que se extrapolan a los distintos lugares de la vida pública, como la política, la familia o las relaciones interpersonales. Como si de una fábula macabra se tratase, transcurre a través de dos personajes muy variopintos.
Los dos protagonistas nacen de una falsa superioridad moral, que juega con la simbología de esa perfección obsesiva que busca el ser humano constantemente. Por lo cual, a través de estos esperpénticos y exagerados personajes, el espectador encuentra la crítica de una forma directa y sin tapujos. Por este motivo, la pieza teatral deja una sensación de golpe en la cara, pero con una acidez mordaz. Es de aplaudir la excelente forma de construir los distintos relatos. Lógicamente, hay mucha metáfora, donde se pone en tela de juicio distintos estilos de vida, así como la opinión generalizada ante diversas problemáticas. Un verdadero reto actoral, dado que el contenido no se sustenta si no es llevado a cabo por dos intérpretes de altura. Por tanto, se establece esa relación de simbiosis entre actor y texto, de una forma totalmente única.
Doble dosis
Lucas Ferraro y Ramiro Blas se meten en la piel de estos personajes tan peculiares, en Opalalá. Para comenzar, Ferraro parte desde un prisma más cercano a la comedia física, donde la expresión exagerada es lo más importante. De esta forma, consigue provocar las carcajadas entre el público, que disfruta de ese carácter naif y torpe que embadurna a su personaje. No obstante, no pierde esa frescura en ningún momento, a la par que se ve una evolución según va sucediendo la obra, lo que indica que no se mantiene estático. También hay que destacar esa fluidez en mostrar la idiosincrasia de la ridiculez sin ningún pudor, lo que eleva aún más cómo lo recibe el espectador desde las butacas. Es muy difícil no recordar ese rostro casi paródico y circense, que sigue causando gracia una vez pasada la obra.
Ramiro Blas completa esta dupla artística con una actuación que reafirma su calidad como actor. Desde hace ya varios años, la naturalidad de Blas es un sí absoluto, dado que tiene un estilo único que sabe adaptar a todo tipo de tramas. En esta ocasión, se convierte en ese ser impoluto, que va desglosando su lado oscuro, sobrecogiendo al espectador, al mismo tiempo que juega con su compañero de escena. Con lo cual, Blas entra de lleno en la esencia del espectáculo, llevando su interpretación a una auténtica desnudez humorística. Al igual que Ferraro, su expresividad es hilarante y sin sobreactuaciones innecesarias. Por tanto, el dúo formado por Ferraro y Blas es un auténtico acierto, siendo una pareja artística muy interesante. Además, se ve entre los dos una química y un respeto apabullantes.
Encajar
La puesta en escena de Opalalá goza de un minimalismo que convierte al escenario en una herramienta para extraer el trabajo del actor al máximo nivel. También se ayuda con una serie estructuras cuadradas, que van transformándose. Así, realiza una muestra visual de esa idiosincrasia casi surrealista que hay sobre las tablas. Gracias a ello, los actores tienen la posibilidad de interactuar y cambiar el espacio a favor de lo que se desea transmitir. De esta manera, puede ser un banco, como un muro. Sin duda, una forma absolutamente visual, que reafirma aún más la excelente energía que se posa sobre el escenario. Por tanto, el espectador se encuentra a una pieza teatral que no necesita de mayores adornos, para ser una celebración de la comedia negra como bandera y una consecución de carcajadas que completan esta propuesta escénica.
Por otra parte, el diseño de vestuario y de luces son otro de los grandes aciertos de la obra, dado que termina por cincelarla artísticamente de una manera certera. Asimismo, el ritmo de la obra abraza un dinamismo basado en la locura, pero también lo equilibra con los silencios, las miradas, lo que deja una sensación llena de matices. Por consiguiente, el montaje ha seguido una dirección espléndida, donde no se pierde en toda esa vorágine de situaciones que se expone. Además, la sensación del público es la de estar ante una comedia que va más allá, que retuerce el dolor para enfrentarlo desde la perspicacia y la irreverencia más hilarante. Por último, destacar que, en la función del 27 de noviembre, se vivió uno de los momentos más bonitos del espectáculo cuando tanto Ramiro Blas y Lucas Ferraro se despidieron de temporada con una emoción apabullante.
Conclusión de 'Opalalá'
Opalalá es una comedia ácida, negra y con una complejidad de alto nivel. Por esa razón, se valora todavía más la manera en la que se resuelve en todo momento. Provoca momentos de auténtica hilaridad ante temáticas absolutamente delicadas. Una perspicacia que indica la necesidad de romper con lo políticamente correcto, siempre desde un prisma apoyado en el humor y sin pizca de hacer daño. Asimismo, Lucas Ferraro y Ramiro Blas engrandecen aún más la pieza teatral, gracias a unas interpretaciones brillantes. Lo mismo sucede con la propuesta escénica, que en su minimalismo halla un acompañamiento a la altura, que pone la guinda a un montaje inteligente. Las risas que emergen del dolor y el enrevesamiento de la realidad, llegan mediante un humor directo, sin pelos en la lengua, que triunfa por su excelente ejecución en escena.
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