Vacaciones en Roma es una encantadora comedia romántica de la vieja escuela, capaz de suscitar interés por las actuaciones de Gregory Peck y Audrey Hepburn, la estupenda ambientación en Roma y el inteligente argumento de Dalton Trumbo (cuyo nombre hubo que borrar de los créditos debido a la Caza de Brujas). Dentro de su tono naif, Vacaciones en Roma desliza una sutil pero ácida crítica a la rigidez de la institución monárquica y a las trapacerías del periodismo a la caza de exclusivas. Obtuvo tres Óscar (mejor actriz, mejor argumento original y vestuario) y un resonante éxito que se mantiene debido a su estatus de clásico indiscutible.



Crítica de 'Vacaciones en Roma'

Vacaciones en Roma

Crítica de 'Vacaciones en Roma'

Ficha Técnica

Título: Vacaciones en Roma
Título original: Roman Holiday

Reparto:
Gregory Peck (Joe Bradley)
Audrey Hepburn (Princesa Ann)
Harcourt Williams (Embajador)
Margaret Rawlings (Condesa Vereberg)
Eddie Albert (Irving Radovich)
Hartley Power (Mr. Hennessy)

Año: 1953
Duración:
118 minutos
País: Estados Unidos
Dirección: William Wyler
Guion: Ian McLellan Hunter, John Dighton, Dalton Trumbo
Fotografía: Franz Planer
Música: Georges Auric
Género: Comedia. Romance

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  • PELÍCULA FÍSICA
  • Gregory Peck, Audrey Hepburn, Eddie Albert, Hartley Power, Harcourt Williams, Margaret Rawlings, Tullio Carminati (Actor)
  • William Wyler (Director)

Sinopsis 

Audrey Hepburn interpreta a una princesa moderna que se rebela contra sus reales obligaciones y decide visitar Roma a su aire. Conoce a Gregory Peck, periodista americano en busca de una exclusiva, quien finge desconocer su verdadera identidad y cuyo plan fracasa al enamorarse de la joven. Eddie Albert contribuye a la diversión como el despreocupado fotógrafo de Peck. Dirigida por William Wyler con su inconfundible estilo, esta deliciosa comedia romántica supone una de las mejores películas de la historia del cine.

Premios

  • 3 Óscars: Mejor actriz (Hepburn), argumento original y vestuario. 10 nominaciones.
  • Globos de Oro: Mejor actriz drama (Audrey Hepburn). 1953
  • Premios BAFTA: Mejor actriz británica (Audrey Hepburn). 4 nominaciones. 1953
  • Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor actriz (Hepburn). 1953
  • Sindicato de Directores (DGA): Nominada a Mejor director. 1953
  • Sindicato de Guionistas (WGA): Mejor guión comedia. 1953
  • National Board of Review: Top 10 Mejores películas. 1953

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La princesa está triste ¿Qué tendrá la princesa?

Anna (Audrey Hepburn) es la princesa de un país europeo que no se menciona. Últimamente se encuentra en viaje de buena voluntad por algunas ciudades del viejo continente. Sin embargo al llegar a Roma, Anna se viene abajo. ¿Qué le ocurre? Está harta de vivir amoldada a un estricto protocolo,  a un rígido programa que tasa todo su tiempo, y a las ruedas de prensa en las que se ha aprendido las respuesta de antemano. Quiere ser una chica normal, vivir y divertirse como cualquier hija de vecina. Una noche tiene una crisis nerviosa que un diligente médico calma con un fuerte relajante de efecto algo retardado. Antes de que le haga efecto, Anna se escapa de la lujosa alcoba donde duerme y se lanza a las calles de Roma. El problema es que el calmante va haciendo efecto hasta dejarla en un estado casi inconsciente...

Estos primeros compases de la película tienen un estilo decidido a provocar en el espectador un sentimiento agridulce. Hay elementos de comedia que muestran el hastío de Anna, véase el jugueteo con el zapato, pero hay otros que proyectan cierta amargura. Y ése es el tono que marcará Vacaciones en Roma. Es una comedia, pero no una comedia de carcajada y enloquecimiento; si acaso es una comedia de sonrisa, que no escatima algunos momentos levemente dramáticos aquí y allá. Por nuestros ojos comienza a entrar el glamour y la belleza de Audrey, además del magnífico marco de Roma.

Vacaciones en Roma
Copyright Paramount Pictures

El periodista tarambana

La otra pata del banco es Joe Bradley (Gregory Peck). Se trata de un periodista norteamericano, radicado en Roma, que es asiduo a las timbas de póker y debe unos cuantos meses de alquiler. Se nos presenta como una persona bohemia, despreocupada y, finalmente, interesada. Es al salir de una de sus timbas cuando se encuentra, completamente narcotizada, a la princesa Anna. Desconociendo quién es, y a pesar de tratarla concierta rudeza, la lleva a su apartamento para que pase allí la noche altruista y castamente. Joe simplemente cree que esta borracha y que por la mañana se irá. Al día siguiente Joe va al periódico en el que trabaja y descubre, por una foto, que su huésped es nada menos que la princesa Ana. El periodista comienza a concebir la idea de conseguir una entrevista en exclusiva con su alteza y cobrar por ello 5000 dólares.

Vacaciones en Roma
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Una impostura romántica

Al volver a encontrarse en casa de Joe, Anna decide hacerse pasar por una estudiante escapada de un internado y cambiar su nombre por Anya. Él, por su parte, decide hacerse pasar por un hombre de negocios. Ambos pasan un día estupendo en varios lugares de los más pintorescos lugares de Roma y, como cabía esperar, acaba surgiendo una atracción entre ambos. Lo que diferencia a Vacaciones en Roma de ser un inocente cuento de hadas es que ambas partes son mentirosas. Todo el amor que se va construyendo entre ellos se basa en identidades falsas y propósitos ocultos.

Claro está que las culpas no son simétricas. El fingimiento de Anna se fundamenta en el íntimo deseo de conocer el mundo y llevar una vida más terrenal y libre. Por su parte Joe emplea una añagaza un tanto mezquina fingiendo ser un amigo desinteresado, cuando en realidad su único interés es conseguir un reportaje sobre los gustos personales de la princesa. Además también engatusará a su amigo Irving Radovich (Eddie Albert) para que saque fotos, disimuladamente, de los mejores momentos del día.

En realidad, los únicos que conocemos el panorama global verdadero de Vacaciones en Roma somos nosotros y el propio Joe Bradley, de tal modo que se consigue establecer una especie de complicidad entre él y los espectadores. Pero es una complicidad extraña, no podemos evitar censurar el comportamiento del periodista y nos preguntamos si se podrá redimir y hasta dónde llegar con Ana.

Vacaciones en Roma
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Roma también actúa

Una de las palabras más clásicas para describir a Vacaciones en Roma es "encanto". Un gran porcentaje de ese encanto corresponde a las bondades de la propia Ciudad Eterna. Esto representó una novedad para el cine de Hollywood, no muy acostumbrado entonces a grabar íntegramente una película fuera de Estados Unidos. Fue el propio director, William Wyler, el que insistió en que Vacaciones en Roma debía rodarse in situ en la misma Roma, en contra del criterio del jefazo de la Paramount, Frank Freeman. Sin duda, fue todo un acierto, la película se mueve por unos escenarios de belleza descomunal como el Coliseo, la Piazza di Spagna, la Fontana de Trevi o el puente y castillo de Sant'Angelo. Aglutinando las virtudes fílmicas y la belleza del entorno se produce casi un inmediato Síndrome de Stendhal.

Entre tanta belleza, los personajes se mueven como pez en el agua, dejándonos algunos momentos carismáticos dentro de la historia del cine. Sirva como ejemplo el famoso susto de Ana en La Bocca della Veritá o el trepidante y divertido paseo en Vespa. Se trata de una película que huye deliberadamente de la aproximación a la miseria que hacía el neorrealismo italiano y construye una Roma quizá algo idealizada, donde incluso las personas de clase más humilde son vitales y despreocupados lejos, por lo tanto, de la mirada de Rossellini o De Sica.

Roman Holiday
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La importancia de llamarse Dalton Trumbo

Tras la Segunda Guerra Mundial una oleada de paranoia anticomunista  se extendió por EE.UU dando lugar a la triste y célebre Caza de Brujas. El guionista de Vacaciones en Roma, Dalton Trumbo, había militado en el Partido Comunista, y el Comité de Actividades Antiamericanas le llamó a declarar con el fin de que revelase los nombre de sus antiguos compañeros de organización. Trumbo se negó y, además de sufrir de diez meses de cárcel, hubo de trabajar vendiendo sus guiones bajo pseudónimo. Al menos hasta 1960, cuando con "Espartaco" y "Éxodo" volvió a firmar con su nombre, gracias al apoyo entre otros de Kirk Douglas y Otto Preminger.

Vacaciones en Roma ganó el Óscar al mejor argumento, pero tristemente no pudo recogerlo. De hecho, el argumento estaba acreditado oficialmente a Ian McLellan y John Dighton, y ellos eran los que aparecían en el palmarés como ganadores. Esta injusticia fue reparada en 1992 cuando el Sindicato de Guionistas reconoció a Trumbo como el autor real y le entregó un Oscar póstumo a su viuda. Dado que Dalton Trumbo fue una de las mejores plumas al servicio del cine durante el siglo XX, fue un acto de  justicia... que llegó tarde. Su mano, en Vacaciones en Roma, es palpable en la ambigüedad de los personajes, que tienen que lididar con sus deseos y contradicciones. Además de poner en solfa a las instituciones que representan.

Roman Holiday
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La química exacta

Otro de los pilares sobre los que se sostiene el encanto de Vacaciones en Roma consiste en la instantánea conexión que existe Audrey Hepburn y Gregory Peck. Es uno de los casos en los que la elección de los actores fue dubitativa, pero finalmente muy acertada. Se barajaron nombres como Cary Grant o Elizabeth Taylor. En el caso de Peck la apuesta fue segura, ya tenía un notable currículo, pero a Audrey Hepburn no la conocía nadie.

William Wyler quedó prendado de ella en un casting en Londres. Se dice que después de terminar la audición Wyler ordenó que las cámaras siguieran grabándola sin que ella se diera cuenta. Tras hablar unos minutos de su vida personal o de sus experiencias durante la Segunda Guerra Mundial todos se habían convencido de su apabullante naturalidad. Y así se fue construyendo una carrera legendaria. En Vacaciones en Roma su actuación está perfectamente conjuntada con la de Gregory Peck. La pareja que forman es ya historias de las comedias románticas.

Conclusión de 'Vacaciones en Roma'

Vacaciones en Roma es una estupenda comedia romántica que no agota su encanto en la trama meramente amorosa, sino que hace algunas observaciones pertinentes sobre la rigidez formal de las monarquías y la ética de trabajo. Se puede ver, por lo tanto, como un cuento de hadas que tiene atado un pie a la tierra y que no duda en aderezar la trama con ciertos injertos de melodrama. Más de seis décadas después sigue manteniendo su enorme encanto.

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