Sparta, la segunda parte del díptico de Ulrich Seidl sobre la herencia moral del fascismo europeo, llegaba a Filmin el pasado 9 de junio. La película, estrenada en la pasada edición de San Sebastián después de su veto en el Festival de Cine de Toronto, no ha quedado exenta de polémica. Si Rimini, el largometraje que iniciaba el díptico, nos presentaba a Richie Bravo, un cantante de hotel venido a menos, Sparta está protagonizada por su hermano Ewald, un pederasta que viaja a Transilvania para abrir una escuela de judo.

Una de las principales tareas del cine es acercarnos a lugares poco transitados y mostrar los rincones más oscuros de la realidad para que reflexionemos sobre nuestras acciones como individuos y sociedad. Y este es, precisamente, el caso de Sparta. El tema que aquí explora Ulrich Seidl, el paso de la pedofilia a la pederastia, es tan difícil de mostrar como de ver. Con todo, no es algo nuevo ni ajeno al cine —sin ir más lejos, Mantícora de Carlos Vermut o Tench de Patrice Toye—. El problema surge cuando plantea un debate sobre este tema, porque yo me pregunto ¿qué debate puede existir cuando hablamos de las acciones de un pederasta?



Sparta película

Crítica de 'Sparta'

Ficha Técnica

Título: Sparta
Título original: Sparta

Reparto:
Georg Friedrich (Ewald)
Hans-Michael Rehberg (Padre)
Florentina Elena Pop (La novia de Ewald)

Año: 2022
Duración: 99 min.
País: Austria
Director: Ulrich Seidl
Guion: Veronika Franz, Ulrich Seidl
Fotografía: Wolfgang Thaler, Serafin Spitzer
Música:
Género: Drama
Distribuidor: Filmin

Filmaffinity

IMDB

Tráiler de 'Sparta'

Sinopsis

Ewald se mudó en su día a Rumanía. Años después y entrado ya en los 40, busca comenzar de nuevo. Deja a su novia y se muda al interior. Con la ayuda de jóvenes de la zona, transforma una escuela en ruinas en una fortaleza. Los niños disfrutan de una existencia nueva y sin preocupaciones. Pero la llama de la desconfianza no tardará en surgir entre los habitantes. Y a Ewald no le quedará otra opción que enfrentarse a una verdad que ha mantenido oculta durante mucho tiempo. (Filmin)

Dónde se puede ver la película en streaming



El problema del voyerismo que retrata pero no juzga

La historia sigue los pasos de Ewald (Georg Friedrich), un hombre de mediana edad que decide dejarlo todo para irse al interior del país. Allí compra un antiguo colegio abandonado y monta una “academia de judo” para los chavales de la zona —un entorno rural y marginal—. Pronto se convierte en un centro recreativo para estos niños que, a falta de otras alternativas de ocio, encuentran aquí una vía de escape de la violencia que sufren en su hogar. Sin embargo, Sparta no es ni una academia ni un parque de juegos, sino un centro de operaciones creado por Ewald para sucumbir a su filia, que se alimenta de la vulnerabilidad y la inocencia infantil. A pesar de la atmósfera incómoda, los chicos no son conscientes —al menos no en ese momento— de lo que está pasando a su alrededor.

La elección de un grupo de chicos procedentes de una familia desestructurada no es azarosa; todo lo contrario. El ambiente disfuncional en el que están creciendo, sumado a la ausencia de perspectivas de futuro, los convierte en un blanco fácil. Hay un momento en la película, cuando los padres descubren las verdaderas intenciones de Ewald, donde el espectador es plenamente consciente del abuso verbal y físico al que están sometidos en casa. Con esta escena, Ulrich Seidl se (nos) pregunta si, quizá, no es mejor un pederasta cariñoso a un padre violento. Tal insinuación dibuja la posibilidad de que el director esté excusando las actitudes de su protagonista o, al menos, distendiendo la gravedad de sus acciones. Más allá de que el espectador se rige por un sentido crítico propio, el mensaje que esconden estas imágenes es repulsivo.

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La fina línea que separa lo que se ve de lo que no

Este tipo de películas parte con el hándicap de tener que grabar escenas desagradables, pero es ahí donde el director debe establecer una línea clara entre lo que quiere enseñar y lo que no. Ulrich Seidl se obceca en su estilo marcadamente documental para justificar su decisión de incluir secuencias horribles y jugar con la ambigüedad moral. Puede que en Sparta no se muestre un abuso sexual explícito a los niños, pero el ensañamiento y la reiteración de ciertas imágenes es desmedido. Tanto es así, que el límite que separa la crítica social de la provocación —esa que tanto le gusta al austriaco— se borra. El principal problema es que apenas queda nada a la imaginación del espectador cuya tarea es completar la información que se ha omitido por elipsis.

Las fotos de niños con el torso desnudo que llenan la galería del teléfono móvil de Ewald o las numerosas secuencias de los niños corriendo semidesnudos por el jardín seguidos de su constante mirada parecen no bastarle al director. Por eso, decide añadir la que para mí ha sido la escena más difícil de digerir de toda la película: una ducha compartida. Los alumnos, en calzoncillos mojados, juegan y se divierten mientras Ewald, completamente desnudo, intenta tener contacto físico con ellos en todo momento. Cuando solo queda uno de ellos, por el que siente predilección, se dedica a observarlo en silencio mientras el chico adopta una actitud visiblemente incómoda.

Lo que también enseña Ulrich Seidl es un complejo arco del protagonista. A medida que avanza el metraje, Ewald va abandonando cualquier atisbo de arrepentimiento y culpa que pudiera mostrar en los primeros minutos. Tal vez en un intento —fallido— de hacer que el público empatizara o llegara a sentir lástima por él. Si al principio se presentaba como un personaje atormentado por sus fantasías más oscuras, al final acaba buscando la forma de hacerlas realidad. Aquí, a diferencia de lo que pasaba con su hermano Richie Bravo en Rimini, no recibe su merecido.

Georg Friedrich
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El fin nunca justifica los medios

El año pasado, Der Spiegel sacaba a la luz algunas declaraciones de los padres de los chicos menores que hicieron saltar todas las alarmas. Según el semanario alemán, Seidl habría cometido numerosas negligencias durante el rodaje, además de no haber informado previamente a los familiares de la trama real. Debido a la gravedad de las acusaciones, se abrió una investigación policía de la que aún no se ha resuelto nada.

No obstante, y aunque estas denuncias por parte de tutores legales y miembros del equipo no fueran ciertas, en Sparta aparecen secuencias éticamente reprobables. Es cierto que el austriaco tiene una manera particular de hacer cine, pero cuando se trata un tema tan controvertido, es peligroso polemizar. La atención mediática se desvía de lo realmente importante y surge el sensacionalismo rancio.

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Conclusión de 'Sparta'

Con independencia de la calidad de los recursos cinematográficos que pueda tener Sparta, es una película que está mal planteada, desde la base. Los debates que plantea Ulrich Seidl a su público directamente no deberían existir porque, de algún modo, está dando a entender que la pedofilia es un tema donde hay cabida para algo más que no sea el rechazo absoluto. No, tu cine no es más transgresor por mantenerte al margen y dedicarte a representar la realidad sin intervenir, tampoco lo es por enfrentar a tus espectadores a la violencia de tener que elegir.

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Cristina Rosales García
Graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga (UMA). Cursé el Máster en Gestión del Patrimonio Literario y Lingüístico Español en la misma institución. Trabajo como correctora ortotipográfica. Actualmente, soy doctoranda y mi línea de investigación versa sobre la relación entre cine y literatura.
sparta-pelicula-critica-estreno-filminCon independencia de la calidad de los recursos cinematográficos que pueda tener Sparta, es una película que está mal planteada, desde la base. Los debates que plantea Ulrich Seidl a su público directamente no deberían existir porque, de algún modo, está dando a entender que la pedofilia es un tema donde hay cabida para algo más que no sea el rechazo absoluto. No, tu cine no es más transgresor por mantenerte al margen y dedicarte a representar la realidad sin intervenir, tampoco lo es por enfrentar a tus espectadores a la violencia de tener que elegir.

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