La familia De la Mora vuelve en la segunda temporada de La casa de las flores, la cual se estrenó el pasado 18 de octubre de 2019. Esta parte no cuenta con Verónica Castro, la cual ya habría firmado en su momento para solamente estar presente en una primera temporada. La ficción creada por Manolo Caro ha recibido críticas muy positivas durante la primera entrega de episodios, por lo que fue renovada para una segunda y tercera temporada. Uno de los personajes que se han convertido en insignia de Netflix es el de Paulina de la Mora, interpretado por Cecilia Suárez.



segunda temporada de La casa de las flores

Crítica de la segunda temporada de 'La casa de las flores'

Ficha Técnica

Título: La casa de las flores
Título original: La casa de las flores

Reparto:
Cecilia Suárez (Paulina de la Mora)
Aislinn Derbez (Elena de la Mora)
Darío Yazbek Bernal (Julián de la Mora)
Arturo Ríos (Ernesto de la Mora)
Paco León (María José Riquelme)

Año: 2019
Duración: 35 min por capítulo apróx.
País: México
Creador: Manolo Caro
Guion: Manolo Caro, Monika Revilla, Mara Vargas, Gabriel Nuncio, Alexandro Aldrete e Hipatia Argüero
Fotografía: Pedro Gómez Millán
Música: Yamil Rezc
Género: Comedia
Distribuidora: Netflix

Filmaffinity

IMDb

Tráiler de la segunda temporada de 'La casa de las flores'

Sinopsis de la segunda temporada de 'La casa de las flores'

La segunda temporada de La casa de las flores nos muestra cómo después de quedarse sin florería, sin dinero y sin mamá, los de la Mora están listos para levantarse, ahora más rotos, más desquiciados y con más sed de venganza. (NETFLIX).

Dónde se puede ver la serie



segunda temporada de La casa de las flores
Foto de Netflix

Un cuadro sin luz

La familia De la Mora esta de regreso, aunque con un cambio que no deja indiferente a nadie. La segunda temporada de La casa de las flores comienza dos años después de los acontecimientos ocurridos en la primera entrega, sin embargo, según va transcurriendo la serie se puede empezar a ver el torbellino de cambios que no se asientan. Mientras que en la primera temporada gozaba de una frescura y una socarronería excelente, para esta tanda de episodios se recurre a las viejas bromas y las nuevas no acaban de casar. Por lo cual, se puede ver que los guiones no han sabido mantener la potencia humorística que tanto éxito cosechó en su primera entrega, además de no saber suplir las ausencias, que se hacen notorias en todo momento. Asimismo, el melodrama satírico se pierde y es una verdadera pena.

Lo mismo ocurre con las tramas que sirven de nexo de unión con la primera parte, que terminan por perderse en un sinsentido que va acumulándose en la problemática. Además, la evolución de los personajes en esta entrega no se realiza desde un prisma con personalidad, con carisma, sino que alarga el éxito que fraguó en la anterior. Y, por lo tanto, dibuja un retrato vacío de contenido y los deja en un plano demasiado superficial. Por otra parte, la introducción de nuevos personajes no llega a combinar bien con el universo creado previamente, además, no conectan con el público y, de esta forma, ensombrecen todavía más el resultado. En consecuencia, se crea una telaraña enredada que provoca cierta confusión y decepción en el espectador. Se esperaba más, dado el buen resultado de la primera temporada.

Foto de Netflix

¿Dónde están los De la Mora?

Una de las principales atracciones de esta ficción era el gran reparto coral que habían formado, pero esa brillantez mengua. La segunda temporada de La casa de las flores busca sin éxito repetir la fórmula, en vez de reinventarse. Por lo cual, a nivel interpretativo cae en el error de seguir las mismas bases que en su primera entrega. En esta ocasión, Cecilia Suárez es la columna vertebral del elenco, aunque realice la mejor interpretación de la serie, se echa en falta ese espíritu tan singular que envolvía a Paulina. Por lo tanto, le falta esa pizca de acidez que tantas carcajadas provocó en la primera parte. Además, desgraciadamente, cuenta con la difícil meta de suplir la ausencia de Verónica Castro, por lo que acaba convirtiéndose en un castigo que le pasa factura.

Por otra parte, Aislinn Derbez pasa sin pena ni gloria por la disfuncional familia, e, incluso, pierde cierta gracia frente a la cámara. Tal vez, se deba a tener un trasfondo demasiado banal, lo que le impide lucirse. Luego, Darío Yazbek ha perdido la irreverencia y la naturalidad que le envolvía, una especie de dandy corrompido, para convertirse en el perfecto ejemplo de la ñoñería. Por lo cual, su trabajo actoral puede llegar incluso a sacar al espectador del ambiente que se forma. Por suerte, Juan Pablo Medina sigue teniendo una atracción escénica plausible y triunfa en las escenas que aparece. En contraste, Paco León, al igual que el resto de miembros de la familia, pierde fuelle y, sin duda, está muy desperdiciado en esta temporada. Falta pasión y más fuerza en las actuaciones, se quedan a medio gas.

Foto de Netflix

La dichosa florería

La estética de la segunda temporada de La casa de las flores sigue la estela de su primera entrega, solamente que, en esta ocasión, se ha perdido el brillo, la mamarrachería y, claramente, esa autoparodia del melodrama telenovelesco. En primer lugar, en esta parte se echa en falta mayor histrionsimo visual, la estética no se cuida como en los episodios de la primera temporada y se echa en falta esa construcción visual que hablaba por sí sola. Luego, la dirección artística sigue ofreciendo unos lugares muy cuidados, pero no se saca partido en pantalla y pasan de pies juntillas ante la cámara. Lo mismo ocurre con la simbología de la florería, pese a la insistencia a nivel narrativo, no se compensa de forma expresiva, por lo que hay una interferencia no cohesionada de los elementos comunicativos.

Se puede ver la intención de españolizar la serie, lo cual en pequeñas dosis puede resultar un acierto. No obstante, de forma desproporcionada no se entiende el concepto. En este caso, se ha abusado de buscar esos referentes españoles, en especial, en la selección de la banda sonora. Parece más un homenaje a Mecano que una composición musical con lo visual. De esta forma, el arreglo sonoro no termina de encajar con la imagen y chirría, sobre todo, en los momentos de mayor carga dramática. Por suerte, el montaje es dinámico y ha sabido sacar luz en varios momentos donde se mantiene el humor intacto. Aunque no es lo que prolifere, por lo menos, sostiene cierto interés en la audiencia y sirve como hilo conductor. Por lo cual, todavía hay pinceladas de lo que fue, lo que podría ser una esperanza de cara a una tercera temporada.

segunda temporada de La casa de las flores
Foto de Netflix

Conclusión

La segunda temporada de La casa de las flores baja a unos niveles que muestra que no han sabido vislumbrar un nuevo camino para la familia De la Mora. Han caído en la broma fácil y se echa de menos esa picardía inteligente que se percibió en su primera parte. Luego, a nivel interpretativo, se observa un descenso de pasión, no se nota la fuerza y se queda en una contención apresurada. Además, las nuevas tramas y personajes no fluyen con el sello de identidad de la serie.

Por otro lado, técnicamente, ha eliminado esa explosión de colores y de irreverencia fantástica, para dar un resultado que cumple, pero no impresiona. Por suerte, hay pequeñas dosis de ese humor que encandiló al espectador, dejando la puerta abierta a una posible mejoría en una tercera temporada. La frescura y esa socarronería excelsa se han marchado con la propia Virginia de la Mora. Un duelo que se nota y que debe ser reflexionado.

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CINEMAGAVIA
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Diego Da Costa
Subdirector de Cinemagavia. Comunicólogo audiovisual por la UCM y Máster en Comunicación en la Red por la UNED. Miembro de EGEDA (Premios Forqué) e Ingeniero Audiovisual en Ricoh España. Co-creador de la compañía artística La Joie de la Colina. Como diría Elizabeth Taylor: "Las ideas mueven el mundo sólo si antes se han transformado en sentimientos".
segunda-temporada-de-la-casa-de-las-flores-jacarandaBaja a unos niveles que muestra que no han sabido vislumbrar un nuevo camino para la familia De la Mora. A nivel interpretativo, se observa un descenso de pasión, no se nota la fuerza y se queda en una contención apresurada. Las nuevas tramas y personajes no fluyen con el sello de identidad de la serie. Técnicamente, ha eliminado esa explosión de colores y de irreverencia fantástica, para dar un resultado que cumple, pero no impresiona. La frescura y esa socarronería excelsa se han marchado con la propia Virginia de la Mora.

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