Roma ciudad abierta (1945) de Roberto Rossellini, es una película emblemática del neorrealismo italiano, con una fuerte crítica social y de una gran relevancia histórica; en ella se ponen de manifiesto unos acontecimientos que todavía no habían pasado por el filtro de la memoria y que, debido a ello, podían mostrarse en su inmediatez. Llegó a España 20 años después de su estreno original, en concreto, el 9 de septiembre de 1969.
Crítica de 'Roma ciudad abierta'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Roma ciudad abierta
Título original: Roma città aperta
Reparto:
Aldo Fabrizi (Don Pietro Pellegrini)
Anna Magnani (Pina)
Marcello Pagliero (Giorgio Manfredi "Luigi Ferraris")
Vito Annichiarico (Piccolo Marcello)
Nando Bruno (Agostino)
Año: 1945
Duración: 100 min
País: Italia
Dirección: Roberto Rossellini
Guion: Federico Fellini, Sergio Amidei y Roberto Rossellini
Música: Renzo Rossellini
Fotografía: Ubaldo Arata
Género: Drama
Distribución: Classic Films Distribución
Tráiler de 'Roma ciudad abierta'
Sinopsis de 'Roma ciudad abierta'
Roma ciudad abierta es un poderoso drama considerado como la obra cumbre del neorealismo italiano.
Roma, 1944. La ciudad está ocupada por los alemanes y sus habitantes viven oprimidos. La Resistencia Italiana lucha contra esta situación. Varios de sus miembros serán arrestados por la Gestapo, entre ellos un cura y un tipógrafo casado con una viuda. (FILMIN).
Dónde se puede ver la película
Fin del fascismo
Con Roma ciudad abierta, Rossellini devuelve la vitalidad y la expresividad que caracteriza al cine y que habían sido suprimidas por más de 20 años. Su cine se nutre de unas ruinas todavía humeantes en la Roma posfascista, con personajes pertenecientes a la clase trabajadora y con una evidente intención crítica.
En una situación más que inestable, Rossellini se embarca en el proyecto sin tener un guión completo, sin poseer los permisos de rodaje y contando con dinero en parte prestado y, en parte, obtenido de la venta de sus muebles. De la limitación hace virtud y transforma en arte la descripción de los últimos días de la ocupación alemana en Roma. Para nadie fue un inconveniente la improvisación, la falta de presupuesto o la penuria. Esta sería la apasionante aventura que concluyó con una de las primeras obras del neorrealismo, Roma ciudad abierta.
Rossellini reprodujo la lucha antifascista justo en el momento en que esta sucedía, puesto que el mismo año en que rodaba su filme se produjo la caída del fascismo. La ola popular que había surgido, consiguió vencerlo, proporcionando grandes historias al cine italiano de posguerra. Se estableció como un argumento atemporal, siendo el tema base para importantes largometrajes: Il conformista de Bernardo Bertolucci en 1970 o Una giornata particolare de Ettore Scola en 1977.
Cuanto más me limito, más me libero
A finales de 1944, el joven Rossellini vende sus muebles, toma prestados unos 8 millones de liras y, con la ayuda de Sergio Amidei y Federico Fellini, traza el esquema del guión de Roma ciudad abierta.
Lo que años después sería definido como neorrealismo, para Rossellini fue más bien una posición moral de la que debía posicionarse: observar qué sucedía a su alrededor y mirarse a sí mismo. Salían de la guerra, llenos de confusión, de desánimo y de miedo. Con el neorrealismo se consigue salir del círculo y analizar la situación con perspectiva, dejando a las cosas su propia autenticidad y llegando así, a una función del cine que no era personal ni egoísta sino social; el pueblo por fin pudo ver su vida reflejada en la gran pantalla. Al inicio de Roma ciudad abierta, esta función social no fue prevista sino instintiva.
La periferia de Roma
La ciudad de Roma se nos presenta sucia, abatida y desmoralizada tras lo sucedido, pero con ganas de reconstrucción, con unas prospectivas futuras positivas. Igual que las personas que la habitan, están llenas de fuerza para seguir adelante y superar todos los obstáculos que se presenten puesto que el obstáculo mayor, el fascismo, ya ha sido derribado.
En Roma ciudad abierta, la belleza no era una prioridad. Es más, esta no tenía cabida y se intentó evitar cualquier vestigio que resultase bello, puesto que se quería trasmitir miseria y desasosiego; la belleza no podía tener cabida en Roma ciudad abierta. De hecho, el único momento en que los personajes vislumbran el centro de Roma es en la última escena del filme. La cúpula del Vaticano se observa a lo lejos como metáfora de una vida mejor. Así, Rossellini demuestra que menos es más, con esta última secuencia aumentó el significado de todo el filme.
Pina: la representación de Roma
Los discursos de Anna Magnani propician algunas de las escenas más conmovedoras de Roma ciudad abierta. Un claro ejemplo son las palabras de Pina a Francesco en la escalera del edificio. El monólogo de Francesco es sencillo y humilde, presentándonos la intimidad de una pareja enamorada.
Las palabras de Francesco tienen una gran fuerza dramática y la conversación de ambos muestra una manera de expresarse, la del pueblo romano. De ese modo es como Pina no representa solo al personaje, sino que representa a toda la Roma de ese tiempo.
El lenguaje cinematográfico posfascista
La filmación de Roma ciudad abierta se realizó con la cámara al hombro y recortes de negativos de otras películas. La plasticidad en las imágenes de Roma ciudad abierta es muy contradictoria y denota que no existe un tratamiento homogéneo. Esta tensión visual es lo que le añade naturalidad.
La calidad fotográfica se cuestionó debido su descuidada composición, sobre todo si se comparaba con las producciones italianas realizadas durante el régimen. Hoy en día, el valor reside precisamente en eso, en el sobreesfuerzo empleado por llevar a cabo un rodaje sin contar con los medios suficientes. Se trató de un rodaje austero, lleno de insuficiencias técnicas y artísticas. Algunas de las características (formales, estéticas, etc.) utilizadas por Rossellini, debido a la escasez de recursos, pasarían a ser los rasgos principales del neorrealismo italiano.
Conclusión
Rossellini consiguió que Roma ciudad abierta fuese concebida como un manifiesto humanista y que así el espectador cobrara conciencia del contexto real de la situación. Una película que rompió los límites éticos que el cine se había marcado hasta entonces, y sin miedo alguno, mostró el horror vivido durante los años anteriores.
Como escribió el maestro Jean-Luc Godard en Cahiers du cinema, “Todos los caminos conducen a Roma ciudad abierta” (“Tout les chemins mènet à Roma, città aperta”).
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