La semilla del diablo fue la primera incursión de Roman Polanski en norteamérica. Su debut en Hollywood se saldó con un gran éxito crítico y comercial. A día de hoy, es un referente total del género de terror. Su reparto estaba formado por Mia Farrow, John Cassavetes, Ruth Gordon y Ralph Bellamy. Obtuvo un Óscar a la mejor actriz secundaria y una nominación al mejor guion adaptado. Está fielmente basada en la novela de Ira Levin, Rosemary´s Baby. Netflix incluirá este clásico en su catálogo el próximo día 15 de agosto, así que no es mal momento para recordarlo.



La semilla del diablo

Crítica de 'La semilla del diablo'

Ficha Técnica

Título: La semilla del diablo
Título original: Rosemary's Baby

Reparto:
Mia Farrow (Rosemary Woodhouse)
John Cassavetes (Guy Woodhouse)
Ruth Gordon (Minnie Castevet)
Ralph Bellamy (Dr. Sapirstein)
Sidney Blackmer (Roman Castevet)
Maurice Evans (Hutch)
Victoria Vetri (Terry)
Patsy Kelly (Laura-Louise)
Elisha Cook Jr. (Mr. Nicklas)
Charles Grodin (Dr. Hill)

Año: 1968
Duración: 136 min.
País: Estados Unidos
Director: Roman Polanski
Guion: Roman Polanski (Novela: Ira Levin)
Fotografía: William A. Fraker
Música: Christopher Komeda
Género: Terror
Distribuidor: MERCURIO FILMS S.A. 

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Sinopsis

Los Woodhouse, un matrimonio neoyorquino, se mudan a un edificio situado frente a Central Park, sobre el cual, según un amigo, pesa una maldición. Una vez instalados, se hacen amigos de Minnie y Roman Castevet, unos vecinos que los colman de atenciones. Ante la perspectiva de un buen futuro, los Woodhouse deciden tener un hijo; pero, cuando Rosemary se queda embarazada, lo único que recuerda es haber hecho el amor con una extraña criatura que le ha dejado el cuerpo lleno de marcas. Con el paso del tiempo, Rosemary empieza a sospechar que su embarazo no es normal.

Premios

  • Óscar: Mejor actriz secundaria (Ruth Gordon). Nominada a Guión adaptado. 1968
  • Globo de Oro: Mejor actriz sec. (Gordon). Nom. actriz (Farrow), guión y música. 1968
  • Premios BAFTA: Nominada a mejor actriz (Mia Farrow). 1969
  • Sindicato de Directores (DGA): Nominada a Mejor director. 1968
  • Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión drama. 1968
  • Premios David di Donatello: Mejor director y actriz extranjera (Mia Farrow). 1968

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Pintar el terror

Para explicar las características de La semilla del diablo (no hay calificativos en el mundo para la nefasta traducción del original Rosemarýs baby) es casi más fácil recurrir a lo que no tiene, que a lo que tiene. No tiene un maníaco blandiendo ninguna variedad de arma blanca, apenas tiene una gota de sangre, no hay monstruos horripilantes merendándose a la gente. Esto es porque la película no tiene apenas imaginería de cine de terror. Todo es cotidiano, trivial, prosaico. Y, sin embargo, Polanski consiguió llegar muy cerca del miedo absoluto.

Quizá porque comprendió que el verdadero pavor, la angustia, el desasosiego, nacen y residen en nuestro interior. Roman Polanski maneja magistralmente nuestros resortes mentales para que, lo que es en apariencia normal, acabe siendo aterrador. La historia es tan sencilla como que una joven pareja busca una vivienda en Nueva York, para anidar y formar una familia. Consiguen encontrar un apartamento justo al lado de Central Park, en el Edificio Dakota (renombrado en la película como Branford). Es caro, pero gusta a la pareja.

Ellos son Guy y Rosemary Woodhouse (John Cassavetes y  Mia Farrow). Tras la llegada y progresiva mudanza comienzan a conocer a sus vecinos. Entre ellos destacan Roman y Minnie Castavet (Sidney Blackmer y Ruth Gordon), una pareja de ancianos algo entrometidos pero simpáticos con los que pronto trabarán amistad. Enseguida Guy y Rosemary se darán cuenta de que casi todos los habitantes del Branford son ancianos. Rosemary también hace buenas migas con Terri Gionoffrio (Victoria Vetri), una muchacha que vive con los Castevet, que al poco tiempo muere al caerse por la ventana de su apartamento. Parece un accidente, un suicidio, o... a saber.

La semilla del diablo

Siempre hacia arriba

Esta muerte será el inicio de una serie de acontecimientos tan cotidianos como inexorables. Buena parte del inicio de La semilla del diablo es casi un drama costumbrista sobre unos jóvenes tratando de abrirse paso en Nueva York. Pero poco a poco, de forma insidiosa, comienza a brotar el miedo alrededor de Rosemary. El detonante comienza con una aterradora escena onírica, donde de una forma alucinada se vislumbran simbólicamente algunas de las amenazas futuras. Acaso sea éste el único momento visualmente canónico del cine de terror al uso.

Un acontecimiento feliz para Rosemary es quedarse embarazada. Además Guy, que trabaja de actor, comienza a tener cada vez más éxito. Sin embargo, la paranoia poco a poco se irá apoderando de la cabeza de Rosemary. La muerte de Terry no será la única que haya a su alrededor, y el embarazo se desarrolla de una manera siniestra. Rosemary en lugar de engordar se va viendo cada vez más demacrada, hasta casi parecer un espectro. Por si fuera poco, siente unos terribles dolores. En la mente de Rosemary se instala la obsesiva idea de una extraña conspiración a su alrededor.

Haciendo alarde de un estilo narrativo supuestamente invisible, Roman Polanski, nos lleva de la sencillez del día a día, a la percepción de una mente trastornada. Nosotros albergaremos nuestra dudas sobre si lo que cree Rosemary es cierto, sobre todo, porque en el peor de los casos la perspectiva es realmente siniestra. Hay un especie de influjo de Alfred Hitchcock al seguir la divisa de "sugerir más que mostrar", haciendo de lo sutil un catalizador del miedo. La sensación de agobio va incrementándose, siempre va hacia arriba, lenta pero tajantemente.

Rosemary's Baby

Polanski y los apartamentos

De forma oficiosa, aunque muy extendida, se suele hablar de "la trilogía de los apartamentos" de Polanski. La forman Repulsión (1965), La semilla del diablo, y El quimérico inquilino (1976). Todas trascurren en su mayor parte en lugares cerrados, en las viviendas donde los protagonistas parecen confinarse mientras su mente inicia una progresiva decadencia. En general, se trata de una muestra de la maestría de Polanski para jugar con los lugares cerrados, particularmente los de atmósfera viciada y plenos de claustrofobia.

Podemos poner otros ejemplos. La muerte y la doncella (1994), Un dios salvaje (2011), Lunas de hiel (1992) o El cuchillo en el agua (1962). Estos espacios cerrados son como una prisión mental y física donde los protagonistas proyectan todos sus miedos. En el caso de la película que nos ocupa, Polanski se sirve de varias argucias para provocarnos inquietud. Por ejemplo, cuando se da una noticia contundente o sucede algo relevante, el director polaco sitúa la cámara en la habitación contigua y solo podemos ver la acción a medias, a través de una puerta. Como si quisiera deliberadamente hurtarnos parte de la escena para aumentar la tensión.

Cabe decir también que, parte de la atmósfera de La semilla del diablo, está en deuda con la banda sonora de Christopher Komeda, cuyo tema principal (una siniestra nana) basta para meter el miedo en el cuerpo. Sin embargo, las escenas fuera del apartamento tienen también su miga, casi siempre como presagio de un acontecimiento o peripecia de mal augurio.

Mia Farrow

La semilla del diablo y sus personajes

En La semilla del diablo la actuación más descollante es la de Mia Farrow. Consigue evolucionar de una Rosemary de una inocencia casi virginal a otra muy distinta que, pese a estar aterrada, luchará contra las amenazas que ella percibe. Su determinación la convierte en un personaje fuerte y sufridor, todo un caramelo de papel. Más antipático nos cae John Cassavetes, que perfila un marido de comportamiento desconcertante y digno de desconfianza. Se las apaña para que en su actuación se deje ver una característica falsa sonrisa de cordialidad.

Sin embargo, la actuación finalmente premiada, y con merecimiento, fue la de Ruth Gordon. Borda su papel de talludita vecina entrometida, algo cotilla pero sumamente amable. La historia nos lleva a que su relación con Mimi sea fluctuante, calculadamente ambigua.  Lo mismo se podría decir de Sidney Blackmer, si bien tiene mucho menos contacto con Mia Farrow. 

Es de destacar la presencia de un actor del Hollywood clásico de los años cuarenta, como Ralph Bellamy, en el papel del ginecólogo que seguirá el embarazo de Rosemary. Este actor, por ejemplo, protagonizó secundariamente la deliciosa comedia Luna nueva (1940) de Howard Hawks. Finalmente, otro secundario importante es Maurice Evans como Hutch, un viejo amigo de Rosemary y Guy.

Rosemary's Baby

El legado de La semilla del diablo

No es poca la influencia que ha ejercido La semilla del diablo desde su estreno. En base a la temática, con sus lógicas variaciones, podemos hallar ciertos rastros en El exorcista (1973) y La profecía (1976). Incluso en películas menos conocidas, pero de cierto predicamento en el género, como La centinela (1977). Hoy en día obras como Hereditary son deudoras del enfoque que tiene Roman Polanski del terror. Como curiosidad, una película española como El segundo nombre (2002), de Paco Plaza, a ratos sigue también estos derroteros.

De hecho, quizá la generación de esa especie de "terror de autor" contemporáneo, con directores como Ari Aster o  Robert Eggers, colindan más de lo que parece con el controvertido director polaco. Otro hecho célebre que acompaña a la película es su sempiterna leyenda negra. Empezando con la muerte de Sharon Tate, la mujer de Polanski, poco tiempo después de finalizar la película en los tristemente célebres sucesos de Cielo Drive, donde la familia Manson perpetró sus atrocidades.

También hay que unir la muerte de Christopher Komeda, habitual compositor de Roman Polanski hasta entonces y buen amigo suyo. Lo demás lo puso el propio director con su lado turbio, controvertido e incómodo. No obstante, juzgando La semilla del diablo como objeto de arte no nos queda más remedio que aceptarla  como una obra maestra indiscutible. 

La semilla del diablo

Conclusiones de La Semilla del diablo

La semilla del diablo forma parte de la aristocracia del género de terror. A base de sucesos cotidianos y un inigualable sentido de la atmósfera, Roman Polanski es capaz de lanzar una mirada turbia que se infiltra dentro de nuestra mente. El brutal crescendo de angustia sigue siendo imparable medio siglo después, mientras que la sombra de su influencia continúa siendo alargada.

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