Sara Ruiz Sardón y Jesús Redondo escriben Yo, nunca, obra teatral que reflexiona sobre la violencia sexual y la repercusión que tiene en sociedad. La dirección ha corrido a cargo de Alba Navarro y Manuel Campos. Además, Sardón y Redondo también participan en el reparto, junto con Ferri Ballester y Sergio San Millán. Es uno de los estrenos estivales que más ha llamado la atención del público madrileño, estrenándose el pasado 6 de julio. Se puede disfrutar todos los martes a las 19:30 en el Teatro Lara.
Reparto: Sara Ruiz Sardón
Ferri Ballester
Jesús Redondo
Sergio San Millán
Covers:
Diana Gallego
Alba Navarro
Adrián Barriopedro
Duración: 70 min. apróx. Dirección: Alba Navarro y Manuel Campos Dramaturgia: Jesús Redondo y Sara Ruiz Sardón Vestuario y espacio escénico: La Compañía del Krisol
Diseño de imagen e iluminación: Carlota Cascón
Espacio sonoro: Daniel Cabeza
Audiovisuales y fotografía: Carlota Cascón, Sonia Culebras y Manuel Pico Producción: La Compañía del Krisol
Tráiler de 'Yo, nunca'
Sinopsis de 'Yo, nunca'
Yo, nunca habla de sexo, habla de cómo entendemos el sexo hoy en día, de cómo hemos crecido con una idea muchas veces errónea de lo que es el sexo. ¿Qué hemos hecho como sociedad para que una violación no pueda ser entendida como una violación? ¿Qué hemos hecho para que haya violaciones que pasen desapercibidas hasta por las protagonistas de las mismas?.
En España cada ocho horas es violada una mujer, y esto no es un problema que afecta solo a los culpables. Es problema de una sociedad que educa a los hombres en el control y el poder y a las mujeres en la sumisión.
Con los testimonios de los propios actores hemos creado un texto e investigado sobre esta problemática. Yo, NUNCA es un grito joven y actual que aboga por una liberación de la mujer en todos los aspectos de la sociedad. (TEATRO LARA).
Yo sí te creo
El teatro social es fundamental para el transcurso del desarrollo del panorama cultural y de la propia reflexión de la población. Por ende, este género teatral tiene una función imprescindible, dado que mediante el arte se hablan de temas absolutamente importantes para la sociedad. En esta ocasión, Yo, nunca es la encargada de poner sobre la mesa una de las grandes heridas sangrantes de la actualidad. De esta manera, Sara Ruiz Sardón y Jesús Redondo realizan un guion que entremezcla distintas situaciones, uniéndolas por un punto en común: la cultura de la violación. Después del mediático caso de La Manada, no son pocos los pensadores que denuncian de forma pública y se preguntan por qué siguen sucediendo este tipo de acciones. Por ello, Ruiz Sardón y Redondo reflexionan sobre ello y lo colocan en un prisma mordaz, realista y sin florituras. Una sensibilidad dolorosa, por el trasfondo de los autores.
Se agradece el lenguaje exacto y veraz, ya que, en ocasiones, para hablar de ciertos temas, es conveniente abordarlo sin tapujos. Este tipo de denuncia no solamente critica el machismo intrínseco que navega en la población, sino que también arroja pinceladas de las razones que hay detrás. Por tanto, se hace un análisis de la educación sexual, de los roles de género y del comportamiento sexual adquirido. Sin duda, son temas que revuelve a la población, sobre todo, joven, las cuáles están experimentado en la actualidad una revisión de los esquemas de antaño. Esta obra goza de interés al querer exponer todas esas incógnitas, que no buscan respuesta, sino un camino de introspección y de encontrar una solución. Únicamente, hay algunos puntos en los que la consistencia del resultado global se tambalea, con algunos recursos en los que su justificación narrativa no se sostiene.
La juventud grita
El reflejo de una juventud arraigada todavía en el secretismo sexual toma forma en el reparto de Yo, nunca. Para empezar, Sara Ruiz Sardón se convierte en el adalid de una inocencia propicia, relacionada con la educación que todavía se tiene sobre el género femenino. Así, Ruiz Sardón se mueve en esa ligereza y esa ingenuidad, con un uso de su expresividad más blanco. Pero, indudablemente, el clímax y el final de la obra es donde deja salir todo su sentir escénico, emocionando por la energía que regala a los espectadores. Después, en contraste, Ferri Ballester es la némesis de Ruiz Sardón. Desde el principio, expone una personalidad arrolladora, pisando fuerte el escenario. Su colocación de la voz y expresión coloquial le acercan a empatizar fácilmente con la audiencia. No obstante, lo mejor de su trabajo es el realismo puro con el que envuelve toda su interpretación.
Por otro lado, Sergio San Millán es la contraparte masculina, junto con Jesús Redondo. En el caso de San Millán, tiene la difícil acción de exponer una realidad negativa de los hombres, mostrando el lado menos amable de la estructura masculina actual. Gracias a ello, se puede disfrutar de su talento como actor, ya que en ningún momento se retrae, sino que borda absolutamente su papel. Además, durante el final de la obra, se pudo ver su emoción contenida, lo que demuestra la importancia para San Millán de esta obra. Por su parte, Redondo tiene una personalidad interesante, una sinergia con el escenario y sus compañeros muy cercana. También destaca la fluidez con la que se enfrenta a las distintas situaciones que transcurren en escena, aderezándolas con una buena gestión gestual. Aun así, podría vigilar más la dicción y la orientación de la voz en algunas escenas.
Una performance y denuncia
Lejos de seguir una estructura convencional y ficcional, Yo, nunca apuesta por una mezcla de estilos, en los que se combina la performance, lo narrativo e, incluso, lo documental. De esta manera, convergen estas estrategias para enmarcarlo en una realidad universal, y no como un caso concreto. Por ello, se comprende la intención de la propuesta escénica, donde el conglomerado visual y estético llevan un significado en sí mismos. Asimismo, hay que reconocer que la incomodidad se perpetra desde un sentido artístico necesario, haciendo comprender la visión que hay detrás de estos elementos. Gracias a ello, se puede enfatizar en aquellos puntos que influyen en una mala praxis de la sexualidad en la actualidad. De la misma forma, se valora positivamente el movimiento sobre la escena, con una coreografía muy atractiva y con una suavidad palpables en el ambiente.
Si bien es cierto, hay algunas partes que recuerdan a otros títulos como “¿A quién te llevarías a una isla desierta?”, por lo que esas partes relacionadas con el peligroso juego al que hace mención el título no gozan de la misma innovación, o frescura, que otras partes de la obra. A pesar de ello, al no focalizarlo en ello, sino ser un entramado con varias piezas, no perturba el mensaje y la finalidad propia de la pieza. Con lo cual, mantiene el espíritu intacto de lo que se quiere hacer con la obra. Por otra parte, uno de los momentos que, tal vez, pudiera confundir durante su realización es el repaso cinematográfico y televisivo. En la mayoría de ellas, se comprende el motivo de su mención, mientras que en otras no tiene la misma coherencia. No obstante, su ejecución técnica es efectiva.
Conclusión
Yo, nunca es una obra que logra enfatizar y reflexionar sobre uno de los grandes males de la sociedad como es la cultura de la violación. Gracias al entramado narrativo y técnico que se propone, se muestra no solo la consecuencia, sino las razones que pueden esconderse detrás de este comportamiento intrínseco en la población. Por lo tanto, la pieza goza de una sensibilidad y denuncia exquisitas, que plasma verazmente una realidad, sin adornos. Únicamente, hay algunos elementos que no se sostienen con la misma consistencia y lógica, que sí hace el esqueleto principal de la obra. Por otro lado, cuenta con un reparto a la altura, que se compromete hasta el final y la emoción traspasa sus cuerpos hasta el patio de butacas. El mensaje del “yo sí te creo” llevado hasta las entrañas y la introspección, una alerta teatral importante de escuchar.
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