El pasado 10 y 11 de junio estuvo en cartel Von Lustig. El hombre que vendió la Torre Eiffel, en el Teatro Infanta Isabel de Madrid. Esta producción de Los Absurdos Teatro nos lleva a la primavera de 1925, a la suite del hotel Crillon de París, donde está ocurriendo la mayor estafa del siglo XX. Esta pieza le otorgó a Patricia Estremera el premio a mejor actriz en el Festival Nacional de Teatro Vegas Bajas.
Crítica de 'Von Lustig. El hombre que vendió la Torre Eiffel'
Título: Von Lustig. El hombre que vendió la Torre Eiffel Título original: Von Lustig. El hombre que vendió la Torre Eiffel
Reparto: Alfonso Mendiguchía Patricia Estremera
Duración: 90 min. apróx. Dirección: Natalia Hernández Dramaturgia: Alfonso Mendiguchía Diseño de iluminación: Víctor Mones y Suh-Güein
Diseño de vestuario: Reme Gómez
Música original y espacio sonoro: David Bueno
Diseño de escenografía: Natalia Hernández y Víctor Mones
Coreografía: Ricardo Santana
Cartelería e identidad visual: Manolo Pavón
Vídeo y teaser: Javier Díez
Distribución: Los Absurdos Teatro Producción: Los Absurdos Teatro y Teatro Liceo Salamanca
Tráiler de 'Von Lustig. El hombre que vendió la Torre Eiffel'
Sinopsis de 'Von Lustig. El hombre que vendió la Torre Eiffel'
Von Lustig. El hombre que vendió la Torre Eiffel nos lleva a la primavera de 1925. En una suite del elegante hotel Crillon de París se cierra la mayor estafa conocida del siglo XX. ¡Un hombre es capaz de vender la torre Eiffel! El 11 de marzo de 1947, ese mismo hombre muere por una neumonía hipostática en el centro médico para prisioneros federales del condado de Greene, Misuri, Estados Unidos. Ha sido trasladado allí desde su celda en la prisión de máxima seguridad de Alcatraz. El oficial de turno, al llegar el momento de rellenar el certificado de defunción, en el apartado de ‘ocupación’, lo define para la posteridad -en una especie de cómica ironía- como: ‘aprendiz de vendedor’.
Su nombre es Víctor Lustig. ¡El mayor estafador del siglo!
Kikí, una meretriz ingeniosa, estafadora e iniciadora de Víctor en toda clase de artes desde su llegada a París siendo un pipiolo, nos da la bienvenida a la función y nos presenta al conde para, entre los dos, desgranar las andanzas más audaces que sumieron a Víctor en un carrusel vital tan increíble como cierto… O tal vez no.
Asistiremos a los despertares de Víctor (a la vida, al dinero, a las mujeres, a la fascinación por el timo y la huida constante…); a su encuentro mesiánico con su primer maestro, Nicky Arnstein; a su preparación y estudio para la impostura; a su encuentro con Al Capone; a sus grandes estafas.
Y todo ello contado, como una especie de embudo vital, para desembocar en el gran golpe que le haría pasar a la posteridad. París. Víctor lee un periódico. Una noticia despierta su curiosidad. ¡Eureka! Lustig ha visto la oportunidad, sólo le queda diseñar bien el anzuelo. (TEATRO INFANTA ISABEL).
El carácter de un truhán y de la cicerone que le guió por el arte del timo en París
El fin de semana del 10 y el 11 de junio de este año, el Teatro Infanta Isabel de Madrid acogió un breve estreno, Von Lustig. El hombre que vendió la Torre Eiffel. Una producción que ahonda en la vida del carismático estafador austrohúngaro Victor Lustig, quien se hizo famoso por una estafa en la que hizo creer que el famoso monumento parisino era vendido para ser convertido en chatarra.
El auge y caída de un truhán quien terminó sus días en el Centro Médico para Reclusos de la cárcel de Springfield, Misuri, y a quien en su certificado de defunción, el funcionario de prisiones catalogó su ocupación como “aprendiz de vendedor”. Ironías de la vida, la compañía teatral Los Absurdos Teatro se enfoca en varios episodios de su vida con esta obra que tiene como punto de base el París de 1925, en esa primavera en la que comete su estafa más famosa.
En esta obra, es un dúo el que lleva la trama, por un lado Von Lustig, dado que se hacía llamar conde Von Lustig, aristócrata proveniente del extinto Imperio Austrohúngaro, cuyas refinadas habilidades, su personalidad locuaz y encantadora y el ser políglota le permitieron hacer más creíble sus embustes. De hecho, durante un tiempo, su centro de operaciones fueron los transatlánticos de vapor que viajaban entre París y Nueva York. Su primera estafa fue la de la máquina del dinero, en la que introducía tres billetes reales de 100 dólares para hacerles creer a sus víctimas que tenía una máquina capaz de copiar billetes originales.
La compleja personalidad de un hombre que vivió en una red de embustes
La obra pone el foco en la estafa que le dio su fama, en un momento en el que Francia estaba recuperándose de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. La pieza le crea una contraparte, surge así Kiki, meretriz ingeniosa y también una sagaz estafadora, quien ejercerá de cicerone de Lustig en toda clase de artes del timo desde su llegada a la Ciudad de la Luz. De esta forma, Von Lustig. El hombre que vendió la Torre Eiffel ahondará en varios aspectos biográficos de Lustig, desde los más históricos (su encuentro con Nicky Arnstein, su mentor en la estafa; o cómo llegó a trabar amistad con Al Capone) hasta lo más personales (su personalidad detrás de las máscaras, su obsesión con el dinero o las féminas, su adicción a la adrenalina de la huida).
El resultado es fascinante. Bajo la dirección de Natalia Hernández, el dúo de actores tiene la labor de traer ese carisma de Lustig y de Kiki para embaucar al público. Esto lo consiguen estupendamente Patricia Estremera y Alfonso Mediguchía. No obstante, este último tiene el mérito también de haberse encargado de la dramaturgia, la cual ha sido editada en libro de la mano de la editorial Antígona y presentada en la pasada Feria del Libro de Madrid.
Conclusión
Los diálogos son ácidos e irónicos, tirando de comedia y jugando a un baile de máscaras en el que se ocultan las personalidades reales de este tándem de tunantes. La dupla derrocha química, con Kiki siendo una especie de guía con este toque picaresco propio del cabaré. El aspecto técnico resulta fundamental, dado que el diseño de vestuario, obra de Reme Gómez, se adapta a cada momento, trayendo al presente ese encanto de los felices años 20, con cierto encanto art déco. Aplauso en ese sentido a la escenografía, obra de Natalia Hernández junto con Víctor Mones.
Con música de David Bueno y coreografías de Ricardo Santana, Von Lustig. El hombre que vendió la Torre Eiffel sabe cautivar, resultando una obra bufa que consigue que el público conecté con este peligroso truhán, el cual va tejiendo una tela de araña en la que la víctima se da cuenta demasiado tarde de la trampa. A su lado, una mujer que ejerce también de mentora, reivindicando el poder femenino de alguien que ha tenido que buscarse la vida desde siempre. Una pieza deliciosa cuya brevedad en cartelera se antoja como uno de sus principales defectos.
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