En Una clase de cielo (Some kind of heaven), la nueva producción de Darren Aronofsky (Mother!, Black Swan) y The New York Times, dirigida por Lance Oppenheim, nos sumergimos en el peculiar mundo del centro de retiro The Villages (Florida), en donde viven más de cien mil adultos mayores jubilados. Se trata de una suerte de barrio privado de grandes magnitudes poblado exclusivamente por ciudadanos de la tercera edad. Desde el 3 de junio de 2021 en Filmin.
Allí, son alojados en las acogedoras casas de esos terrenos amplios y disfrutan de un sinfín de comodidades y atracciones de lujo: canchas de golf, restaurantes, shoppings, bares y piscinas.
Crítica de ‘Una clase de cielo (Some kind of heaven)’
Resumen
Ficha Técnica
Título: Una clase de cielo
Título original: Some kind of heaven
Año: 2020
Duración: 83 min.
País: Estados Unidos
Director: Lance Oppenheim
Fotografía: David Bolen
Música: Ari Balouzian
Productora: 30 West, Los Angeles Media Fund, Protozoa Pictures, The New York Times
Género: Documental. Madurez / Vejez
Distribuidor: Filmin
Tráiler de ‘Una clase de cielo (Some kind of heaven)’
Sinopsis
Darren Aronofsky produce Una clase de cielo (Some kind of heaven) sobre el día a día de los residentes del Disneyland para jubilados, The Villages, un complejo a todo lujo, donde los más pudientes miembros de la sociedad estadounidense acuden para acabar sus días. Como en los melodramas de Douglas Sirk, "Alguna parte del cielo" esconde en este utópico paraíso en la Tierra la hipocresía y decadencia de la clase acomodada norteamericana entre sol, piscinas, pistas de golf, margaritas y viudas ricas.
Detrás de las puertas de una tierra de fantasía bordeada de palmeras, faraónicos campos de golf y aún más piscinas, cuatro residentes de la comunidad de jubilados más grande de Estados Unidos, The Villages, Florida, luchan por subsistir a su lujosa existencia. Pero el fausto de sus servicios e instalaciones no logra apaciguar su desconsuelo vital. (Filmin)
Dónde se puede ver la película en streaming
Un mundo de ensueño
Lo que se muestra en Una clase de cielo (Some kind of heaven) parece perfecto, ilusorio. The Villages es el ambiente ideal para los adultos mayores que tienen la posibilidad de costear un lugar en un sitio que promete felicidad eterna, para ser explotada al máximo en el poco tiempo que resta por vivir. Las conglomeraciones de baby boomers transitan sus días con satisfacción hasta que empiezan a surgir los ineludibles conflictos solapados en este tipo de paraísos terrenales. “Es como estar de vacaciones todos los días… pero no es el mundo real: vivimos en una burbuja”, reflexiona ante la cámara uno de ellos. Oppenheim sabe muy bien qué declaraciones capturar y cuáles no, pero opta por no forzar la declamación de los ancianos: todo parece sucederse con naturalidad, mientras los problemas van surgiendo paulatinamente.
“Cuando formas parte de este universo pasas a actuar… Formas parte de la fantasía”, se sincera otra adorable mujer. Y entonces nos termina de quedar en claro el doble posicionamiento que plantea el documental, que se transforma en crisis existencial. ¿Vale la pena vivir las últimas décadas de vida completamente despojado y abstraído del mundo real? ¿Se trata acaso de un acto hostil, inmoral, antiético? ¿Nos interesa abandonar este planeta sembrando un aprendizaje o legado de algún tipo? ¿O es preferible fugarse al Disneylandia de la tercera edad y morir rebosantes de lujo y confort?
La perspectiva documental
El director, a través de un tratamiento estético meticulosamente cuidado, nos presenta un conjunto de personajes principales. Entre ellos, resaltan Dennis (un intruso, pues no vive allí, pero recorre las atracciones a diario); Bárbara (viuda y trabajadora en un local de esta pequeña gran ciudad) y el desgastado matrimonio conformado por Reggie y Anne. Todos estos personajes resultan atractivos y carismáticos, cada uno con sus miedos e inseguridades particulares. Es a partir de esta selección de experiencias que Una clase de cielo (Some kind of heaven) acaba de tomar forma, con protagonistas que transgreden las barreras de la moral preestablecida allí afuera (más allá de la burbuja) y que intentan redescubrir su identidad dentro.
Oppenheim asume un posicionamiento de cámara-testigo, contemplativa y observacional. No interviene como figura autoral, sino que observa, al más puro estilo mosca en la pared. Se trata de un seguimiento sostenido hacia sus personajes en ese camino a la deriva que, sin embargo, nunca abandona la esperanza. Un atisbo de esperanza que se ve reforzado por la puesta en escena: planos equilibrados y una apuesta lumínica plagada de atardeceres maravillosos. Al mismo tiempo, la película se atreve a la metáfora silenciosa de la imperfección: hay un plano en donde se advierte un perfecto poste de luz con una luminaria caída. Una desatención, un accidente, que se vuelve un detalle crucial en esa suerte de cápsula del tiempo que es The Villages. Y por eso resiste la reflexión crítica.
Una doble lectura
Estamos ante un documental que establece, en cierta manera, un posicionamiento crítico ambiguo. Por un lado, pareciera que la postura que asume el realizador apunta al cuestionamiento de este tipo de parajes de ensueño, desconectados del mundo, que prometen una antesala al cielo en formato de burbuja prefabricada. La perfección extrema como antídoto que bloquea la devastación real del planeta.
Por otro lado, los ejes temáticos y conceptuales que sobrevuelan la trama son los del amor, la reconciliación y la redención. No hace falta subrayar que lo que obtiene nuestro puñado de protagonistas es primordialmente un perdón hacia ellos mismos. Se perdonan sus errores, sus defectos, su pasado; y consolidan así la redención consigo mismos (aunque en el caso de Reggie y Anne la reconciliación es más bien conjunta).
En definitiva, a Oppenheim le interesa ofrecernos un retrato melodramático con una estética documental que, no obstante, opera formalmente en muchas escenas de manera ficcional.
Conclusión de Una clase de cielo
El documental producido por Aronofsky es un registro rebosante de ternura y de compasión, acaso con cierto sentimiento de condescendencia hacia estos personajes que han decidido pagar por un sueño americano perfecto.
Seguramente, a la mirada crítica del director no le importa tanto enarbolar una denuncia explícita en contra del capitalismo salvaje como ideal del consumo norteamericano. En Una clase de cielo (Some kind of heaven), si bien estos tópicos están presentes, los aspectos de la trama apuntan finalmente a otros horizontes como el de la redención personal. Y no está nada mal.
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