Si la magnífica "Historia de un matrimonio", de Noah Baumbach, de 2019, empezaba atizando su primer bofetón de amarga realidad a la cara del espectador situando a su pareja protagonista, aparentemente felizmente casada, en una tensa sesión de terapia en plena crisis, State of the Union, serie británica del mismo año, empieza en un punto previo, pero quizá incluso más revelador de los sinsabores vitales: en ese lugar de reunión donde las parejas se citan antes de entrar a ver a su terapeuta.
Crítica de 'State of the Union'
Resumen
Ficha Técnica
Título: State of the Union
Título original: State of the Union
Reparto:
Chris O'Dowd (Tom)
Rosamund Pike (Louise)
Jitendra Rai (Cliente de Pub)
Aisling Bea (Anna)
Janet Amsden (Esposa mayor)
Laura Cubbitt (Gina)
Elliot Levey (Chris)
Jeff Rawle (Marido mayor)
Sope Dirisu (Giles)
Año: 2019
Duración: 10 min.
País: Reino Unido
Director: Stephen Frears
Guion: Nick Hornby
Fotografía: Mike Eley
Música: Roger Eno
Género: Comedia
Distribuidor: Sundance Channel
Tráiler de 'State of the Union'
Sinopsis de 'State of the Union'
La premisa de State of the Union es tan simple qué maravilla por lo minimalista y elegante de su puesta en escena: Un matrimonio de mediana edad, Louise y Tom, maravillosamente interpretados por Rosamund Pike y Chris O’Dowd, quedan cada semana en el mismo pub, unos diez minutos antes de su sesión de terapia matrimonial.
Haciendo tiempo
Cada episodio, a través de sus conversaciones mientras hacen tiempo tomando una copa, va indagando en su relación, pasada y presente, y desvelando a los espectadores, y a veces incluso a ellos mismos, los motivos que les han llevado a ese punto mientras vamos conociendo cada vez más a ambos, con sus luces y sus sombras, pero siempre creíbles, de carne y hueso, hasta llegar a quererlos aún con sus miserias. Para tal fin la serie se basa en unos guiones agilísimos, a lo que sin duda ayuda la corta duración de los episodios, con unos diálogos punzantes, que van basculando continuamente entre la amarga desesperanza ante las expectativas quebradas por el paso de los años y un sentido del humor irónico maravilloso, que no solo van haciendo un dibujo minucioso de sus protagonistas, sino también de la sociedad que los alberga.
Así pues, una vez vistas ambas, "Historia de un matrimonio" y State of the Union, es casi inevitable hacer un ejercicio de paralelismo entre la película y la serie. De hecho, su visionado conjunto deviene en una suerte de experiencia complementaria, ya que la serie jamás nos muestra lo que sucede dentro de las sesiones de terapia propiamente dichas, acabando cada episodio justo cuando la pareja se dispone a entrar a su reunión con su, jamás vista para el espectador, aunque a menudo presente en sus conversaciones, terapeuta.
Imaginación al poder
Aunque bien es cierto que este recurso de hacer partícipes de la trama y motores dramáticos de situaciones a personajes a los que jamás vemos, pero tan presentes que acaban siendo familiares para los espectadores, no es nuevo; por ejemplo se usó ya magistralmente en la serie "Frasier", el genial spin-off de los 90’ de "Cheers", con el personaje de Lilith, la esposa Niles, el hermano del protagonista (y ambos, casualmente, terapeutas); o en la mucho más reciente "The Big Bang Theory", con el personaje de la madre de Howard Wolowitz, de la que sólo nos llegaba su potente voz. Pero no por ya usado, deja de ser un recurso menos eficaz en la medida que fuerza a los espectadores de State of the Union a hacer uso de la más poderosa de las herramientas creativas: la imaginación.
Así, cuando llega el fundido a negro final de cada episodio y aparecen los títulos de crédito, nos quedamos con las ganas de saber que va a ocurrir ahí dentro, que se va a discutir, que detalles y escollos de la relación se van a ir revelando. Lo máximo que se nos muestra de esos paréntesis invisibles, pero que mueven la narración, son detalles, pinceladas quizás, que los protagonistas van desvelando e insinuando en su siguiente cita semanal pre terapia.
Un formato mirando hacia las nuevas formas de consumo
El propio formato escogido para la serie, 10 episodios cortos de unos diez minutos, distribuida por Sundance Channel con una clara apuesta por las nuevas formas en que consume audiovisual cada vez más gente (en el transporte público con dispositivos móviles) ya potencia esa sensación de elipsis que incitan a la reconstrucción activa por parte del espectador a través de los diálogos, los gestos, las miradas o los silencios de la pareja protagonista. Contemplar su evolución, semana a semana, es envolverse en la tarea de intentar hacer un puzle a través de las pequeñas piezas que se van desprendiendo de esos encuentros, intentando reconstruir lo que pueda haber pasado entre una semana y otra.
Con esta atrevida estructura de evolución semanal y en su puesta en escena minimalista, casi teatral, sustentada principalmente en un tour de force actoral de primer orden por parte de Rosamund Pike y Chris O’Dowd, así como en unos guiones tan afilados como sutiles, tampoco es difícil remitirse a otra magnífica serie, "En terapia" (2008-2010), creada por Rodrigo García y protagonizada por un inmenso Gabriel Byrne, que potenciaba más el punto de vista del terapeuta respecto a sus sesiones semanales con sus diferentes pacientes.
Las similitudes a la hora de plantear la estructura narrativa y la evolución dramática de sus personajes la convertiría en la tercera pieza complementaria perfecta de visionado junto a la película de Noah Baumbach y State of the Union para establecer un mosaico de las relaciones humanas y de los intrincados caminos que unen y separan a la gente, independientemente del amor que se profesen.
(Re)cruce de caminos
También sería imperdonable no mencionar la relación existente entre los grandes responsables de esta pequeña joya: Stephen Frears como director y Nick Hornby como guionista. Efectivamente, esta no es la primera vez que los caminos del director y el del escritor, guionista y crítico musical se cruzan en un proyecto, aunque si la primera en que los dos trabajan juntos. ¿Críptico? Un poco, como las relaciones humanas, pero igualmente fascinante: El hecho es que Frears dirigió una genial película, allá por el año 2000, titulada "Alta Fidelidad" que se basaba en una notable novela de un tal Nick Hornby, aunque este no llegó a participar en la adaptación de su libro al cine. Diecinueve años después, los caminos de los dos se reencontraron, esta vez sí, para trabajar conjuntamente, y surgió State of the Union.
Solo cabe decir que ha valido la pena la espera. Si la fiel adaptación que dirigió Frears de la novela de Hornby (básicamente solo cambiaba ciudad y apellido del protagonista) ya nos trajo a la gran pantalla casi dos décadas antes otro agudo e irónico estudio de las relaciones de pareja, vistas a través del tamiz de un estudio paralelo sobre la importancia de la música a la hora de conformarnos como individuos, las perspectivas no podían quedar mejor satisfechas con el nuevo encuentro entre autores.
Las trayectorias de ambos, de hecho, ya hacían presagiar lo bien que podían trabajar juntos: Frears acumula una dilatada carrera como director, y en muchas de sus obras ya realizó un afilado, pero amable y con cierto humor, retrato de las relaciones, y otro tanto puede decirse de la carrera cómo escritor y guionista de Hornby, con sus personajes imperfectos llenos de debilidades y defectos, pero a la vez, o justamente por eso mismo, tan humanos, tiernos y cercanos.
Esperando futuras rondas
De momento State of the Union cuenta solo con una temporada, que podemos encontrar en HBO y que invita verse en una maratón por la brevedad de su formato, pero un servidor estaría encantado con que, en un futuro no demasiado lejano, se anunciase otra temporada en la que pudiéramos seguir viendo a Louise y Tom tomándose su copa de vino y su pinta semanal en el pub de siempre.
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