Julio Vargas pone sobre las tablas Sedom Un pueblo llamado Pecado, inspirado en una idea de Federico García Lorca sobre el relato de "La destrucción de Sodoma y Gomorra". El dramaturgo explora temas universales como la maternidad/paternidad, el alma humana y la concepción del pecado, realizando nuevas preguntas sobre los dilemas que se proponen. Una propuesta distinta, que se aleja de un aspecto más convencional. Una fábula en un universo bello, pero turbador. Tuvo lugar su estreno durante el pasado febrero en Nave 73.
Crítica de 'Sedom Un pueblo llamado Pecado'
Resumen
Ficha Técnica
Título: Sedom Un pueblo llamado Pecado
Título original: Sedom Un pueblo llamado Pecado
Reparto:
Isabel Arenal
Abraham Arenas
Marta Escurín
Emilia Lazo
Jerónimo Salas
Ana Serna
Mario Velasco
Raquel Ventosa
Duración: 90 min. apróx.
Dirección: Julio Vargas
Dramaturgia: Julio Vargas
Ayudante de dirección: Rosel Murillo Lechuga
Asesor de movimiento: Andrés Acevedo
Género: Drama
Distribución: Proyecto Duas
Tráiler de 'Sedom Un pueblo llamado Pecado'
Sinopsis de 'Sedom Un pueblo llamado Pecado'
A las puertas del infierno
La destrucción del ser humano se ve reflejada en Sedom Un pueblo llamado Pecado, pero todavía va mucho más allá. El guion se construye desde una visión que se aleja de caer en estereotipos y ofrece un mundo en el que todo puede suceder. Julio Vargas deja al espectador que sea el que decida cómo interpretar lo que se expone sobre el escenario. Las palabras que navegan por el libreto llevan marcadas una subjetividad con la que hacen más compleja la acción. Es una obra en la que no se dice nada, pero se dice todo. No se puede negar que apuesta por ir a una estructura cíclica, pero alejada de una historia convencional. Por lo cual, el estilo que sigue se enmarca dentro de un surrealismo verosímil, donde la coherencia prima, pero la retuerce hasta niveles en los que nada tiene un significado único.
Vargas ha sabido llevarse a un sello propio la influencia del relato original de la destrucción de Sodoma y Gomorra, combinándolo con cierto aroma e influencia de Federico García Lorca. Sin embargo, se desmarca de ambos para crear una historia en la que convergen unos personaje tan peculiares como humanos. Hay una simbología intrínseca en cada uno de ellos, la manera de abordarlos goza de una complejidad que va más allá de un entendimiento simple y ordenado. Por lo tanto, le permite al público poder hacer sus propias conjeturas y ser partícipes de esta telaraña de sensaciones. Pese a lo estrambótico que pueda resultar y lo aparentemente dadaísta, sí que sigue una estructura narrativa firme, únicamente se aleja de dar todo masticado al público. Un ejercicio activo de las sensaciones y de un lenguaje que eleva la calidad del libreto.
La desgracia del sentir
El reto interpretativo de Sedom Un pueblo llamado pecado es bastante elevado. Hay que reconocer que la propuesta de intercambiar el género de uno de los personajes principales es un acierto. En este caso, Marta Escurín fue la encargada de llevar el gran peso de ser el pegamento actoral de la obra y la columna vertebral artística. Escurín se deja la piel dando vida a la Madre y lleva en sí misma tanto nervio, que es imposible no caer rendido al magnetismo que le rodea. La manera de enseñar todo ese sentir se puede ver en su dicción y en su lenguaje expresivo corporal. Magnífica. Luego, Isabel Arenal y Raquel Ventosa realizan una labor con una ingenuidad lúgubre y siniestra. Tienen duende y eso lo transmiten en la comicidad, que equilibra la tensión que cerca la pieza teatral. Son ese punto de armonía actoral.
Después, hay que destacar el trabajo de Emilia Lazo, que contagia ese halo de misterio y mantiene un control de la intensidad, que le permite llegar al éxtasis en el momento de inflexión de la obra. Por lo cual, se puede aplaudir que sea capaz de domar toda esa pasión y lo vaya arrojando en pequeños frascos sensitivos. Su Ángel es de los personajes que más necesitan transmitir con el lenguaje no verbal y Lazo lo cumple de una forma brillante. Por otro lado, Abraham Arenas y Mario Velasco manejan la escena con una naturalidad carismática, siendo el apoyo necesario entre las múltiples sacudidas de exaltación. Se vuelven un catalizador interpretativo y se puede ver el gran desempeño en movimiento de su trabajo. Por último, Ana Serna tiene garra y potencia, es dinamita en estado natural y da potencia a su personaje sin caer en lo excesivo.
La atmósfera vital
Desde que se entra dentro del mundo de Sedom Un pueblo llamado Pecado se llega desde una atmósfera diferente. La humareda no refleja solo un elemento artístico, sino que habla de la propia obra y del porvenir que acontece. Igualmente, también sucede con los colores que se utilizan, que transmiten todo ese devenir pasional y es lo que permite al espectador encontrarse ante una obra subjetiva, dentro de un marco objetivo. Una puesta en escena que aprovecha la percepción de los asistentes y que sean ellos mismos los que pongan significado a lo que hay delante de ellos. Aprovechan la disposición de la sala para saber mantener el foco en todo momento de lo que pasa en escena, aunque haya acciones que estén ocurriendo en paralelo. Un montaje arriesgado que triunfa en su concepción.
La propuesta técnica eleva el significado de la temporalidad dentro de la obra. Sabe exponer esa combinación de extremos entre la acción principal y lo que acompaña a ésta exteriormente. Esa combinación de rapidez y parsimonia en un mismo espacio, hace que sea una metáfora del significado que hay detrás. De lo subjetivo que puede ser la propia definición de espacio-tiempo. Por otro lado, el vestuario es magnífico, otorga una personalidad propia a la obra, al igual que los elementos que van presentándose en la escena. Lo mismo ocurre con la composición luminosa, que tiene una importancia vital en la obra. Es un aspecto que potencia la carga dramática de lo que sucede sobre las tablas. Únicamente la figura del narrador podría no terminar de casar con toda el ambiente fundado y es posible que llegue a sacar del universo al público en algún determinado momento.Foto de Proyecto Duas
Conclusión
Sedom Un pueblo llamado Pecado es una obra que viaja del desgarro de la destrucción humana, permitiendo al espectador que sea el mismo el que establezca el significado de lo que está viendo. Un guion en el que hay una intensidad compleja y se plantea una experiencia sensorial y vigorosa. El elenco actoral está maravilloso y saben llevar a sus personajes al extremo, sin perder la verosimilitud interpretativa. La realización técnica tiene un sello de identidad propio y seduce al espectador hasta envolverlo en su atmósfera. Llena de metáforas visuales y un uso del código visual muy enriquecido. Una puesta en escena brillante y desmarcándose de lo habitual. Una experiencia emocional y sensitiva en donde nada es lo que parece y que, sin duda, no deja indiferente. Tan compleja y reflexiva como el ser humano en su estado más íntimo.
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