El pasado 17 de noviembre se estrenó París 1940, el regreso de Josep María Flotats al Teatro Español. Esta obra es una adaptación de la obra de Louis Jouvet, que se representa en la Sala Principal. Este montaje, además, cuenta con la dirección del propio Flotats, bajo una dramaturgia de Mauro Armiño. Junto a él sobre el escenario, están Francisco Dávila, Natalia Huarte, Arturo Martínez Vázquez y Juan Carlos Mesonero. Se mantiene en cartel en el Teatro Españolhasta el 8 de enero de 2023.
Reparto: Francisco Dávila
Josep Maria Flotats
Natalia Huarte
Arturo Martínez Vázquez
Juan Carlos Mesonero
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Josep María Flotats Versión y traducción: Mauro Armiño Autoría original: Louis Jouvet (según el "Elvire-Jouvet 40", de Brigitte Jaques. Extraído de "Molière et la Comédie Classique", de Louis Jouvet)
Diseño de iluminación: Albert Faura
Diseño de espacio escénico, vestuario y banda sonora: Josep Maria Flotats
Voz en off: Pep Planas
Grabación de voz en off: Estudio OÍDO (Jordi Benet)
Ayudante de dirección: Eugeni Mataix Producción: Teatro Español
Tráiler de 'París 1940'
Sinopsis de 'París 1940'
Creo acertado y oportuno, en estos momentos en que la sociedad, cada vez más olvidadiza de su historia, parece resaltar como ejemplo y valor máximo el triunfo hipermediático, rápido y masivo, que le ofrece la digitalización, los tweets o las fakes news, gracias al big data, big pharma y big finances, pararse a reflexionar sobre nuestro arte dramático en París 1940.
Profundizar en él no únicamente hacia los que practicamos su aprendizaje, sino también hacia el público que lo recibe en vivo. Cuestionarnos sobre nuestro oficio, sobre nuestra realización a través de él o gracias a él. (TEATRO ESPAÑOL).
El amor por los escenarios
Mauro Armiño realiza una adaptación y traducción de “Elvire-Jouvet 40”, de Brigitte Jacques, extraído de “Molière et la Comédie Classique”, del propio Jouvet. Por lo cual, el espectador se sienta ante una pieza que indaga por una de las figuras más célebres de la historia teatral francesa, siendo uno de los actores mejor valorados del país galo. Con lo cual, no es extraño el excelente ejercicio lingüisto que se ofrece sobre las tablas, al exponer una sucesión de lecciones, donde pone en relieve la labor del actor sobre la escena. Una exquisitez a nivel narrativo, que vislumbra un aprendizaje de alto nivel para los espectadores, ya conocieran o no las tesis que se plantean en el relato. Además, no necesita ninguna mejora en cuanto al uso de las palabras, ya que llevan consigo mismas una lírica muy bien utilizada.
Lógicamente, París 1940 apuesta por un planteamiento no solo histórico y ficcional, sino que también se deja llevar por una vertiente más pedagógica y teórica. Por ende, podría ser un montaje que encandilase a aquellos espectadores más relacionados con el mundo teatral, mientras que para un público más generalista podría resultarles algo menos atractivo. A pesar de ello, es imposible no aplaudir la gran labor que se hace aquí con el lenguaje y con su contenido. No es puro lucimiento, sino que hay una emoción que va dejándose ver entre las estructuras racionales y la musicalidad de los textos. Se necesitan obras de este tipo, dado que su guion es todo un acierto. Impoluto, una carta de amor a la profesión, que sirve para exponer la necesidad de seguir cuidándola de esa manera. Como detalle, el final explota un aspecto más emocional, sutil y muy efectivo.
El profesor y sus alumnos
Josep María Flotats no solo dirige París 1940, sino que también la protagoniza, metiéndose en la piel de un profesor de alto nivel. Se puede ver cómo ese personaje ha sido escogido por él mismo, dado que el cuidado y el mimo que recibe desde el primer minuto es alto. Para un personaje de esta índole y con ese efecto de divulgador, se necesita un intérprete que sea capaz de inundar el patio de butacas con una dicción potente, fuerte y bien orientada. Y así lo hace Flotats. Sin duda, le da una personalidad especial a este Jouvet, que logra una contundencia que encaja a la perfección con el imaginario que se genera a partir del montaje. Únicamente, podría haber sido algo más generoso con sus compañeros de reparto, dado que una parte importante del foco solo se posa sobre él.
Natalia Huarte es la otra gran protagonista de esta historia. Jovial, alegre, tenaz, logra transmitir estas emociones mediante una expresividad ligera, bien acomodada y llena de luz. Por lo que, indudablemente, conforma un buen contraste con el trabajo de Flotats, formando los dos una buena pieza sinérgica. Asimismo, se debe subrayar su cuidado de la voz y la vocalización, acompañado de una entonación a la altura de su partenaire escénico. Después, Francisco Dávila, Arturo Martínez Vázquez y Juan Carlos Mesonero completan la escena. Por un lado, hay que dejar claro que cumplen con su función en el montaje, pero no consiguen destacar al apenas tener matices que explotar sobre las tablas. En consecuencia, se convierten en meros acompañantes, que pese a no chirriar, tampoco logran impresionar al público por una actuación memorable. No es su responsabilidad, pero les pasa factura.
Seis lecciones
El patio de butacas se convierte en un objeto voyeur, que se queda expectante a la clase magistral de interpretación que sucede en las tablas. Por tanto, París 1940 se construye sobre una propuesta escénica sobria, elegante, sin grandes artificios, que le da una imagen que encaja a la perfección con la naturaleza de su texto. Su inicio lleva a tiempos convulsos, en total alusión al período de guerras, en especial, a la II Guerra Mundial. La austeridad con la que desea embadurnar todos los aspectos estéticos, lleva a ese aroma a historia, por lo que han sabido mantener una formalidad muy consolidada en su sello de identidad. Asimismo, la ausencia de multitud símbolos le permite que en su desenlace se presente unos pocos directos, con una franqueza que no necesitan palabras y que generan emociones sobre los asistentes.
Sin embargo, lo que resta la brillantez con la que lucen varios elementos del montaje es la ausencia de una estructura más dinámica, sintiéndose algo más monótono. Al dividirse en las lecciones, hay una constancia técnica al ver como las luces se van a oscuro y luego regresan en todas sus partes. En consecuencia, hay una sensación de utilizarse en exceso, quedándose algo más anquilosado. Además, al producirse así en más de cuatro ocasiones, da la sensación de reiterar más de lo que debiera. Por ende, repercute en el ritmo de la pieza, que no busca tampoco una rapidez o una acción más suelta, pero sí una templanza que pueda ofrecer más matices a nivel artístico. Por este motivo, lo que podría haber sido una excelencia teatral, se queda en un resultado potente que podría elevarse todavía más.
Conclusión
Paris 1940 es un homenaje a la profesión con un texto muy cuidado, que hace del lenguaje y su contenido una auténtica delicia. Asimismo, se agradece su planteamiento, no solo sorprendiendo a nivel lingüístico y narrativo, sino por la vertiente didáctica y pedagógica que ofrece en su planteamiento. También se aplaude la magnífica interpretación de Josep María Flotats, junto a una solvente Natalia Huarte. Sin embargo, a nivel artístico y técnico propone una composición menos genuina, quedándose en un despliegue sutil, sobrio y elegante, donde se echa en falta más singularidad. Una lección teatral de máxima importancia, que alcanza la excelencia en su mensaje, pero sigue trabajando en su forma.
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