Sandra Pedraz Decker es la creadora de Baldosas amarillas, obra teatral dirigida por Ramón Paso. Además, está influenciada por "El maravilloso mago de Oz", clásico de L. Frank Baum. La compañía Paso Azorín apuesta con este título por una renovación de rostros actorales, como Vicenta González, Noah Ferrera o Alicia Rueda, junto con la veterana Ángela Peirat. Se puede disfrutar todos los miércoles en la sala Lola Membrives, en el Teatro Lara, hasta el 29 de septiembre de 2021.
Puedes leer nuestra otra CRÍTICA de Baldosas amarillas pulsando aquí.
Duración: 80 min. apróx. Dirección: Ramón Paso Dramaturgia: Sandra Pedraz Decker Dirección de producción: Inés Kerzan
Diseño de iluminación: Carlos Alzueta
Espacio escénico: Ramón Paso
Vestuario: Ángela Peirat y Sandra Pedraz Decker
Fotografía: Ramón Paso
Diseño gráfico: Ana Azorín
Prensa y comunicación: María Díaz
Ayudante de dirección: Blanca Azorín
Ayudante de producción: Sandra Pedraz Decker Producción: PasoAzorín Teatro
Entrevista a Ángela Peirat y Noah Ferrera, de 'Baldosas amarillas'
Sinopsis de 'Baldosas amarillas'
¿Qué pasa cuando el enemigo está en tu interior?
Baldosas amarillas es una obra que nos sumerge en un mundo que mezcla cuento – El Mago de Oz – y realidad – el centro de desintoxicación al que van a parar nuestros personajes. Así, Dorothy, la dulce niña que fue arrancada de su plácida existencia por un ciclón, es, a su vez, Alba, una prostituta de lujo enganchada a la cocaína que acaba en el centro obligada por un juez. (TEATRO LARA).
Las brujas del Oeste
Sandra Pedraz Decker se adentra en la obra de Baldosas amarillas con la inspiración de “El maravilloso mago de Oz”, tanto de la película popularizada de Judy Garland hasta el libro original. No obstante, la dramaturga no busca realizar una adaptación al uso y darle un giro de tuerca, sino que se convierte en la antesala de la verdadera trama de la obra: las drogas y adicciones. La mirada de Pedraz Decker es indagar en el interior de personas que sufren esta enfermedad, llevándolas a un viaje de progreso y decepción en el que todos los personajes están envueltos. Además, el tono de la obra no deja escapar la comedia negra, mezclándolo con el drama y la tragedia cruda. Por tanto, el relato establece una línea, que sin dejar apartado el efecto mágico, indaga en las consecuencias de una vida atribulada.
Alba, su principal protagonista, se convierte en Dorothy, la entrañable niña y heroína del mundo de Oz. A lo largo de la obra, se realiza el camino junto a ella, viviendo los traumas y vicisitudes que hay detrás de su aparente seguridad y oscuridad. Se comprende la derrota que le acompaña, lo que hace que muestre la humanidad que hay en el personaje. Junto a ella, el resto de personajes representan diversas adicciones, de igual o mayor gravedad. Incluso, uno de los personajes aborda una temática muy sensible, que puede llegar a incomodar al espectador. Sin embargo, esta incomodidad indica una buena labor desde la narrativa, haciéndole frente y no huyendo de ella. Únicamente, en el libreto se respira cierto aroma crítico sobre las personas que padecen este tipo de trastornos, tildándolos inclusive de egoístas, dichos juicios de valor sería mejor dejárselo a los propios espectadores.
El mundo de Dorothy
Ángela Peirat afronta su primer papel protagónico en la obra Baldosas amarillas, siendo también la primera vez en la que no se encuentra con sus compañeras inseparables Ana Azorín e Inés Kerzan. En primer lugar, aplaudir la fascinante labor de Peirat sobre el escenario, tanto en su capacidad expresiva como en la forma en la que mastica las palabras. Su Alba “Dorothy” es un maremoto de emociones, sabe transmitir todo el bagaje interior que tiene el personaje y lo hace desde una naturalidad que eleva todavía más el resultado en la obra. La forma de evolucionar a lo largo de toda la obra demuestra que Peirat afronta el drama desde una verosimilitud espléndida, cautivando a los asistentes por los distintos matices que ofrece. Ya era sabido que maneja la comedia excelentemente, pero, en esta ocasión, triunfa por un espíritu más descarnado.
Verónica Cuello triunfa con su particular interpretación de la Bruja del Oeste, con un lenguaje no verbal clarificador y un buen manejo de su movimiento en escena. A pesar de no tener mucha presencia sobre las tablas, su trabajo es memorable. Después, Jordi Millán se introduce en una locura física, con una gestualidad llevada al extremo, dejando intacta la autenticidad, lo que hace que el actor reafirme su talento sobre el escenario. Por otro lado, Guillermo López-Acosta cumple la difícil tarea de asumir un papel extremadamente complejo. Aun así, López-Acosta vence y gana. Por su parte, Noah Ferrera y Esther Roiz van a las entrañas de sus personajes, aunque sus perfiles son totalmente distintos. Además, en el caso de Ferrera, exprime esa locura interna de una forma pertinente. Por último, Vicenta González cumple con su papel, al igual que Alicia Rueda, completando un reparto variado y completo.
La ciudad Esmeralda
La puesta en escena de la obra Baldosas amarillas tiene una composición sutil y minimalista, en donde los elementos que hay en escena ayudan a recrear una visión del mundo de Oz ambientado en una consulta de rehabilitación. Por tanto, lo que más llama la atención de la dirección artística es el uso del color, en clara referencia a “El maravilloso mago de Oz”. También destaca la elección de vestuario, en el que no se excede en las inspiraciones y sabe equilibrarlo con el realismo que necesita la pieza. No obstante, el mayor fuerte de la obra es el movimiento de los actores en escena, lo que va dejando una energía y dinamismo explosivos. Gracias a ello, suple la falta de mayor interactividad con el medio. Las transiciones entre escena y escena son totalmente fluidas.
El ritmo de la obra comienza con un auténtico frenesí de humor pícaro, realismo aumentado e histrionismo dramático. Según va evolucionando la historia, se reajusta en su medida pertinente, aunque en la tercera parte de la obra se ralentiza más de lo que debiera. En consecuencia, perjudica, al dar la sensación de estar ante una obra que no avanza con la soltura que demostró tener previamente. Después de pasar este trance menos formidable, el colofón final trae una parte más emocional e introspectiva. Tal vez, lleve algo de edulcorante, pero se agradece que siga en consonancia con la narrativa y la propuesta escénica. Hay que aplaudir el trabajo en equipo de Ramón Paso, con una dirección espléndida, y la historia con alma de Sandra Pedraz Decker, dado que se combinan los dos estilos de una forma oportuna.
Conclusión
Baldosas amarillas es una obra que reflexiona sobre las adicciones con una crudeza y luminosidad de “El maravilloso mago de Oz” bien combinadas. La influencia de este clásico se aprovecha al máximo, pero dejando siempre la identidad del texto de Sandra Pedraz Decker intacta. Por tanto, expone una historia humana y reflexiva. Por otra parte, Ángela Peirat está magnífica, liderando un reparto completo y solvente. La puesta en escena es minimalista y efectiva, dando mayor importancia al movimiento y a la interacción entre los actores. Más allá del arcoíris se esconde una realidad teatraliza que habla de oscuridad, dolor y esperanza.