"Turistas": La paja en el ojo ajeno

Turistas nos presenta a Braulio y Mari Carmen, una pareja normal. Muy normal. Ella trabaja de cocinera en el comedor de una escuela. Él espera un postergado ascenso en la empresa en la que ha trabajado toda su vida.

Suelen pasar sus 14 días de vacaciones, en una antigua caravana, en el mismo camping, años tras año.  Allí han creado una agradable rutina con sus vecinos de acampada y aprovechan para festejar su aniversario de boda por todo lo alto.

Pero este año es distinto, para congraciarse con su jefe y emular a su eterno contrincante de ascenso, Braulio ha decidido pasar las vacaciones en una playa casi desierta. A pesar de que hay un cartel que prohíbe acampar. A pesar de la falta de cobertura y aislamiento del lugar. Y, sobre todo, a pesar de que Mari Carmen odia el mar, lo detesta, le provoca mareos y terribles pesadillas. (TEATRO FERNÁN GÓMEZ).

Los problemas y sus dueños

Marina Seresesky se estrena como dramaturga con Turistas, una comedia dramática, que se aleja de convencionalismo y expone una realidad cruda y real. Por dicha razón, la pieza teatral adquiere un significado que profundiza en la construcción social y en el debate atemporal de la desigualdad que se vive en el mundo. No es una dramaturgia absolutamente fácil, ya que la crítica no se hace para adoctrinar, sino que se orienta hacia una reflexión donde el espectador es quién debe darse respuestas a sí mismo. Por esta razón, se coloca ante un espejo esperpéntico, donde se plantea al principio desde una emulación de la idiosincrasia española prototípica, para luego evolucionar y mostrar que los asistentes podrían no ser tan diferentes a ellos. Llevado al extremo, la metáfora de aquello que no se ve, no existe, es un perfecto resumen de lo que se desea parlamentar teatralmente.

Los personajes que protagonizan la obra tienen una esencia totalmente campechana, rozando esa ingenuidad e ignorancia que, a veces, toca la culpabilidad. Miedo, empatía, primer mundo, tercer mundo, guerras, vacaciones… son términos que se mezclan en un cóctel que deja una sensación introspectiva muy sensible. A pesar de una primera sensación de malestar, por las injusticias propiciadas por el ser humano, también se abre la puerta a ver la complejidad de encontrar la respuesta a la convivencia del sistema actual. Está claro que se comprende ese enfrentamiento entre dos universos que chocan por las circunstancias que les rodea, pero también expone las heridas que emergen por cómo se ha formado la sociedad y el precio ante ello. Por lo cual, hay momentos en los que se puede comprender la necesidad de obras que remuevan y eduquen en diversidad y conciencia social.

Un matrimonio bien avenido

Chani Martín y Pepa Zaragoza son los encargados de dar vida a esta pareja tan peculiar como verosímil. En primer lugar, Martín explora un personaje aparentemente antagónico, donde escenifica esa parte de la población que no se desea mostrar, pero que existe. Con naturalidad y firmeza, no se excede en la forma de plantearlo. Aun así, hay momentos en los que parece que preocupado por la reacción del público y se mantiene excesivamente observador. Esa mirada tan directa provoca cierta tensión con el espectador, lo que hace que haya momentos en los que se distraiga de la forma de moldear interpretativamente a su personaje. No obstante, maneja las escenas de mayor carga dramática a la perfección, aderezándolas con una comedia amarga y ácida, exponiendo así la sensibilidad que tiene como intérprete.

Luego, Zaragoza lleva su personaje desde un prisma más luminoso, pero al mismo tiempo sabe encajarlo dentro de esa identidad más cercana y familiar. En un primer momento puede dar la sensación de estar en un nivel de energía menos contundente que Martín, pero su transformación a lo largo de la obra logra darle un toque distinto, en el que no necesita de histrionismos ni exageraciones para dejar salir la emotividad de las últimas escenas. Además, es una perfecta maestra de ceremonias en ese conglomerado espiritual que envuelve el arco narrativo de su personaje. Por último, mencionar que Martín y Zaragoza forman una pareja teatral interesante en Turistas, tejiendo entre ellos una química orgánica, aunque se echa en falta que haya una mayor sinergia más fluida en ambos. A veces parece que cada uno plantea su trabajo sin contar con su partenaire sobre las tablas.

Unas vacaciones particulares

Álvaro Lavín ha sido el encargado de dirigir Turistas, apostando por una serie de estilos que confluyen en una catarsis entre lo artístico, lo terrenal y lo racial. De esta manera, la puesta escena se construye sobre una mezcla de conceptos, donde crea un puente entre lo existencial y la realidad. Por este motivo, se ve cómo ha creado su propio concepto contextual y espacial, que sitúa al espectador en un paisaje salvaje y marítimo. No obstante, este lugar se expande y completa con la propia participación del espectador en su imaginación y el poder de las imágenes que pueda haber en lo que acontece. Por esa razón, hay un poder de la iconografía y del bagaje cultural muy fuerte, ofreciendo una conexión directa con el propio espectador y su experiencia vital.

Por otro lado, se cuida la iluminación con una composición excelente, viéndose un trabajo muy cuidado, al detalle. La manera en la que envuelve la obra en una expresividad pausada y tranquila, al mismo tiempo que tinta de un azul frío y mágico la escena es fascinante. También hay que destacar ese punto de performance, del lenguaje del cuerpo, que incrementa una expresividad dinámica y explosiva. Hay partes donde esa coreografía magnética dice más que la propia palabra. Asimismo, las escenas con parte musical, donde los bailes usan humor físico, funcionando como medio de expresión. Así, muestra el gran trabajo realizado en la construcción no verbal de la obra. Para terminar, la última parte de esta obra se introduce en una intimidad ahogada, asfixiante. Un buen cierre visual del viaje filosófico que supone para sus personajes y los asistentes.

Conclusión de 'Turistas'

Turistas es una reflexión teatral, que debate sobre las desigualdades sociales y la forma de afrontarlas. Sin encontrar una respuesta fija, demanda una mirada interior que se conjuga con comedia y con un espejo esperpéntico que se acerca vigorosamente hacia la realidad. Chani Martín y Pilar Zaragoza se transforman en esa imagen de la población más campechana, terminando por ilustrar algunas de esas verdades que prefieren no verse, para no resolverlas. Junto con este texto filosófico, se acompaña una puesta en escena fundamentada en la iluminación, en la metáfora visual y en el acompañamiento de la expresividad corporal. Los privilegios del primer mundo en el punto de mira, ante una problemática social que logra causar sensación y reflexión introspectiva.

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