La vida que queríamos, es una película austríaca que aborda la difícil situación de un matrimonio ante la dificultad para poder tener descendencia. Se trata de la película seleccionada por Austria para su representación en los próximos Óscar. Con ella debuta en la dirección Ulrike Kofler. El reparto lo forman principalmente Lavinia Wilson (Deutschland 89, Aguas mortales), Elyas M'Barek (El médico, El caso Collini) y Anna Unterberger (Gunderman, 200 meters). Se estrena mundialmente en Netflix el 11 de Noviembre.
Crítica de La vida que queríamos
Resumen
Ficha Técnica
Título: La vida que queríamos
Título original: Was wir wollten (What We Wanted)
Reparto:
Lavinia Wilson (Alice)
Elyas M'Barek (Niklas)
Anna Unterberger (Christl)
Lukas Spisser (Romed)
Klaus Huhle (Camper)
Marta Manduca (Sabrina)
Maria Hofstätter (Ginecóloga)
Tina Haller (Receptionista)
Fedor Teyml (David)
Iva Höpperger (Denise)
Año: 2020
Duración: 93 min.
País: Alemania
Director: Ulrike Kofler
Guion: Ulrike Kofler, Sandra Bohle, Marie Kreutzer, Peter Stamm
Fotografía: Robert Oberrainer
Música:
Género: Drama
Distribuidor: Netflix
Tráiler de 'La vida que queríamos' en VO con subtítulos en inglés
Sinopsis
Una pareja que se enfrenta a problemas de fertilidad ve cómo su matrimonio se pone a prueba en unas vacaciones en un centro turístico de Cerdeña. (Netflix)
Donde se puede ver la película
Vacaciones de uno mismo
La vida que queríamos trata un tema que puede ser material sensible para muchas familias. Sin embargo, ya inicialmente, la película muestra el tono y el estilo con el que se van a afrontar los problemas de fertilidad de un matrimonio y su comprensible frustración. Ulrike Kofler huye de la tentación de hacer un melodrama tremendista y sentimentaloide para aferrarse a una sobriedad y a un naturalismo que, a la larga, son bienvenidos.
Alice (Lavinia Wilson) y Niklas (Elyas M'Barek) son un matrimonio vienés que frisa los 40 años, y tras cuatro intentonas de fecundación in vitro no han tenido éxito en la concepción de un bebé. Abatidos por un nuevo fracaso, y por recomendación facultativa, deciden ir de vacaciones a Cerdeña para desconectar y evitar obsesionarse con su circunstancia.
Las vacaciones realmente se convertirán en una prueba para el matrimonio, que se verá expuesto al florecimiento de desencuentros y rencores larvados durante tiempo. Por no mencionar que ambos encaran la dificultad para tener hijos de forma distinta. Pero el factor desencadenante de la crisis será que en el complejo turístico tendrán, por casualidad, como vecinos a otra pareja austríaca y sus dos hijos.
Una felicidad esquiva
La vida que queríamos puede hacer bueno el comienzo de Ana Karenina: todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera. Una vez que Alice y Niklas se instalan en Cerdeña tendrán en el apartamiento de al lado otra pareja de austríacos formada por Christi (Anna Unterberger) y Romed (Lukas Spisser), acompañados de sus dos hijos, la pequeña Denise (Iva Höperberg) y el taciturno adolescente David (Fedor Teyml).
Estos vecinos, si echamos un vistazo superficial, parecen una familia perfecta. Todo lo que Alice y Niklas quisieran ser. Sin embargo el contacto con ellos hará que empiece a surgir una tensión creciente en la pareja. Niklas parece conectar bien con Romed y ambos comienzan a hacer juntos todo tipo de actividades para turistas. Alice, por su parte, además de algún contacto con Denise y David se ensimisma y no consigue huir de su drama personal. Aquí ya hay una manera diferente de encarar el futuro. Alice profundiza en su deseo de tener un hijo, y se siente incomprendida por Niklas, más propenso a pasar página.
Otro hecho significativo de La vida que queríamos es que la familia de Christi y Romed tampoco es feliz. La relación de él con su hijo David oscila entre lo tenso y lo gélido. De hecho, confiesa a Niklas que le envidia por no tener hijos. La relación con Christi, su mujer, también es a menudo algo turbulenta. He aquí pues, dos ejemplos de infelicidad, como si durante el metraje de La vida que queríamos hubiera un desalentador mensaje sobre la insatisfacción y el vacío.
Un verdadero intimismo
La vida que queríamos es una película sobre un hueco existencial difícil de llenar. Lo bueno es que Ulrike Kofler evitar adentrarse en el tedio de telenovela de sobremesa. Propone su tesis con una drama austero, desnudo, donde los silencios y los gestos son tan elocuentes como los diálogos. Las discusiones, los desencuentros, y la general sensación de tristeza son trazados de una manera sobria, elegante e inteligente. Particularmente la primera hora de metraje, dejando para el final algún momento más vehemente que, por fortuna, es la excepción.
El argumento se compone a base de pequeñas situaciones concatenadas, como si fuera un conjunto de escenas de situaciones aparentemente triviales, pero que en conjunto forman un mosaico de una pareja en crisis. El drama es más intenso en Alice, que siente más propia la frustración de ver cómo los planes vitales que se ha había marcado van desvaneciéndose. Sin duda, ella es la protagonista. Niklas en un personaje que tratará de entenderla, pero que progresivamente se aleja de ella.
La vida que queríamos puede encontrar algún parentesco lejano con Te querré siempre, de Roberto Rossellini (1954), donde un viaje a Italia (a Nápoles en ese caso) pondrá a prueba el matrimonio entre Ingrid Bergman y George Sanders. En cualquier caso, el estilo sobrio, seco y sin ningún tipo de artificio acerca la película hacia un tono más indie, sin los fastos de los melodramas más usuales. Es curiosa la iluminación, que capta la luz mediterránea de una forma serena, un poco lejos de su exuberancia habitual. Quizá, acorde con la película.
Las dos familias
Las actuaciones de La vida que queríamos van a juego con el estilo. El elenco, sobre todo Lavinia Wilson y Elyas M'Barek, dan un aspecto de normalidad, de tristeza cotidiana, y usan una economía de gestos casi continua. Aunque la protagonista es sin duda ella, y hace un trabajo aceptable, eficiente mostrando sus emociones sin rastros de histrionismos dramáticos. Salvo quizá en algún incoherente momento en el último acto.
La familia vecina es algo más extravertida, Lukas Spisser parece un vecino un tanto plasta pero simpático, pero que junto con su excéntrica mujer (Anna Unterberger) mostrarán a Alice y a Niklas que la infelicidad tiene muchas formas. En líneas generales el apartado actoral es correcto pero no muy destacable, salvo por algunos detalles de Lavinia Wilson.
La sensación general de derrumbe y vacío está bien sostenida, aunque la estructura, con un montaje que expone pequeñas escenas en lugar de un hilo más continuado, puede despistar inicialmente. Hay momentos que desentonan por su talante trágico, pero no es un error exagerado.
Conclusiones de La vida que queríamos
La vida que queríamos es una reflexión sobre anhelos vitales, soledad y comprensión. Partiendo de un problema por la frustración de un matrimonio por no tener hijos, Ulrike Kofler urde un drama sobrio, reflexivo y sin recursos a la lágrima fácil, sobre un amor en riesgo de alejamiento y desaparición. Puede resultar difícil entrar en la trama y hacia el final hay alguna situación que desentona, pero es una interesante muestra de serena tristeza.
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